SOBRE ESTRATEGIA Y TÁCTICA

«Y evidentemente en el mundo actual observamos una gran confusión y un gran desorden. Pero si el fuego que ilumina produce el humo que oscurece, los acontecimientos difusos e impredecibles están regidos a su vez por leyes coherentes, de fácil aprehensión, merced a las cuales sabremos ubicar a Colombia en el concierto mundial y percatarnos de nuestro papel de transformadores proletarios revolucionarios. Si no partimos del sello de la época no entenderemos el rumbo de los sucesos históricos, y careceremos de una estrategia global que nos proporcione la visión más amplia de conjunto y el conocimiento de las estaciones obligadas de nuestra travesía. Y esto no basta. Necesitamos discernir los disímiles períodos de la época y examinar la situación concreta económica y política de cada período a nivel internacional; ponderar certeramente los cambios en la correlación de fuerzas que se operan de tiempo en tiempo, según evoluciona la cohesión o el agrietamiento del bando imperialista, a causa de los relevos en la supremacía de unas potencias sobre otras, y según también los logros y tropiezos de la clase obrera mundial y de los países socialistas en particular. Sin lo cual no nos será posible elaborar una táctica consecuente y quedaremos a la deriva, aunque sepamos a dónde ir, como una embarcación con el timón roto y sin remos en medio del océano. Tan pronto el proletariado adquirió conciencia de clase y se pertrechó del marxismo empezó a preparar y combatir por el derrocamiento de la burguesía. Sin embargo, una cosa era hacerlo cuando prevalecía la libre concurrencia y otra muy distinta cuando el capitalismo llegó a su fase imperialista y acusó su decadencia. Luego de esta conversión aquél consiguió consolidar el mando político arrebatado a sus esclavizadores, a los 46 años del ensayo trunco de la Comuna de París y al final de la Primera Guerra Mundial, con el estallido bolchevique en Rusia y la fundación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, génesis de las revoluciones proletarias triunfantes.

«Desde entonces vienen ocurriendo modificaciones de trascendencia. No nos referimos a que la lucha de la clase obrera haya mudado de principios o de metas: su comisión ha sido y seguirá siendo el exterminio del sistema capitalista y la implantación del socialismo. Ni tampoco a que el imperialismo haya variado su naturaleza voraz y expoliadora. Lo que se altera con cierta rapidez son las condiciones de aquella lucha. La misma aparición del Poder de los soviets impuso un nuevo deber al movimiento comunista internacional, el de resguardar este primer bastión armado suyo, como una cuestión prioritaria para su propio porvenir. La segunda conflagración mundial se efectúa ya bajo tal circunstancia. (…)

“Los dos comportamientos tácticos traídos a colación, correspondientes a dos momentos distintos y distantes de la época contemporánea, nos muestran cómo los comunistas, por un lado, hemos de obrar siempre con un enfoque internacional de la problemática revolucionaria y, por el otro, sopesar cuidadosamente las particularidades del período de que se trate. Desde ese ángulo debemos identificar a los enemigos que encarnan la más seria amenaza, conforme a los realinderamientos registrados dentro de la revolución y la reacción: distinguir las facciones intermedias, aptas para ser ganadas o neutralizadas, y evaluar la importancia de los destacamentos propios. De no emprenderlo así, nuestra política vagaría en las nebulosas sin ningún contacto con los elementos materiales. Y el socialismo no es una profecía bíblica a la que se intente sujetar el género humano por pronósticos sobrenaturales, sino un nuevo orden social que surge del antiguo, con base en el aprovechamiento de las contradicciones de éste. Los marxista-leninistas que desdeñen olímpicamente los candentes asuntos atañederos a la correlación de fuerzas no merecen el calificativo de tales. Y los que se desapeguen de cuanto ocurra más allá de los parajes patrios y no tengan en cuenta para su lucha los flancos flojos y los robustos en la más amplia dimensión cósmica, estarán buenos para sacristanes de parroquia pero no para jefes de la clase obrera. Aunque deseáramos, la suerte de Colombia no podemos separarla de los avatares del movimiento mancomunado del proletariado internacional, los países socialistas y las naciones sometidas. Nos interesa vivamente el plan general que oriente a dicho movimiento. Si no se saca partido de las disensiones del bando imperialista, o se equivoca el blanco de ataque, desperdigando el fuego entre los adversarios principales y los virtuales aliados, y si como efecto de semejante torpeza la reacción se fortalece, las repúblicas socialistas se debilitan y los pueblos colonizados no acaban por romper el cascarón y nacer a la independencia, probablemente la revolución colombiana también zozobraría, por mucho que estallara la insurrección, la apoyara una gran parte del pueblo y actuáramos con arrojo, porque los factores internacionales nos serían supremamente hostiles. Toda revolución depende de sus antagonismos y fuerzas internas, es cierto, mas para que éstos se desencadenen y actúen a plenitud precísase de condiciones externas favorables». («El carácter proletario del Partido y su lucha contra el liberalismo», Tribuna Roja No. 33, febrero-marzo de 1979)

