“Marx era de estatura mediana, de anchas espaldas, corpulento y de porte enérgico. Su frente era alta y finamente modelada. El cabello era negro y espeso como un cuervo. La boca ya mostraba en aquella época se rasgo sarcástico que tanto temían sus enemigos. Marx había nacido para dirigente del pueblo. Su discurso era breve, conciso y de una lógica contundente. No malgastaba palabras superfluas. Cada frase una idea y cada idea un eslabón imprescindible en la cadena de su argumentación. Marx no tenía nada de soñador. Cuanto más me daba cuenta de la diferencia entre el comunismo del periodo de Weitling y el del Manifiesto Comunista, más convencido estaba de que Marx representaba la edad viril de la idea socialista.
“Friedrich Engels, hermano espiritual de Marx, más bien representaba el tipo germánico. Delgado, elástico, de cabello y bigotes rubios, se parecía más aun joven y apuesto teniente de la guardia que aún intelectual”.
“Y sin embargo, Engels, que de continuo se limitaba a destacar la importancia de su inmortal amigo, coadyuvó enormemente a la instauración y difusión del socialismo moderno. Engels era de esos hombres a los que hay que conocer de cerca para admirarlos y quererlos”.
“Esos fueron los hombres que habían tomado en sus manos la causa del proletariado”.
(Friedrich Lessner, 1848)
Todas las personas verdaderamente importantes que he conocido eran muy laboriosas y trabajaban duro. En el caso de Marx ambas características se daban en grado sumo. Era colosal su entrega al trabajo, y como de día a menudo estaba ocupado – ante todo en los primeros tiempos de la emigración, buscaba refugio en la noche. Cuando a altas horas de la noche regresábamos de alguna reunión o sesión, se sentaba regularmente a su mesa y trabajaba durante algunas horas. Y estas cuantas horas se iban ampliando cada vez más, hasta que por último trabajaba durante toda la noche para descansar por la mañana. Su esposa le hacía las más diversas advertencias acerca de esa costumbre suya, pero Marx decía que su naturaleza así lo exigía.
(Wilhelm Liebknecht, 1896)
El trabajar se había convertido para Marx en una verdadera pasión, que le absorbía hasta el punto de olvidarse de comer. En no pocas ocasiones hubo que llamarle repetidamente antes de que acudiera al comedor, y apenas había ingerido el último bocado volvía a dirigirse a su gabinete de trabajo. Era persona muy poco dada a la comida e incluso sufría de falta de apetito, que intentaba combatir mediante el consumo de manjares muy salados. Su estomago tenía que pagar por la enorme actividad de su cerebro. Marx sacrificaba todo su cuerpo en aras de su cerebro; la actividad mental constituía su máxima satisfacción. A menudo le oí repetir la siguiente frase de Hegel, maestro de la filosofía de juventud: “Incluso el criminal pensamiento de un malvado es más sublime y majestuoso que los milagros del cielo”.
(Paul Lafargue, 1865)
“Y en ocasiones estoy convencida de que (a Marx y a Engels) los unía un lazo casi tan fuerte como su entrega a la causa de los obreros; su inagotable e indestructible humos. Es difícil encontrar otras dos personas que demuestren tanto placer como ellos por el chiste y la risa. Muy a menudo, especialmente cuando las circunstancias exigían decoro y discreción, los he visto prorrumpir en risas hasta el punto de que las lágrimas les corrían por las mejillas; e incluso aquellos que se creían obligados a mostrar su disconformidad, no podían por más que unirse a las carcajadas. ¡Cuantas veces he observado que no se atrevían a mirarse a las caras, porque sabían que una sola mirada les bastaría para desencadenar una explosión de risas!
(Eleanor Marx-Avleing, 1895)
“Marx no limitaba sus actividades al país en el cual había nacido. ‘Soy ciudadano del mundo- decía-, y allí donde me encuentro, allí actúo. Y en efecto, en todos los países hacía los cuales le habían llevado los acontecimientos y las persecuciones políticas, en Francia, Bélgica e Inglaterra tomó parte activa en los movimientos revolucionarios que allí se desarrollaban”.
