T. R.: El cambio de dirección ocurrido en la CUT, ¿cómo repercutió en el proceso de unidad que hizo posible el paro estatal?
Luis Eduardo Garzón: Durante los pasados 18 meses se libró en el seno de la Central una confrontación por su conducción.
Pero llegó un momento en que esa línea de conducta fue insostenible. Lo que entró en crisis fue la conciliación con el «pacto social», como también la pérdida de autonomía frente al gobierno, hecha aún más notoria cuando el presidente de la CUT, Orlando Obregón, acepta el Ministerio del Trabajo.
Se hacía necesario entonces cambiar el rumbo, poner el énfasis en la movilización y la lucha, en la defensa de los derechos conculcados. Y fue precisamente eso lo que decidieron las bases de la CUT, por voto universal, en octubre de 1996.
La anterior dirección desconocía la posibilidad de marchar hombro a hombro con las demás centrales. Se calificaba a la CGTD, por ejemplo, de contestataria. Tales posturas también hicieron crisis, y desde el pasado Primero de Mayo empezamos a trabajar por sacar adelante la unidad.
A la elección directa se desembocó entonces con propuestas muy claras contra la política «social» del gobierno, totalmente demagógica y en franco deterioro.
Ya en ese momento podía percibirse en el ambiente que la inconformidad frente al neoliberalismo oficial iba en aumento. Tan sólo en Bogotá, durante 1996, hubo 93 movilizaciones contra medidas del gobierno.
Todo ello, y la actitud autocrítica de la CTC, hicieron posible las reuniones del 17 y 20 de enero, cuando se suscribieron los acuerdos que culminaron en el paro estatal.
T. R.: ¿Cuál es el balance que hace la CUT sobre el paro?
Luis Eduardo Garzón: En este movimiento hay varios hechos sin precedentes. Primero, no fue un cese de 24 horas sino de siete días. Segundo, es la primera vez que se registra una coincidencia tan unánime dentro del movimiento obrero. Mérito indiscutible del comando de paro fue el haber reunido en cuatro puntos los objetivos, de por sí heterogéneos, tras de los cuales iban Fenaltrase, la USO, Sittelecom, los guardias del Inpec y las demás organizaciones.
Tampoco tiene antecedentes la composición social de los participantes. Desde sectores productivos, como Ecopetrol y Telecom, hasta guardianes, profesores universitarios, venteros ambulantes, médicos y enfermeras, transportadores, personal de la Contraloría y los Ministerios, y abogados de la Defensoría.
T. R.: ¿Cuáles eran los factores favorables?
Luis E. Garzón: Lo primero, la gente quería pelear. Había una enorme inconformidad represada que desde agosto de 1996 intentaba manifestarse, hallar una salida. Las marchas campesinas e indígenas, el bloqueo de los tractomuleros, las quejas de los militares en retiro, las numerosas marchas, así lo indicaban.
De otra parte, el desprestigio del gobierno, derivado de su política antipopular y del clima de crisis por los efectos de la descertificación, contribuyeron asimismo a que la agitación del paro fuera creciendo.
La cuenta de cobro que le pasa a Samper el partido conservador y los preámbulos de la campaña electoral hacían que el partido liberal no pudiera lanzarse a reprimir abiertamente, a diferencia de lo ocurrido en 1977. Sí trataron de desmontarlo tildándolo de «paro guerrillero» o de «paro con objetivos políticos», como lo señalaran Serpa y Obregón. Pero tuvieron que tragarse sus palabras ante la fuerza y el carácter pacífico del movimiento.
T. R.: ¿Qué es lo esencial de los acuerdos?
Luis Eduardo Garzón: Los cuatro puntos tenían todos un contenido político muy claro y combativo contra el neoliberalismo. Por eso constituye un avance significativo no sólo el haber roto la política salarial del 13.5%, sino también haber forzado al gobierno a firmar un acuerdo sin represalias, pues un aspecto básico de la política neoliberal es la represión: ni el recorte de los salarios ni las privatizaciones se pueden imponer sin criminalizar antes la protesta social. Ya es un paso adelante el que el gobierno mismo haya reconocido que aquí se penaliza la lucha popular. Y se va a abrir un gran debate contra la justicia sin rostro.
Con el acuerdo, la contratación colectiva para los empleados estatales pasa a ser una de nuestras prioridades inmediatas.
Sobre las privatizaciones, meollo de la política neoliberal, lo tangible no es por ahora mucho, pero con lo firmado las centrales anuncian que mantienen este objetivo para próximas movilizaciones. Ésta es una característica política muy importante del pasado paro estatal: que configura una proyección para peleas superiores.
T. R.: ¿Qué avances políticos obtuvo el movimiento obrero?
Luis Eduardo Garzón: El más importante, haber consolidado el proceso unitario entre las diferentes centrales, con propuestas muy claras que les van a servir de base al movimiento obrero y al pueblo para las necesarias batallas que habremos de librar en 1997, al que en la CUT hemos calificado como el «año de la lucha social, la paz y la unidad».
No sólo la CUT ganó en legitimidad, sino también las demás centrales. Los colombianos nos están escuchando cada vez más en temas como la descertificación y las imposiciones de Estados Unidos.
T. R.: Bueno ¿y qué sigue?
Luis Eduardo Garzón: Ante todo, preparar el Encuentro Nacional de Organizaciones Sociales para mediados de abril. Allí se hará el balance del camino recorrido y se acordarán nuevas y más amplias acciones.
Sobre la posibilidad de convenir la realización de un paro cívico, pienso que éste debe ser consecuencia de un compromiso real y masivo de todos los sectores firmantes: un compromiso serio que garantice que en efecto el paro cívico se va a llevar a cabo y que defina cuáles serían sus objetivos.