Carta al Presidente de la República
Luego de padecer los peores cuatro años que recuerde la historia de la caficultura, la situación de los productores es gravísima, como lo ilustra de manera incontrovertible que la cosecha se haya reducido en seis y medio millones de sacos en los últimos tres años, lesionando en materia grave a 300 mil familias de agricultores, 280 mil de las cuales -no debe olvidarse- poseen cafetales menores de diez hectáreas. También han sido goleados con dureza 170 mil jornaleros y todas las actividades económicas de seiscientos municipios del país, en los que vienen creciendo las diversas formas de descomposición social y sus lamentables secuelas.
Lo nuevo es el notable aumento de la cotización internacional del grano. El ministro de Agricultura informó que el Fondo Nacional del Café pagará en cortísimo plazo todas sus deudas y hará ahorros por 900 millones de dólares en los próximos dos años. Es tanta la plata por la llamada «bonanza», que se ha anunciado que parte de ella se depositará en bancos en el exterior, a pesar de la considerable pérdida que ello les genera a los cafeteros.
Sobre el precio interno
No obstante el incremento real que ha sufrido el precio interno en los últimos meses, lo cierto es que sigue siendo insuficiente para colocar este negocio en niveles remunerativos y para resarcirlo de varios años de trabajo a pérdida. De acuerdo con análisis de la Federación de Cafeteros, la carga de café de primera calidad debería pagarse en 218.659 pesos para apenas igualar el precio real de junio de 1989. Lo anterior se complica porque el precio oficial se volvió un espejismo para casi todos los caficultores, quienes, por la broca y la disminución de la calidad de las plantaciones, tienen que vender su grano con descuentos considerables.
Y la tabla definida para fijar el precio interno no sólo lo han fijado muy bajo frente a las necesidades de los cafeteros y a lo que podría financiar sin descuadernarse el Fondo Nacional del Café, aunque no aumentaran las cotizaciones externas. También ha generado una inconveniente inestabilidad en el mercado interno, porque trasladó al país los vaivenes especulativos que rigen en el exterior.
Sobre la broca
En este momento la broca afecta a la mitad de los cafetales del país y se sabe que los cubrirá a todos en el futuro próximo. Según los cálculos oficiales, su control asciende al bastante alto 15% de producción, pero es mayor en muchas circunstancias. La broca genera un círculo vicioso: como su ataque disminuye el volumen y el precio de venta del grano, reduce la capacidad para pagar los costos de control del insecto, lo que, a su vez, afecta nuevamente la cantidad y calidad del producto y el ingreso del cafetero. Si se analiza el papel de este bicho en la reducción de la cosecha y en el bajo precio al que se está vendiendo el café, no resulta exagerado pensar que de su control depende la viabilidad de una porción considerable de la caficultura.
Sobre las deudas
Las refinanciaciones de las deudas apenas sirvieron para mantener vivos a los deudores, acrecentar los intereses corridos y aplazar el remate de sus propiedades. Es apenas obvio que retornar una caficultura deteriorada y envejecida a los niveles de producción y productividad deseables exige enormes inversiones de capital, y es notorio que la casi totalidad de los productores carece de recursos para acometer tan magna empresa. Ella requiere de créditos frescos, oportunos y baratos.
Muchísimos caficultores tienen copada su capacidad de endeudamiento con los bancos, bien sea porque se encuentran refinanciados o porque tienen copada su capacidad crediticia, lo cual los ha colocado en las «listas negras» del Banco Cafetero y de la Caja Agraria. Un problema tan dramático como éste requiere de soluciones de fondo, si se quiere que los cafeteros dejen de estar excluidos del sistema financiero, como ocurre en la actualidad, e impedir la quiebra de muchos de ellos.
La decisión de condonar 30% de las deudas de capital, con recursos del Fondo del Café y mediante el mecanismo de los TAC, apenas atiende en parte los requerimientos de los caficultores menos arruinados, pues esa condonación debe ser pagada con el aporte en efectivo del 70% restante, suma de la que carecen casi todos. El aspecto positivo de la condonación con los TAC es que dirimió una discusión de meses: quedó establecido que sí se pueden definir mecanismos para condonar las deudas, una vez aparece la voluntad política para avanzar en esa dirección.
Las instituciones cafeteras
Si algo ha demostrado esta crisis de la caficultura, es el papel de las instituciones cafeteras. Sin ellas, el desastre hubiera sido mayor. De ahí que tengan escaso respaldo las voces que piden desmontar esas instituciones que protegen a los productores, lo que los dejaría en la misma indefensión en que se debaten los demás agricultores colombianos.
Sin embargo, debemos precisar que no compartimos buena parte del rumbo que las directivas de la Federación de Cafeteros le han dado a esa agremiación, razón por la cual cada vez son más los caficultores que también se organizan de manera independiente, buscando con ello defender sus intereses.
Peticiones
1. Alza del precio interno a niveles que hagan esta actividad rentable y que la resarzan de las enormes pérdidas ocurridas en los años anteriores. A los mejores precios debe acompañarlos el pago de todo el café en dinero efectivo y la eliminación de la inestabilidad introducida en el precio y en el mercadeo interno.
2. Declaratoria de la emergencia fitosanitaria en todas las zonas cafeteras del país, de forma que recursos oficiales económicos, tecnológicos, educativos y de toda índole, se coloquen al servicio de la lucha contra el insecto.
3. Condonación de las deudas bancarias, mediante mecanismos expeditos que aseguren que a esa medida pueda accederse con todas las facilidades. Es obvio que la condonación debe permitir que los caficultores se conviertan en sujetos de nuevos créditos, oportunos, suficientes, adecuados y con tasas de interés inferiores a las comerciales.
4. Eliminación de los reavalúos catastrales sobre las propiedades cafeteras y disminución de las tasas que definen los impuestos prediales.
5. Mantenimiento de las instituciones cafeteras en sus labores financieras, comerciales, administrativas, de manejo de inventarios, de investigación y de todas aquellas que aseguren que éste siga siendo un cultivo protegido. Esto no debe ser obstáculo para que esas instituciones corrijan sus desaciertos, mejorándolas en sus funciones elementales. Dentro de la defensa de la institucionalidad cafetera cabe la petición de que el manejo de las variables macroeconómicas se haga sin lesionar a los caficultores, en aspectos como el control de la inflación, las tasas de cambio y la rentabilidad con los que se colocan los recursos del Fondo del Café. Hay que recordar que no toda esta catástrofe se debió a las maniobras de las trasnacionales. A las medidas oficiales les cabe no poca responsabilidad, como lo muestran los US 460 millones que perdió el Fondo Nacional del Café entre 1990 y 1994, por efecto de la revaluación del peso.
Por último, señor Presidente, no sobra otra consideración. Los anteriores reclamos fueron básicamente los mismos que se le hicieron al gobierno anterior. Lo novedoso reside en que en esa oportunidad ellos debían financiarse con dineros del erario, mediante el pago por parte del Estado de una porción de las enormes sumas que los cafeteros les han aportado a todos los gobiernos. Ahora, esas peticiones pueden atenderse con los propios ahorros de los caficultores y sin que por ello el Fondo Nacional del Café quede imposibilitado para jugar el papel que le corresponde en la actualidad y en el futuro.
Lo que esperamos es que en este gobierno sí exista la voluntad política para resolver unos reclamos justísimos que, además, hay con qué pagar.