(Paul Lafargue, 1890)
“Para Marx, la política era un estudio. Odiaba a muerte a los politicastros y el politiquero, se exasperaba cuando hablaba de esas ‘cabezas huecas’ que con ayuda de unas cuantas frases hechas arreglan los asuntos, y tomando por hechos reales sus deseos e imaginaciones más o menos confusas, dirigen los destinos del mundo desde la mesa de la taberna desde los periódicos, o desde las asambleas y parlamento. Pero por fortuna lo hacen sin que el mundo se preocupe de ello. Con la expresión de ‘cabezas huecas’ se refería a menudo a famosas y renombradas ‘personalidades’”.
(Wilhelm Liebhknecht, 1896)
“Marx es un hombre de enorme inteligencia y por añadidura un erudito en el más amplio y profundo sentido de la palabra. Es un economista concienzudo, al lado del cual Manzini, apenas puede ser llamado un discípulo. Por otra parte, Marx está entregado apasionadamente a la causa del proletariado. Nadie tiene el derecho de poner en duda esta circunstancia, pues pronto hará treinta años que está a su servicio con una tenacidad y fidelidad jamás disimuladas. A ella le ha dedicado toda su vida. No se puede amar a los oprimidos sin odiar a los opresores, y en consecuencia no es posible amar al proletariado sin odiar a la burguesía. Resulta imposible servir durante treinta años a una causa con apasionada entrega, sin amarla. Así pues, sólo el feo prejuicio de la difamación puede tener el atrevimiento de negar el amor de Marx por la causa del proletariado”.
(Majail Alexandrovich Bakunin, 1871)
“Cuando llegaron a Londres los fugitivos de la Comuna, Marx y su familia hicieron extraordinarios esfuerzos para prestar la máxima ayuda y ofrecer sus servicios. Y aparte de los fugitivos que entraban y salían de su casa podían verse allí a menudo trabajadores de provincias, venidos desde Manchester, Liverpool, Londres, desde el continente, desde América y desde otras lejanas partes de la Tierra”.
“Marx tenía la mano y la casa abiertas”
(Friedrich Adolf Sorge, 1871)
“El cerebro de Marx estaba repleto de una increíble cantidad de hechos históricos y científicos y de teorías filosófica, y era capaz de hacer uso apropiado de todos esos conocimientos y observaciones reunidos en largos trabajos intelectuales. Su secreto semejaba un buqué de guerra anclado en el puerto y con las maquinas a pleno vapor, dispuesto en todo momento a zarpar en cualquier dirección del pensamiento. El Capital nos releva a buen seguro un intelecto de sorprendente fuerza y altos conocimientos, pero ni para mí ni para ninguno de quienes conocíamos de cerca de Marx. El Capital u otra obra suya reflejaban toda la magnitud de su genio y saber. Estaba muy por encima de sus obras”.
(Paul Lafargue, 1890)
“El doctor Marx – así se llama mí ídolo, es un hombre todavía joven (tendrá lo sumo 24 años), que asestará el golpe mortal a la religión y a la política medievales. Combina la más profunda seriedad filosófica con el chiste más mordaz.
Imaginate Rousseau, Voltaire, Holbach, Lessing, Heine y Hegel combinados en una sola persona; digo combinados no amontonados. Y entonces tienes al doctor Marx”
(Moses Hess, 1841)
“Marx, mi co-redactor, luchaba siempre con apuros y esperaba injustamente que la empresa le ayudara a salir de ellos. Hay que decir que es de naturaleza muy particular, indicadísima para un erudito y escritor, pero completamente inservible para periodista. Lee muchísimo, trabaja enorme intensidad y posee un talento critico que en ocasiones se convierte en dialéctica que desemboca en arrogancia. Pero nunca lleva las cosas a su término; las interrumpe de continuo y se arroja siempre de nuevo a un inmenso mar de libros”.
(Arnold Ruge, 1844)