Por Rosario Valenzuela
Argentina desde finales del siglo pasado ya era una potencia agrícola y ganadera. En 1880 fue el principal exportador de carne en el mercado mundial desplazando a Australia y Nueva Zelanda. Durante la Primera Guerra Mundial compartió con Ucrania la denominación de ser la despensa del mundo.
La política imperialista de acabar con el agro en los países tercermundistas, debido a la importancia estratégica del sector en la dominación política y económica, se refleja en la situación de crisis que hoy sufre el país austral.
Por ejemplo, en 1929 se cultivaban 9.200.000 hectáreas de trigo. En 1992, bajó a 4.750.000, es decir, una reducción de 50%. Cuando durante buena parte del siglo ocupó primerísimos lugares, en 1995 sólo ocupa un modesto decimoquinto lugar en superficie sembrada y en producción.
En maíz, pasó de ser el primer productor mundial a comienzos de siglo a un séptimo lugar en 1994.
En 1976, cuando se impuso la dictadura militar, el país adoptó el modelo económico neoliberal y desde entonces la producción agrícola e industrial ha venido disminuyendo. La deuda externa, el desempleo, las tasas de interés y el déficit fiscal son los únicos que han crecido vertiginosamente, así como la inflación, que alcanzó la asombrosa cifra de 5.000%.
En 1989 subió al poder Carlos Saúl Menem cuyas medidas en el marco de la política de apertura y privatización, han hecho de este país un paraíso para las inversiones extranjeras.
La creación de Mercosur integrado por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, que cuenta con 200 millones de consumidores es un botín atractivo para el pillaje internacional.
A pesar de que el capital foráneo siempre estuvo presente, la compra por éste de grandes extensiones de tierra es un fenómeno nuevo, gracias a las facilidades que ofrece la actual legislación: ingreso y egreso de divisas sin restricciones ni pago de impuestos; no existen áreas vedadas para la inversión extranjera; repatriación total de utilidades y de capitales al país de origen, igual tratamiento en el acceso al crédito en moneda local o extranjera y un desempleo galopante acompañado de una reforma laboral que abarató la mano de obra. Para completar el cuadro, en abril de 1991 se estableció la paridad entre el peso y el dólar. El magnate Carlo Benetton ilustró estas ventajas cuando le preguntaron por qué la firma italiana había escogido a la Argentina para invertir:»En Australia no hubiéramos podido comprar tanta tierra».
Un factor importante que incide en la compra de grandes haciendas es la calidad de la tierra de la pampa y su precio, muy bajo frente al de los países desarrollados. Por ejemplo, en Estados Unidos una hectárea de tierra cuesta en promedio 7.000 dólares, en Canadá 3.300, en Australia 4.700 y en la Argentina únicamente 2.400 dólares.
Acaparadores de tierras
George Soros, el famoso especulador de Wall Street, es uno de los mayores compradores a través de sus empresas Cresud e IRSA. En la actualidad, es dueño de 350.000 hectáreas y sus inversiones abarcan desde la ganadería y la agricultura hasta la reforestación.
En 1994, cuando empezó a operar con Cresud, contaba con siete grandes haciendas y un total de 22 mil reses. En 1996, son 17 las haciendas y 62 mil las cabezas de ganado.
Al preguntársele por qué invertía en el sector agropecuario, su respuesta fue: «Por las ventajas comparativas en la relación precio del suelo con el de los productos. Encontramos un sector en crisis y la gente del campo quejándose, pero esa tendencia se puede volver favorable si se parte de mejores condiciones que las que tiene el productor típico».
A partir de 1991, el grupo Benneton adquirió 837 mil hectáreas por la ridícula suma de 50 millones de dólares. Uno de sus objetivos es producir su propia materia prima, la lana, que sólo utiliza en 50% para sus confecciones; el otro 50% lo vende en Europa. La empresa cría 265 mil ovejas de raza merino, cuya lana exporta cruda a Europa. En Argentina no la industrializa, ni siquiera la lava.
Posee 10.500 reses hereford y 2.100 hectáreas plantadas con dos millones de pinos.
Sobre la caída del ministro de Economía, Domingo Cavallo, Benetton opinó: «No me importa el cambio de ministro de Economía, la lana se vende en dólares».
Ted Turner, el magnate de las comunicaciones norteamericanas, también compró grandes extensiones de tierra.
Sun Syung Moon, líder de una secta cristiana, compró 9.700 hectáreas en las riberas del río Paraná.
Estos inversionistas son sólo unos pocos de los muchos que están acaparando las mejores tierras. No contentos con la quiebra de la industria, el arrasamiento de la actividad agropecuaria, la privatización y la reducción del estado, la política neoliberal impuesta por Estados Unidos viene por la apropiación física de estos países como parte de su ofensiva recolonizadora.
Situación de los productores nacionales
Las exigencias del FMI de reducir la evasión fiscal, elevar el IVA del 18 al 21 %, aumentar el impuesto a la gasolina, y una cascada de gravámenes, han sumido en la pobreza una parte considerable de estos sectores. Valentin Levisman, presidente de la Confederación Intercooperativa Agropecuaria, Coinagro, afirmó: «El modelo económico excluye a los pequeños y medianos productores».
El endeudamiento de los agricultores se calcula en 10 mil millones de dólares. Se acentuó durante el período de 1990-1992 por la acumulación de intereses vencidos, los que a su vez se dolarizaron con la equiparación del peso con el dólar. Lo anterior tuvo como consecuencia que entre enero de 1991 y diciembre de 1994, el costo de la intermediación financiera alcanzara 380%. Un estudio realizado por la Asociación Agrícola de la Pampa demostró que «una deuda que en 1990 significó una jaula de novillos, a febrero de 1994 implicara 9.7 jaulas, es decir, diez veces más».
La protesta se ha generalizado y los agricultores argentinos han parado varias veces, siendo su reclamo el mismo: refinanciación de las deudas y prohibición a la entrada de productos agrícolas. La Federación Agraria Argentina, FAA, con apoyo de las organizaciones políticas, gremiales y sociales, realizó el 26 de octubre de 1996, una manifestación en Rosario, estacionando los tractores frente a la sucursal del Banco de la Nación, lo que se llamó «el tractorazo». Los manifestantes se concentraron contra el modelo neoliberal, reclamaron la inmediata suspensión de las ejecuciones por deudas y la refinanciación de las mismas.
Esta protesta, enmarcada en la Semana de Resistencia al Modelo Económico, se extendió a todo el país e incluyó la defensa de las entidades de crédito estatales que el gobierno pretende privatizar. René Bonetto, presidente de la FAA, declaró: «Ésta es una cruzada en defensa del Banco de la Nación y los bancos oficiales de provincia, herramientas imprescindibles para el desarrollo de la producción». El dirigente gremial alertó:»Si se sigue profundizando el modelo se va a llevar a los chacareros al límite de sus fuerzas, y quien sabe quién sobrevivirá».