“Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras:
Los astros y los hombres vuelven cíclicamente”.
Borges
Te pusiste de pie con la luna de agosto,
atravesaste la penumbra de nuestra aflicción
y, enfundado en el lienzo de tu camisa blanca,
partiste a reunirte con los leales padres.
Invicta en el incesante fluir de la materia,
tu lámpara de fogonero disemina su luz.
Ni las aspas del tiempo riguroso,
ni los bordes de la necesidad
podrán ya nada contra tu perfil.
De ti tuvimos la geografía del país que vendrá
tomado de la mano de un sol emancipado.
Por ti tuvimos otra noción de patria, de minero,
de occidente, de fatiga ancestral, de meridiano,
de camino descalzo, de letra, de memoria,
de viento universal y de bandera.
Cabal augur de sueños postergados:
«Comprender el sentido del bosque en cada hoja,
y, en cada estrella el sentido del cosmos.»
Navegante certero de procelosos mares:
“Orientarse no por los desvaríos del instante
sino por el decurso de las constelaciones”.
Estratega leal de los desposeídos:
«Mirar con diligencia los milenios pasados
tan sólo para poder uncir el porvenir».
Por arduos territorios has conducido tu legión,
y tu legión, indemne, sobrevive al trasiego.
Es tu legado lumbre de diamante:
¿Podremos reunir en un solo caudal
las mil vertientes de la emancipación?
Sobre las pinceladas del ocaso continúas de pie,
dilucidando el sino y la ventura de países heridos,
de naciones de ébano, de marfil, de obsidiana
que labran su horizonte para que venga el día
cuando vuelvas reunido con los leales padres.
Alfredo Camelo B.
Bogotá, agosto 3 de 1994