Estrategia
«En ello consiste nuestra estrategia, en la revolución de nueva democracia, que plasmamos en nuestro programa nacional y democrático, de frente único. (…)

«La estrategia depende del análisis de las distintas clases. De la función que éstas desempeñan dentro del conjunto de la situación; presupone el conocimiento y la aplicación de las leyes que rigen el desarrollo social y, en nuestro caso, del pueblo y la nación colombiana. La estrategia elabora el plan de la revolución, tiene en cuenta las fuerzas que la integran, identifica los blancos de ataque y señala las tareas que habrá de coronar. Por eso la estrategia no se modifica durante un tiempo relativamente largo, mientras no haya realizado el plan concebido para toda la etapa revolucionaria. Llevada a cabo la revolución nacional y democrática, agotada esta etapa, variaremos la estrategia y nuestra meta será entonces el socialismo. (…)
«La aspiración suprema de toda revolución es la toma del Poder. La clase obrera sólo llegará a él al frente de una insurrección revolucionaria triunfante. Su partido nunca teje ilusiones al respecto y repudia las fórmulas intermedias del revisionismo de ‘conquistar primero el gobierno y después el Poder’. El proletariado colombiano no entrará a San Carlos ungido por el ‘voto universal’ ni en ancas de un golpe cuartelario. Por experiencia propia ha comprendido, y se lo enseña el marxismo, que exclusivamente organizando a la mayoría de los desposeídos y humillados y recurriendo a la forma más elevada de lucha ‘decretará’ algún día su emancipación. La senda es empinada y la cumbre distante. El MOIR apenas ha comenzado el ascenso. Sus primeros combates parecen pequeñas escaramuzas comparados con las fragorosas batallas del futuro».

Táctica
«¿Y la táctica cuál es? La táctica la determinan los principios que regulan nuestra acción política, son los distintos pasos que en la práctica damos para ir cumpliendo hasta culminar la línea estratégica de la revolución. Pero aquella no brota directamente de la estrategia. No basta con asimilar qué clase de revolución debemos acometer para saber cuánto corresponde hacer en cada momento de la actividad revolucionaria. Ahí radica su contradicción. (…)
«La táctica depende del análisis de la lucha de clases, de las mutaciones en la correlación de fuerzas y ha de expresar en todo momento los flujos y reflujos de la revolución. La táctica debe reflejar lo más cuidadosamente posible el estado de ánimo de las masas, su conciencia política, su disponibilidad al combate y debe también medir y sopesar la capacidad de iniciativa, por supuesto mudable, del enemigo. La táctica define qué forma de lucha y de organización está al mando. Si la reacción se repliega nosotros pasamos a la ofensiva y viceversa. El Partido atiende distintas luchas, pero en cada período tendrá que precisar cuál es la principal, identificar sin ambages el eslabón que jalona la cadena. Siempre habrá una tarea prioritaria de cuya culminación estará pendiente el éxito de otros trabajos secundarios. Esto es lo que el Partido está obligado a desentrañar en consonancia con el curso de la lucha de clases, si desea avanzar y fortalecerse, como es la responsabilidad del MOIR, en medio de grandes dificultades y en el fiero batallar contra un enemigo desalmado, decidido a los peores crímenes y abroquelado tras las fortificaciones del Estado. Descartando que la estrategia sea correcta en términos generales, sin una línea táctica acertada la victoria jamás nos sonreirá. Equivocarnos en lo que ‘toca hacer’, es liquidarnos. La táctica solucionará en la marcha este problema y con su luz roja nos alertará cuándo una tarea o una lucha principal se tornó secundaria, o al revés, cuándo una tarea o una lucha en la cual aún no somos expertos, el desenlace de la situación política nacional le dio el visto bueno y la colocó en el primer puesto de nuestra acción revolucionaria. Y el Partido, atento, flexible, dispuesto, disciplinado, férreamente unido y preparado ideológica y políticamente responderá sin pérdida de tiempo a los cambios tácticos que la lucha indica. (…)

«Ya dijimos que la táctica cambia a menudo, a veces de un día para otro, mientras la estrategia permanece invariable durante toda una etapa. Esta es su contradicción. Su identidad estriba en que la táctica ha de estar permanentemente orientada y subordinada a la estrategia». («Estrategia y táctica del MOIR». MOIR: Unidad y combate)