Si bien es cierto que cada pueblo hace su propia revolución, si bien cierto que cada pueblo fabrica sus propios instrumentos revolucionarios, si bien es cierto que ningún pueblo le traza el camino a otro, también es verdad que el combate tiene que ser de conjunto. En conjunto tenemos que golpear tanto al imperialismo norteamericano, el que principalmente nos oprime, como al socialimperialismo soviético que pretende reemplazar a los yanquis en nuestro Continente. Con frecuencia se dice que debido a que el socialimperialismo se encuentra un tanto lejos y que el enemigo fundamental es el imperialismo norteamericano, la tarea de desenmascarar al primero no tiene importancia.
Tesis como ésta son sumamente peligrosas. Si el socialimperialismo no es un factor dominante en los países de América Latina, con la excepción de Cuba, en cada uno de nuestros Estados tiene agentes, filiales, dependencias llamadas partidos comunistas revisionistas. En América Latina los partidos revisionistas no tienen ningún tipo de independencia ideológica o política; son simples cajas de resonancia del Kremlin. Esos partidos jamás aplican políticas independientes dentro del proceso de su propia lucha de clases. Cada uno de sus actos, por pequeños que sean, son producto del socialimperialismo, son producto de sus intereses.
Por ello la lucha en Latinoamérica por la revolución, por la democracia, por la independencia nacional, debe estar indisolublemente ligada a la lucha contra el socialimperialismo soviético y el revisionismo.