En octubre de 1980 las tres grandes textileras antioqueñas, Coltejer, Fabricato y Tejicóndor, señalaron que mientras el mercado nacional se reduce en un 14%, la oferta de géneros del exterior crece a un ritmo del 87%. Lo anterior las llevó a afirmar que, de persistir esta situación, la industria textil colombiana quedará en peligro de desaparecer. El contrabando y las importaciones legales de telas superan la producción de Fabricato y sobrepasan el total de las ventas nacionales de Coltejer.
Si a lo anterior se agregan las elevadas tasas de interés y el alto grado de endeudamiento de las empresas, no son de extrañar las dificultades por las que atraviesa el sector textilero; Celanese cerró las plantas de Yumbo y Sabaneta y solicitó permiso para licenciar sus 1.300 activos y sus gastos financieros aumentaron, entre 1979 y 1980, en 161 por ciento; en Barranquilla, los 450 operarios de Tejidos Marisol se tomaron las dependencias debido a su inevitable cierre.
La pérdida del mercado nacional, las dificultades financieras que sufren las sociedades y el retroceso económico del país, no son más que el fruto de la política antinacional y antipopular de las clases dominantes de liberar las importaciones, el contrabando, impulsar la inflación, restringir y encarecer el crédito y entregarle la economía a los monopolios foráneos y al capital especulativo financiero.
Quiebra de dos grandes
Marisol, una de las primeras fábricas de tejidos del país, alcanzó a contar con 1.500 trabajadores. A partir de julio del año pasado, fecha en la cual entró en concordato, comenzó a despedir personal, reduciendo su nómina a 450 operarios. El 21 de diciembre, con el fin de presionar ante las autoridades y los patronos algún arreglo a su precaria situación laboral y económica, los obreros decidieron ocupar las instalaciones. Se repite la historia, a escaso un año, de lo ocurrido con ropa el Roble, de Bucaramanga, y después de que más de un centenar de pequeñas y medianas empresas suspendieron actividades o entraron en bancarrota.
Celanese tiene 1.300 trabajadores y tres plantas en Yumbo, Sabaneta y Barranquilla, pertenece en un 48% a Celanese Internacional; en un 42% a Empresas del Grupo Financiero Bogotá, como Seguros Bolívar y Cementos Samper y el resto a particulares norteamericanos y colombianos.
En mayo, la compañía debía más de 3.200 millones de pesos de los cuales 2.522 eran a corto plazo. Para esa misma fecha presentaba unas pérdidas de cerca de 300 millones, siéndole imposible atender el pago de sus obligaciones inmediatas. A tal estado de cosas se llegó por una baja considerable de sus ventas, ya que el mercado nacional se encuentra inundado por las fibras entradas tanto de contrabando como legalmente. Los propietarios extranjeros se rehusaron a recapitalizar la sociedad y ésta fue puesta en concordato en julio del año pasado. Sin embargo, finalmente no hubo acuerdo entre los acreedores, incluidos el Banco de Bogotá y entidades del Grupo Grancolombiano, lo cual hace prever para muy pronto la declaratoria de quiebra.
Además de cerrar las plantas de Yumbo y Sabaneta, la empresa ha solicitado permiso para despedir a los 1.300 obreros que quedan, de los 1.580 que tuvo un año antes.
El atolladero de los textiles
La industria textil colombina, considerada la más dinámica del país, la primera en cuanto a generación de empleo (el 14.7% de toda la manufactura) y la segunda por el valor de la producción bruta (el 11.1%), daba ocupación hacia 1979 a 76.000 personas. En 1980, con respecto a 1979, disminuyó el empleo en el 1.5%, según el DANE, y, en el período enero a septiembre de 1981, lo volvió a reducir en el 5.77% con respecto al año anterior. En otras palabras, en los dos últimos años esta rama de la producción ha dejado cesantes a más de 6.000 operarios. A lo cual hay que sumarle los miles de desocupados producto del cierre o merma de la actividad de numerosas fábricas de la rama de la confección.
La crisis de los tejidos repercute a su vez en la que sufre el cultivo del algodón. Diagonal, comercializadora que adquiere la fibra para las grandes firmas, anunció a última hora que durante el primer semestre de 1982 ni siquiera compraría las 16.600 toneladas asignadas por el Ministerio de Agricultura, cuando en el mismo período de 1979 había obtenido 54.000 y, en el de 1981, 39.000.
Desde principios del año antepasado los diferentes gremios económicos vienen sosteniendo que la industria colombiana, y en especial la textil, presenta claros signos de recesión. La Andi ha calculado en 150 millones los metros de tela provenientes del exterior en 1980, equivalentes a la cuarta parte de la producción nacional. Por otro lado, las altas tasas de los intereses y el grado de endeudamiento de las sociedades las han descapitalizado. Mientras las ventas se les redujeron en cerca de un 20% a Coltejer, Fabricato, Tejicóndor y Celanese, los gastos financieros más que se duplicaron en promedio para estas mismas empresas. Las deudas de Fabricato y Tejicóndor están alrededor del 70% con respecto al total de sus activos y las de Coltejer y Celanese superan el 80%.
Entre tanto, el gobierno sostiene que la situación es buena y el DANE, acomodando las estadísticas, trata de restarle importancia a la recesión. El ministro de Hacienda, Wiesner Durán, afirmaba en separata de The New York Times del 31 de mayo de 1981, pagada con fondos oficiales, que “no cabe duda que el país ha venido experimentado un progreso rápido y sostenido”. El ministro asimismo anotaba que “la existencia de problemas cada vez más grandes significa síntomas de crecimiento”. (El Tiempo, diciembre 14 de 1981).
Pero los miles de pequeños empresarios agrícolas e industriales arruinados por la caótica política gubernamental, los cientos de miles de desempleados y en general el pueblo que padece la escalada de la inflación, sólo encontrarán alivio cuando logremos derrocar a la oligarquía vendepatria y explotadora, única causante de la postración en que se encuentra la economía colombiana.