“Si la URSS y Viet Nam logran anexarse Kampuchea, nada les impedirá materializar su propósito estratégico de invasión y expansión en Asia del Sureste, adueñarse del estrecho de Malaca y dominar el Pacífico Meridional y el Índico Oriental. El problema de Kampuchea está estrechamente relacionado con el de Afganistán y lo está el de Asia Suroriental con el de Asia Suroccidental y el Golfo Pérsico”.
Con estas palabras sintetiza Khieu Samphan, primer ministro de Kampuchea Democrática y presidente provisional del Frente Democrático y Patriótico de Gran Unión Nacional de Kampuchea, los objetivos a largo plazo del socialimperialismo al mantener 200 mil soldados vietnamitas ocupando aquella nación, que hasta el 25 de diciembre de 1978 había conservado su status independiente y no alineado. En esta fecha, el ejército de Hanoi invadió Kampuchea, instaló en Phnom Penh un régimen títere y se dedicó a la tarea de aniquilar todo foco de resistencia con el fin de consumar la anexión del país. Empero, a pesar de la considerable superioridad en hombres y armamentos y del respaldo del oso soviético, al cabo de 38 meses de guerra Viet Nam no ha podido salirse con la suya y afronta un prolongado y desgastador combate con las fuerzas del gobierno legítimo de Kampuchea Democrática y otros sectores patrióticos. Los agresores han perdido la iniciativa militar, política y diplomática y a escala mundial aumenta cada día su aislamiento y crecen las protestas contra el infame genocidio cometido contra el pueblo Kampucheano.
Favorable evolución militar
Al comienzo de las hostilidades, por cada combatiente de Kampuchea Democrática había 6 ó 7 invasores, lo cual hizo pensar a la camarilla de Le Duan en una campaña relámpago que no iría, según sus cálculos, más allá del fin de la estación seca de 1979, o sea, el mes de abril. Gracias a su inmenso poderío bélico y a las ventajas que le proporcionaba su condición de agresor, Viet Nam pudo conquistar inicialmente la mayor parte del territorio kampucheano y someter a su dominio las principales ciudades, vías de comunicación y regiones agrícolas de la pequeña nación.
Para darle un toque de legitimidad a su atropello, los vietnamitas ungieron a un agente suyo, un tal Heng Samrin, como jefe de gobierno, a quien la URSS y todos sus paniaguados consideran único representante del pueblo khmer. Todo parecía indicar que el sueño dorado de Hanoi de crear una “federación indo-china” bajo su batuta y sin respetar las aspiraciones nacionales de los otros pueblos de la región era ya una realidad con una Kampuchea asolada y un Lao sojuzgado por más de 50.000 uniformados vietnamitas.
El gobierno legal de Kampuchea Democrática y su ejército se vieron forzados a replegarse a las zonas occidentales del país, desde donde dieron comienzo a la organización de la resistencia. Venciendo toda suerte de obstáculos de orden militar, económico y político, los rebeldes conformaron el Frente Democrático y Patriótico de Gran Unión Nacional y desplegaron una intensa actividad guerrillera que poco a poco se difundió por casi todo el territorio. Para la estación seca de octubre de 1979 a mayo de 1980 se hizo evidente que los agresores no habían conseguido aniquilar la resistencia y que ésta, por el contrario, se consolidaba en las regiones liberadas del oeste, donde tenía en armas a cerca de 60.000 hombres enrolados en un ejército regular y 50.000 en destacamentos guerrilleros. En su afán por destruir los bastiones patriotas, los vietnamitas atacaron repetidas veces, a mediados de 1980, a Tailandia, arrasaron varias aldeas y dieron muerte a decenas de civiles.
Acosada por crecientes dificultades internas, la burocracia dominante de Hanoi se vio imposibilitada para incrementar su ejército de invasión en Kampuchea y para emprender nuevas ofensivas estratégicas, limitándose a lanzar campañas esporádicas sobre las áreas controladas o influenciadas por las tropas de Kampuchea Democrática. Los vietnamitas, imitando a sus amos rusos en Afganistán, han venido utilizando en su guerra de exterminio armas químicas contra la población kampucheana, según denuncias de varios organismos internacionales, incluida la ONU.
