En la mayor parte de los Estados históricos los derechos concedidos a los ciudadanos se gradúan con arreglo a su fortuna, y con ello se declara expresamente que el Estado es un organismo para proteger a la clase que posee contra la desprotegida. Así sucedía ya en Atenas y en Roma, donde la clasificación era por la cuantía de bienes de fortuna. Lo mismo sucede en el Estado feudal de la Edad Media, donde el poder político se distribuyó según la propiedad territorial. Y a si lo observamos en el censo electoral de los Estados representativos modernos. Sin embargo este reconocimiento político de las diferencias de fortunas no es nada esencial.
Por el contrario, denota un grado inferior en el desarrollo del Estado, la república democrática, que en nuestras condiciones sociales modernas se va haciendo una necesidad cada vez más ineludible, y que es la única forma de Estado bajo la cual puede darse la batalla última y definitiva entre el proletariado y la burguesía, no reconoce inicialmente diferencias de fortuna. En ella la riqueza ejerce su poder indirectamente, pero por ello mismo de un modo más seguro.
De una parte, bajo la forma de corrupción directa de los funcionarios, de lo cual es América un modelo clásico, y, de otra parte, bajo la forma de alianza entre el gobierno y la Bolsa. Esta alianza se realiza con tanta mayor facilidad, cuanto más crecen las deudas del Estado y más van concentrando con sus manos las sociedades por acciones, no sólo el transporte, sino también la producción misma, haciendo de la bolsa su centro”.
(F. Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, 1884)
El Estado es producto y manifestación de la inconciliabilidad de las contradicciones de clase. El Estado surge en el sitio, en el momento y en la medida en que las contradicciones de clase no pueden. Y viceversa, la existencia del Estado demuestra que las contradicciones de clase son inconciliables.
Según Marx, el estado es un órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por otra, es la creación del ‘orden’ que legaliza y afianza esta opresión, amortiguando los choques entre las clases.
En opinión de los políticos pequeño burgueses, el orden es precisamente la conciliación de las clases y no la opresión de una clase por otra. Para ellos, amortiguar los choques significa conciliar, y no privar a las clases oprimidas de ciertos medios y procedimientos de lucha con el fin de derrocar a los opresores”.
(V.I. Lenin. El Estado y la revolución, 1917)
Hablar de democracia pura, de democracia en general, de igualdad, de libertad, de universalidad, cando los obreros y todos los trabajadores están hambrientos, desnudos, arruinados y torturados no sólo por la esclavitud asalariada capitalista, sino también por una guerra de rapiña que dura cuatro años, mientras que los capitalistas y los especuladores continúan poseyendo ‘la propiedad’ robada y la maquina ‘existente’ del Estado, es burlarse de los trabajadores y explotados. Eso está en pugna con los axiomas fundamentales del marxismo, que enseña a los obreros; debéis utilizar la democracia burguesa, inmenso progreso histórico en comparación con el feudalismo, pero no olvides ni un solo instante el carácter burgués de esa “democracia”, su carácter convencional y limitado en el plano histórico, no compartáis la ‘fe supersticiosa’ en el ‘Estado’, no olvidéis que incluso en la república más democrática, y no sólo en las monarquías, el Estado no es sino una maquina para la opresión de una clase por otra”.
(V. Lenin, Democracia y dictadura, 1918).
Dictadura del proletariado
“Si te fijas en el último capitulo de mi Dieciocho Brunario, verás que digo que la próxima tentativa de la revolución francesa no sería ya, como ahora, el pasar la maquina burocrático-militar de una a otra mano, sino el destruirla y esto es esencial para toda verdadera revolución popular del continente. Y esto es lo que están intentando nuestros heroicos camaradas de partido de Paris, ¡Que elasticidad, que iniciativa histórica, que capacidad de sacrificio la de estos parisienses! Tras seis meses de hambre y de ruina, causadas más bien por la tradición de adentro que por el enemigo de afuera, se alzan bajo las bayonetas prusianas como si entre Francia y Alemania nunca hubiera habido guerra y como si el enemigo no estuviese a las puertas de Paris.
La historia no tiene otro ejemplo de semejante grandeza. Si son derrotados, sólo habrá que culpar a su ‘buen natural’. Debieron haber marchado en seguida sobre Versailles después que Vinoy primero, y luego la parte reaccionaria de la Guardia Nacional de Paris se hubieron retirado. Se perdió el momento oportuno por escrúpulos de conciencia. No quisieron desatar la guerra civil, como si ese torcido aborto de Thiers no hubiera desencadenado ya la guerra civil con su intento de desarmar París. Segundo error, El Comité Central abandono el poder demasiado pronto para dar paso a la Comuna. ¡Otra vez por escrupulosidad demasiado ‘honorable’! Pero, sea como fuere, este levantamiento de París – aun si sucumbe a los lobos, chanchos y viles perros de la vieja sociedad, es la hazaña más gloriosa de nuestro partido desde la insurrección parisiense de Junio”.
(C. Marx. Carta a Kugelmann, 12 de abril de 1871).
“Cuando estalló el movimiento revolucionario masivo del proletariado, Marx, a pesar del revés sufrido por este movimiento, a pesar de su corta duración y de su patente debilidad, se puso a estudiar que formas había revelado.
“La Comuna es la forma, ‘al fin descubierta’ por la revolución proletaria, en la que puede lograrse la emancipación económica del trabajo.
“la Comuna es el primer intento de la revolución proletaria de destruir la máquina estatal burguesa, y la forma política, ‘al fin descubierta’, que puede y debe sustituir lo destruido”.
(V.I. Lenin. El Estado y la revolución, 1917)
“El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y para aumentar con la mayor rapidez posible la suma de las fuerzas productivas”.
