Hoy he muerto otra vez, que nadie llore,
que nadie escriba regreso en mi epitafio,
que rodeen mi tumba de orlas rojas.
¿Para qué la tristeza, camaradas?
¡Si he de morir de nuevo muchas veces!
En vez de adelgazar la voz y las palabras
sabed definitivamente que yo puedo morir y volver a morir,
más mi partido, como las ramas de un árbol siempre verde,
tendrá cien retoños para cada muerte.
¡Pero él, el asesino, el que clavó su bala entre mis sienes,
alegraos, amigos, camaradas, tendrá sólo una muerte!