En 1981 la situación no mejoró para los ocupacionistas. De acuerdo con el balance del alto comando del ejército nacional y las guerrillas de Kampuchea Democrática, dado a conocer en octubre del mismo año, los vietnamitas sufrieron 36.000 bajas, entre muertos y heridos; la insurrección liberó alrededor de 300 poblados y el número de personas bajo protección del régimen revolucionario alcanzó 1.700.000; muchas vías de comunicación de gran importancia para el enemigo fueron destruidas o dañadas; cerca de 3.000 soldados vietnamitas desertaron y entregaron sus armas a los luchadores populares. El informe señala además que, “debido a la falta de efectivos y a la no existencia de fuerzas estratégicas de intervención el enemigo perdió toda iniciativa de combate en la temporada lluviosa de 1981 (mayo a octubre)”. Y concluye diciendo: “El deterioro de la situación del enemigo resulta, asimismo, de la pérdida de su moral, de las frecuentes rebeliones y deserciones en sus filas, de las revueltas de soldados kampucheanos alistados a la fuerza, de la escasez de alimentos, de las críticas condiciones de salud de sus tropas, de las enormes dificultades en todos los campos en Viet Nam mismo y del completo aislamiento en la arena internacional”.
Nuevas realidades y cambio de política
En diciembre de 1979, el gobierno de Kampuchea Democrática fue reorganizado con el objeto de unir más ampliamente a las fuerzas nacionales, dentro y fuera del país, para la lucha contra el enemigo vietnamita y la defensa de la patria. De igual modo, se decidió suspender la Constitución y tomar como ley fundamental el programa político del Frente Democrático y Patriótico de Gran Unión Nacional. Khieu Samphan empezó a desempeñarse como primer ministro del gobierno reformado, mientras Ieng Sary continuó al mando del Ministerio de Relaciones Exteriores.
En una rueda de prensa celebrada a mediados de 1980, Khieu Samphan expresó que el gobierno “se está esforzando para consolidar y ampliar el Frente Democrático y Patriótico de Unión Nacional, y hacerlo más poderoso”. Refiriéndose a las experiencias del periodo anterior a la invasión de Viet Nam, el dirigente señaló: “Cometimos excesos y serios errores. Habíamos intentado movilizar a todo el pueblo para elevar la producción agrícola y mejorar las condiciones de vida lo más pronto posible. Pero obligamos al pueblo a realizar trabajo manual que resultó demasiado duro para algunas personas”.
En consecuencia, algunas gentes murieron de agotamiento, enfermedad y desnutrición. Ieng Sary dijo por su parte que “la decisión de trasladar al campo a los pobladores urbanos fue desastrosa para un crecido número de personas”. Subrayó que “en las áreas administradas por Kampuchea Democrática se han abolido los comedores comunales y el trabajo colectivo forzado, y se han garantizado los negocios privados y todas las libertades civiles”.
La agresión vietnamita creó una situación totalmente nueva en Kampuchea, lo cual llevó a sus líderes a examinar cuidadosamente ciertos hechos del pasado, hacerse una autocrítica con respecto a los errores cometidos y formular una política de salvación nacional que les permitiera trabajar conjuntamente con las inmensas mayorías del pueblo. La organización de la administración y el impulso dado al frente unido son asuntos reveladores de dicho esfuerzo. Es por ello que el 18 de diciembre de 1979, el gobierno de Kampuchea Democrática proclamó solemnemente: “En la actualidad nuestra tarea ya no consiste en llevar adelante la revolución socialista y construir el socialismo; nuestra lucha actual no es ideológica sino que es una lucha por la defensa del territorio y la raza de nuestra amada Kampuchea. La tarea principal y sagrada de toda la nación y el pueblo de Kampuchea consiste en combatir resueltamente a los agresores vietnamitas (…) Por consiguiente, la nueva política estratégica del Frente Democrático y Patriótico de Gran Unión Nacional del Gobierno de Kampuchea Democrática no es una táctica a corto plazo. Es una política estratégica con miras a unir todas las fuerzas de la nación y el pueblo”.
Posteriormente, y tomando como punto de partida la plataforma del Frente Democrático y Patriótico, representantes de éste y del gobierno elaboraron, en junio de 1981, el “Programa Político Mínimo de Cinco Puntos”, que en síntesis contempla: 1) Continuar resueltamente la lucha armada y las otras formas contra la camarilla de Le Duan hasta el retiro de todas sus tropas de Kampuchea. 2) Todas las actividades deben realizarse sobre la base de Kampuchea Democrática, que es la única forma legal del Estado. 3) Todas las fuerzas nacionales unidas contra Viet Nam deben evitar los conflictos entre sí, que redunden en un debilitamiento de su objetivo común. 4) Después de la evacuación de todas las tropas vietnamitas, se efectuarán elecciones generales mediante votación libre, directa y secreta, bajo la supervisión de la ONU. Esta elección conformará la Asamblea Nacional que redactará la Constitución, decidirá el sistema político del país como un sistema parlamentario y no establecerá el socialismo. Kampuchea será un país independiente, pacífico, neutral y no alineado. 5) Todas las fuerzas que combaten a los vietnamitas podrán mantener su propio status político y gozar de libertad de acción, siempre que no violen el programa mínimo.
