Por Aurelio Suárez Montoya
Lo que está discutiendo el movimiento cafetero, y yo diría que el movimiento agrario en general, es la táctica y la estrategia que deben desarrollar para impedir su ruina completa. El problema de la táctica, además, no se resuelve por caprichos o por inclinaciones personales, sino que tiene que ver con las concepciones que existan sobre el problema de fondo que enfrentan los caficultores y los agricultores colombianos.
Es absolutamente importante que se tenga claro que el asunto cafetero va más allá de un enunciado meramente reivindicativo. Muchos, cuando pretenden señalar que tal o cual acto les va a ablandar el corazón o el oído al gobierno o a las autoridades cafeteras, parten del punto de vista de que el tema cafetero es simplemente un conjunto de medidas o una situación coyuntural que una vez resuelta redundará en bienestar, progreso, prosperidad y desarrollo armónico para la producción cafetera.
Eso no es cierto. Aquí en el mundo cafetero ha sucedido una serie de acontecimientos que no podemos olvidar. De hecho, los países consumidores, con los Estados Unidos a la cabeza, han logrado imponer su política internacional en cuanto al café se refiere. El rompimiento definitivo del Pacto Internacional de Cuotas les trasladó a los grandes poderes de las multinacionales de orden financiero y torrefaccionadoras del café el manejo absoluto del negocio a través de las transacciones en bolsas en Londres y Nueva York. Y ése es un hecho fundamental, es un hecho que no se puede desconocer ni se puede mirar de manera displicente. La realidad nos muestra que el bajo abastecimiento del mercado cafetero, por la inexistencia de cafés físicos, no se había presentado en toda la década en la misma proporción como se dio en 1995. A pesar de ello, el precio no ha reaccionado y se han hecho transacciones a un dólar con treinta y siete centavos la libra. Éste es un suceso sin precedentes. Es el más importante de todos en la actual situación cafetera mundial y toca directamente el acontecer cotidiano de nuestro producto. Así se le señaló al ministro Perry en la conversación que se adelantó con él y con el señor Jorge Cárdenas y los ministros de Gobierno y Agricultura, días previos al Paro Cívico Nacional Cafetero.
De ese control no se va a salvar nadie: ni pequeños, ni medianos, ni acomodados, porque una de las cosas nuevas que tiene esta política internacional y este nuevo orden económico es que no solamente golpea a los de siempre, a los sectores sociales empobrecidos y a las clases medias, sino que va por los mercados y la acumulación interna de capital, por la tasa de ganancia y por el margen de operación de los sectores pudientes de la producción agraria e industrial del país.
No se puede entonces repetir de manera dogmática el viejo libreto de los pobres y los ricos. Una dirección, con claridad, ha de efectuar un análisis de clases serio alrededor de la sociedad colombiana y tiene que hilvanarlo de manera profunda y cuidadosa, si es que de verdad se pretende, al menos, neutralizar a quienes han urdido la gran conspiración, ésa que el periódico Unión Cafetera avizoraba desde 1989, días después del rompimiento del Pacto Internacional. Y en ese sentido, entendiendo cuál es la magnitud del problema y qué es lo que está en juego, aparecería absolutamente torpe y contraevidente trazar una línea de acción que no fuera la más amplia línea de masas. Y cuando digo eso, me refiero a que la Unidad Cafetera, y las organizaciones agrarias de los departamentos de que se trate, se equivocarían si no se empeñan en cada actividad, en cada faena y en cada jornada en movilizar cada vez más efectivos, porque la batalla que se tiene por delante es crucial en la defensa de la producción nacional.
Por eso no podemos trazar líneas de acción que sólo contemplen las voluntades de los más decididos. Porque una línea de acción así, que intente reemplazar el todo por la parte, termina aislando a esa parte, la más esclarecida, volviéndola presa fácil de las fuerzas opuestas a la estabilidad y al progreso de los caficultores.