“El poder político, hablando propiamente, es la violencia organizada de una clase para la opresión de otra. Si en la lucha contra la burguesía el proletariado se constituye indefectiblemente en clase; si mediante la revolución se convierte en clase dominante y, en cuanto clase dominante, suprime por la fuerza las viejas relaciones de producción, suprime al mismo tiempo que estas relaciones de producción las condiciones para la existencia del antagonismo de clase y de las clases en general, y, por tanto, su propia dominación como clase”.
(C. Marx y F. Engels. Manifiesto del Partido Comunista, 1848)
“El Estado es una organización especial de la fuerza, una organización de la violencia para reprimir a otra clase, cualquiera que sea. ¿A qué clase tiene que reprimir el proletariado? Esta claro que únicamente a la clase exportadora, es decir, a la burguesía. Los trabajadores necesitan del Estado sólo para aplastar la resistencia de los explotadores. Y este aplastamiento puede dirigirlo y efectuarlo sólo el proletariado, la única clase consecuentemente revolucionaria, la única clase capaz de unir a todos los trabajadores y explotados en la lucha contra la burguesía, por la completa eliminación de ésta”.
(V. I. Lenin. El Estado y la revolución, 1917)
“Lo fundamental en la doctrina de Marx es la lucha de clases. Así se dice y se escribe con mucha frecuencia. Pero no es exacto.
De esta inexactitud dimana a cada paso una adulteración oportunista del marxismo, su falseamiento en un sentido aceptable para la burguesía. Porque la teoría de la lucha de clases no fue creada por Marx, no por la burguesía antes de Marx, y es, en términos generales, aceptable para la burguesía.
Quien reconoce solamente la lucha de clases no es aún marxista, puede resultar que no ha rebasado todavía el marco del pensamiento burgués y de la política burguesa.
Circunscribir el marxismo a la teoría de la lucha de las clases significa limitarlo, tergiversarlo, reducirlo a algo aceptable para la burguesía. Únicamente es marxista quien hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado. En ello estriba la más profunda diferencia entre un marxista y un pequeño (o un gran) burgués adocenado. En esta piedra de toque es la que debe contrastarse la comprensión y el reconocimiento verdaderos del marxismo.
“Además, la esencia de la teoría de Marx acerca del Estado sólo la asimila quien haya comprendido que la dictadura de un clase es necesaria no sólo en general, para toda la sociedad dividida en clases, no sólo para el proletariado después de derrocar a la burguesía, sino también para todo el período histórico que separa el capitalismo de la ‘sociedad sin clases’, del comunismo. Las formas de los Estados burgueses son extraordinariamente diversas, pero su esencia es la misma; todos esos Estados son, de una manera o de otra, pero, en última instancia, necesariamente, una dictadura de la burguesía. Como es natural, la transición del capitalismo al comunismo no puede por menos de proporcionar una ingente abundancia y diversidad de formas políticas; más la esencia de todas ellas será, necesariamente, una; la dictadura del proletariado”.
(V.I. Lenin, op, cit)
“En su primera etapa o primer paso, tal revolución de una país colonial o semicolonial, aunque por su carácter social sigue siendo fundamentalmente democrático – burguesa y sus reivindicaciones tienden objetivamente a desbrozar el camino al desarrollo del capitalismo, ya no es una revolución de viejo tipo; dirigida por la burguesía y destinada a establecer una sociedad capitalista y un Estado de dictadura burguesa, sino una revolución de nuevo tipo, dirigida por el proletariado y destinada a establecer, en esa primera etapa, una sociedad de nueva democracia y un Estado de dictadura conjunta de todas las clases revolucionarias. Por consiguiente, esta revolución abre precisamente un camino aún más amplio al desarrollo del socialismo”.
(Mao Tsetung. Sobre la nueva democracia, 1940)
Extinción del Estado
“La necesidad de educar sistemáticamente a las masas en esta idea de la revolución violenta, y precisamente en ésta, es la base de toda la doctrina de Marx y Engels”
“La sustitución del Estado burgués por el Estado proletario es imposible sin una revolución violenta. La supresión del Estado proletario, es decir, la supresión de todo Estado, sólo es posible mediante un proceso de extinción”.
(V.I. Lenin. El Estado y la revolución, 1917)
“Sólo en la sociedad comunista, cuando se haya roto ya definitivamente la resistencia de los capitalistas, cuando hayan desaparecido los capitalistas, cuando no haya clases (es decir, cuando no existan diferencias entre los miembros de la sociedad por su relación con los medios de producción sociales), sólo entonces ‘desaparecerá el Estado y podrá hablarse de libertad’. Sólo entonces será posible y se hará realidad una democracia verdaderamente completa, verdaderamente sin ninguna restricción. Y sólo entonces comenzará a extinguirse la democracia, por la sencilla razón de que los hombres, libres de la esclavitud capitalista de los innumerables horrores, bestialidades, absurdos y vilezas de la explotación capitalista, se habituaran poco a poco a observar las reglas elementales de convivencia, conocidas a lo largo de los siglos y repetidas desde hace milenios en todos los preceptos; a observarlas sin violencia, sin coerción, sin subordinación, sin esa maquina especial de coerción que se llama Estado.
“La expresión ‘el Estado se extingue’ esta muy bien elegida, pues señala la gradación y la espontaneidad del proceso. Solo la fuerza de la costumbre puede ejercer y ejercer sin duda esa influencia, pues observamos alrededor nuestro millones de veces con que facilidad se habitúan los seres humanos, al cumplir las reglas de convivencia que necesitan, si no hay explotación, si no hay nada que indigne, provoque protestas y sublevaciones y haga imprescindible la represión”.
(V.I. Lenin, op, cit)