Consecuente con los lineamientos trazados para enfrentar al enemigo común y facilitar la unidad nacional, el Partido Comunista de Kampuchea emitió el 6 de diciembre de 1981 un comunicado en el que anuncia su disolución y exhorta a su militancia a continuar adelantando la guerra popular contra Viet Nam, en estrecha colaboración con los demás sectores patrióticos.
Por último, entre septiembre y noviembre del año pasado, se reunieron en la capital de Tailandia, Bangkok, representantes de los sectores que conforman la resistencia kampucheana, a saber: los que dirigen Khieu Samphan, Samdech Norodom Sihanouk y Son Sann. Las tres corrientes han venido estudiando el problema de la integración de un gobierno de coalición, no obstante las diferencias políticas existentes entre ellas. En la, actualidad continúan desarrollándose conversaciones tendientes a superar los obstáculos y lograr que todos los grupos tengan representación en pie de igualdad en la administración del Estado. El gobierno de Kampuchea Democrática, por su parte, ha hecho un llamado al pueblo para que discuta ampliamente acerca de cuáles deben ser los principios básicos que permitan establecer un régimen conjunto en el país.
El mundo con Kampuchea
Los pueblos de los cinco continentes manifestaron desde un comienzo su repudio al cobarde ataque de Viet Nam contra una débil nación que no alcanza a los seis millones de habitantes. Moscú y Hanoi se han empeñado en vano por conseguir el reconocimiento internacional del régimen títere impuesto a raíz de la entrada de las hordas vietnamitas a Kampuchea. El 13 de octubre de 1980, la Asamblea General de la ONU rechazó, con 35 votos a favor, 74 en contra y 32 abstenciones, la propuesta de la URSS y Viet Nam que pretendía ceder a Heng Sanrim el puesto de Kampuchea Democrática en dicho organismo. La comunidad mundial se ha negado en varias ocasiones a aceptar la legitimidad del fantoche de Hanoi y sólo reconoce como representante auténtico del pueblo kampucheano al gobierno encabezado por Khieu Samphan.
El 21 de octubre de 1981, las Naciones Unidas aprobaron por 100 votos contra 24 una resolución sobre la situación en Kampuchea, en la que se destaca la exigencia del retiro de todas las tropas foráneas de ese país como base indispensable para cualquier solución al problema.
En marzo del último año, con motivo del anuncio hecho por Heng Samrin de que estaba dispuesto a celebrar elecciones, el presidente del Comité Permanente de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Ansea) afirmó: Los países miembros de la Ansea no pueden reconocer la validez de ninguna elección que obligue al pueblo kampucheano a aceptar candidatos impuestos a él por una fuerza extranjera. Bajo la sombra de 200.000 soldados vietnamitas, el pueblo kampucheano no tiene capacidad de buscar la satisfacción de sus intereses nacionales ni de formar un gobierno de su propia elección ni de elegir libremente a sus dirigentes”.
Entre el 13 y el 17 re julio de 1981 se llevó a cabo en la sede de la ONU, en New York, la Conferencia Internacional sobre Kampuchea, a la que asistieron delegados de los países y territorios. La declaración, aprobada por unanimidad, estipulaba que todas las tropas extranjeras deben salir de Kampuchea lo más pronto posible; que debe respetarse la independencia, la soberanía, la integridad territorial y la posición no alineada y neutral de Kampuchea, y que los demás países deben comprometerse a no intervenir de ninguna manera en los asuntos internos de Kampuchea, sea directa o indirectamente.
Organizaciones democráticas y revolucionarias de todas las latitudes realizaron en 1981, en Tokio, la primera Conferencia sobre Kampuchea, en la que participaron también destacadas personalidades. El evento condenó enérgicamente la agresión soviético-vietnamita e impulsó una campaña mundial de solidaridad. Igualmente, se acordó la realización de la segunda conferencia en 1983 en los Estados Unidos.
No obstante las simpatías que despierta en el orbe la lucha de Kampuchea Democrática y la ayuda que algunos países, entre ellos la República Popular China, han brindado a los patriotas, éstos precisan, al igual que los afganos, de un respaldo continuo y abundante de alimentos, armas y municiones para enfrentar con éxito a los intervensionistas. Apoyar a los kampucheanos significa contribuir a la causa de la emancipación de los pueblos y la derrota del socialimperialismo y sus acólitos.