T. R.: ¿Cuál fue el aporte de la CGTD al proceso de unidad que hizo posible el paro?
Julio Roberto Gómez: El proceso tuvo su origen en lo que podríamos denominar la paciencia histórica de la CGTD. Desde cuando se firmó por primera vez el «pacto social», la CGTD asumió una actitud muy crítica frente al mismo, aun cuando sin romper en ningún momento con las demás centrales obreras.
Nosotros sabíamos que nuestra posición era correcta. Habíamos cotejado el «pacto social» mexicano durante los últimos siete años y concluimos que no trajo un mejorestar para los trabajadores. Una inflación menor no necesariamente significa bienestar para la clase obrera. En México los neoliberales lograron disminuir la inflación de 159% a 9%, pero a costa de reducir los salarios de los trabajadores en 32%, con un desempleo cada vez más desenfrenado y una mayor intervención norteamericana, en el marco del Tratado de Libre Comercio.
Al ir haciéndose evidente en Colombia el fracaso del «pacto social», empezó a darse un acercamiento entre la CGTD y las demás confederaciones. Y cuando el año pasado se instala la Comisión Permanente de Concertación, señalamos que no era bueno darle continuidad a un «pacto social» nefasto para los asalariados. En esa misma Comisión fuimos estrechando los lazos de fraternidad con las demás vertientes sindicales y acordamos con ellas, en octubre de 1996, que el nuevo salario no se discutiría dentro de las instancias del «pacto social» sino en la Comisión Permanente. Ya estaba en marcha el cambio en la CUT y se hacía evidente que se apuntaba hacia la institucionalización de esa central, lo cual facilitaba los acuerdos. La llegada a la presidencia del compañero Luis Eduardo Garzón permitió un acercamiento mucho más sólido y una posición totalmente unificada en las negociaciones con el gobierno sobre el salario mínimo.
Al iniciarse éstas en diciembre, logramos un segundo acuerdo de clase: no aceptar la tendencia que traía el gobierno de decretar un mínimo por debajo de la inflación causada. Como ya se anunciaba el 13.5% para los estatales, exigimos que el incremento se acordara allí mismo y para todo el mundo. El gobierno se negó a aceptar ambas propuestas y rompió la posibilidad de un aumento concertado.
Propusimos un coloquio para el 17 de enero, con la presencia de las centrales, incluida la CTC. Como en la segunda semana de enero el gobierno impuso el 13.5 %, se lanzó de inmediato la consigna de paro nacional. Así, lo que iba a ser un simple intercambio de opiniones, se convierte en una reunión nacional alrededor de la consigna, finalmente aprobada por unanimidad. Se acordaron también los cuatro puntos que terminaron por aglutinar a todas las vertientes. Por primera vez en la historia se lograba la plena unanimidad de las confederaciones y las fuerzas políticas dentro del movimiento obrero.
T.R.: ¿Qué actitud toma el gobierno frente al paro?
Julio Roberto Gómez: Serpa se dedicó a decir que era un paro infiltrado por la guerrilla. Obregón señaló que era un «paro de élites». Hay una constante entre los gobernantes de este país: cuando los sindicatos presentamos pliegos, no hay una sola empresa que no esté en quiebra. Y no hay un sola huelga que no esté infiltrada por la guerrilla.
T.R.: ¿Y la respuesta de los sindicatos?
Julio Roberto Gómez: Demoledora. Los petroleros disminuyen el bombeo de crudo, la planta de hidrocarburos trabaja a media marcha, Telecom se paraliza, como también el sector de la salud -salvo las urgencias- las penitenciarías, en fin, el servicio al público, hasta en el mismo Ministerio del Trabajo, la casa de Obregón. Al movimiento se unen, en solidaridad, los vendedores ambulantes.
La contundencia de la protesta hace que el presidente Samper tenga que establecer contacto con el Comando Nacional de Paro -que tenía su sede en la CGTD- y reiniciar las conversaciones.
En resumen, el paro canalizó la profunda inconformidad latente en el pueblo.
T.R.: ¿Cómo analizan ustedes el acuerdo, en lo económico y en lo político?
Julio Roberto Gómez: Yo soy muy franco en afirmar que el acuerdo, sin que resuelva los problemas fundamentales del país, es altamente satisfactorio. Se derrota la política oficial del 13.5% en materia salarial. Hay algunos salvajes que ahora dicen que porque no logramos romper la tasa de inflación, el paro es un fracaso. Se necesita ser muy obtuso para calificar como un fracaso lo que fue un éxito demoledor. Es un triunfo el que mucha gente haya subido al 20% y la gran mayoría al 18%.
En el punto de privatizaciones, se logra que inicialmente Ecogás sea una Empresa Industrial y Comercial del Estado. El caso de Telecom, no logramos la revolución en materia de telecomunicaciones, pero si defender los servicios de larga distancia en manos de la empresa, además de otros puntos que le salen al paso a la privatización. Frente a esta política mantenemos posiciones opuestas que van a ser debatidas ampliamente.
En materia de contratación colectiva, el gobierno se compromete a introducirle reformas al proyecto 072 para adecuar a la ley colombiana los Convenios de la OIT.
En el campo de la criminalización de la protesta, se va a abrir también el debate, transmitido por televisión, sobre la justicia sin rostro.
T. R.: ¿Y qué sigue este año?
Julio Roberto Gómez: Hay un Encuentro Nacional de Organizaciones Populares, previsto para el 17 de abril. Luego viene la conmemoración unitaria del Primero de Mayo, con movilizaciones que serán gigantescas, por el entusiasmo reinante.
Y luego un paro cívico o una huelgo general, una acción que todavía está por definirse y que dependerá de acuerdos dentro de este proceso que ya está en desarrollo.
T. R.: ¿En qué aspectos se fortalece el movimiento sindical?
Julio Roberto Gómez: Conquistamos un espacio político muy importante porque nos ganamos a la opinión pública. Este triunfo guarda una connotación histórica, que vigoriza al movimiento sindical, tan estigmatizado por sus detractores. El que reconozca el carácter disciplinado de la protesta y la importancia de la lucha como herramienta reivindicativa traza el camino que debemos seguir. En síntesis, se legitima el paro de protesta como un instrumento de la democracia. Contrasta esta actitud erguida con el lobby humillante que hicieron en Washington los ministros, mendigando la certificación. La clase obrera le dio al país una lección de dignidad.