Pero también se equivoca la Federación de Cafeteros al pregonar que hay un sector de la caficultura, al que denomina no viable, que es el que debe salir del negocio, que es el lastre que no le permite navegar sin zozobrar a la embarcación cafetera. Emilio Echeverry se equivoca, y de palmo a palmo, porque las grandes multinacionales y los grandes capitales financieros no sólo vienen por la pobreza de la pobrería, por la estrechez de la medianía y por el margen de utilidad y de operación y la rentabilidad que se puede obtener de la caficultura, sino que las multinacionales también vienen por la Federación Nacional de Cafeteros, como institución que les obstaculiza su necesidad de un mercado interno libre.
Los señores Emilio Echeverry y Jorge Cárdenas, en su liturgia de conciliación con los poderes colosales que se han venido encima, tratan de «sobarle el lomo» y de «limpiarle la solapa» al sector de los cafeteros acomodados para que abandonen a su suerte a los más pobres y débiles. La única posibilidad es la contraria: hacer una cadena que no tenga eslabón débil.
Porque a quienes les van a ajustar cuentas los grandes poderes financieros y los grandes pulpos de la torrefacción, la Nestlé, la Procter and Gamble y la Kraft General Foods es a todos los que tengan que ver con la caficultura: a los campesinos del norte del Tolima, a los de Quinchía, a los caldenses y a los de Andes, Antioquia, y también al sector empresarial.
De lo dicho aquí no se puede deducir sino una sola cosa: ésta es una lucha de Resistencia y, por lo tanto, para decirlo de manera coloquial, la táctica de Unidad Cafetera «no es para machos, es para muchos». Es para multitudes, no exclusivamente para gladiadores. La línea estratégica nuestra consiste en diseñar tareas que les faciliten todo a las mayorías para que se vinculen a ellas y, así, se pueda contender de manera seria y efectiva.
Debe también hablarse de cuáles son las perspectivas y cuál es el final de la crisis. Porque hay que diseñar la táctica no para la escena siguiente sino para el final de la película. ¿Cómo va a terminar ésta? Depende de una sola cosa: de que la Unidad Cafetera «en una tarde de jolgorio» no se juegue la pequeña fortuna y el prestigio que ha conseguido, de que no se desespere y de que, en fin, toda acción sea más fuerte que la anterior.
Algunos, con buena fe, piensan que cuanto más largos sean los paros, más radical es la posición. Con todo respeto disiento de esa opinión; la radicalidad de un paro no consiste en su duración. La calidad de un paro, de una marcha o similares consiste en lo correcto de su orientación y sus objetivos y en la participación masiva que encierren. Es la participación amplia, acertada, en una dimensión clara y organizada, la que los fortalece de verdad.
Una reflexión penetrante permite observar que, en últimas, la crisis rebasa el tema cafetero. Aquí lo que está en crisis es el modelo de desarrollo agrario, el que obligó a 300 mil familias a subirse a unas montañas, tanto en el siglo XIX como en el siglo XX, para ganarse la vida en cafetales de 3.5 hectáreas en promedio, y hoy el único producto, por las condiciones de mercado internacional que tenía, el que les permitía el sustento, hace agua. Por consiguiente, el horizonte, en el largo plazo, supera una condonación, un precio, y se remonta a las estructuras mismas del desarrollo agrario del país.
Estos puntos planteados tienen solamente el sentido de que haya una discusión fraternal apropiada. Yo respaldo con mi intervención la del doctor Fabio Trujillo, y permítanme que de algo le sirva como sustento a sus palabras sabias. El éxito de este movimiento, de aquí en adelante, radica en que se aprenda la lección de la táctica y la estrategia, que se desestime la provocación del gobierno y que, en consecuencia, se avance de manera más eficaz.
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* Publicado en el periódico La Tarde, 5 de septiembre de 1995, Pág. 5A, este artículo es una versión libre del autor de su intervención en el Encuentro Nacional de Dirigentes de Unidad Cafetera, ocurrido en Pereira el 23 de agosto de 1995. En su publicación no sólo se intenta dar al lector una visión sobre la forma como actúa, por principio, la Unidad Cafetera sino que, de paso, se confutan irresponsables infundios como los que publica el doctor Luis Carlos Ramírez Múnera, en su columna Panorama del Diario del Otún, de agosto 25 de 1995, Pág. 4A. Asimismo se ratifica por qué Unidad Cafetera no participa en movilizaciones cuya orientación táctica y estratégica no comparte.