Revolucionarios Norteamericanos: «NOS CONSIDERAMOS CAMARADAS DE TODOS LOS PATRIOTAS COLOMBIANOS»

Uno de los aspectos menos conocidos de la sociedad norteamericana es el trabajo revolucionario que llevan a cabo los obreros, los estudiantes, los intelectuales y en general las gentes progresistas. Sin embargo, desde la época de las protestas masivas contra la guerra de Vietnam, entre 1965 y 1972, en los Estados Unidos son cada vez más comunes las manifestaciones de inconformidad con el sistema imperante, que atraviesa por una de las peores crisis de su historia en un momento en que la Unión Soviética, armada hasta los topes, inicia su ofensiva estratégica en procura de materias primas, mano de obra barata, facilidades militares, mercados y vías de comunicación en todo el mundo.

La competencia de Europa Occidental y del Japón, por otra parte, ha contribuido también al progresivo debilitamiento de ramas enteras de la economía norteamericana, como es el caso de la industria automotriz, que ha tenido que despedir cerca de 200 mil trabajadores en el curso de los últimos años. Al mismo tiempo, millones de negros, chicanos, puertorriqueños, cubanos, colombianos y miembros de muchas otras minorías nacionales de quienes depende un buen porcentaje de la producción agrícola y fabril del país, se han aglutinado en diferentes organizaciones de masas para combatir la discriminación racial, los bajos salarios y la ausencia de derechos democráticos. En estas circunstancias, algunos partidos políticos que buscan orientarse por un programa marxista-leninista han salido a la luz pública, y numerosos grupos independientes de obreros, periodistas, académicos y profesores universitarios, dispersos en varias ciudades, han multiplicado sus campañas de solidaridad con la lucha de los pueblos del Tercer Mundo.

Unos de estos grupos, radicado en Los Ángeles, en la Costa Pacífica de los Estados Unidos, edita desde hace algunos años una revista trimestral con el nombre de Colombia Report, en cuyas páginas se difunden las luchas del pueblo colombiano y las actividades de nuestro Partido. Un miembro del equipo de redacción, Raúl Fernández, profesor de economía en la Universidad de California, visitó recientemente a Colombia, por tercera vez desde 1975, y concedió a Tribuna Roja la siguiente entrevista:

¿Cuándo, cómo y por qué fundaron ustedes la revista?
Colombia Report nació como una iniciativa de varios ciudadanos norteamericanos vinculados a distintos centros universitarios de California; iniciamos labores hace tres años con un tiraje aproximado de 600 ejemplares y procuramos hacer una publicación dirigida principalmente a estudiantes, profesores, investigadores y periodistas especializados en la problemática en América Latina, aunque también vendemos suscripciones en sindicatos, partidos políticos y medios de comunicación. Nuestro objetivo es fomentar la solidaridad con la batalla que libran las naciones oprimidas del mundo contra las dos superpotencias, los Estados Unidos y la Unión Soviética, y en este sentido estamos desarrollando un trabajo informativo sobre luchas populares en Colombia y hemos escrito artículos de fondo sobre cuestiones económicas y de política internacional. Próximamente vamos a publicar una investigación sobre el agro colombiano, y en los números siguientes esperamos aumentar el tiraje, ampliar nuestro radio de acción y dar a conocer materiales que, junto con otros compañeros, hemos elaborado sobre México, Cuba y República Dominicana.

¿Cuál es la situación actual del movimiento obrero y de las fuerzas marxistas en los Estados Unidos?
Por muchos motivos, la conciencia del movimiento obrero norteamericano, en este momento, es mínima. Esto se explica entre otras cosas porque la explotación despiadada a que están sometidos los países neocoloniales por parte del imperialismo yanqui, particularmente en América Latina, ha permitido que los cartels dispongan de multimillonarias sumas de dinero para sobornar a algunas capas privilegiadas del proletariado estadinense y para mantener a las demás en el atraso, la apatía y el escepticismo. Las confederaciones sindicales han caído en manos de grandes y pequeñas camarillas de dirigentes corruptos, que constituyen verdaderas mafias vinculadas a los organismos del gobierno, a los magnates de la industria y a los dos partidos tradicionales. El caso del sindicato nacional del magisterio, que hace unos años otorgó un empréstito de 100 millones de dólares a la ciudad de Nueva York, es apenas una muestra al respecto.

No obstante, en el movimiento obrero de los Estados Unidos siempre han existido sectores importantes que se han negado a claudicar ante los monopolios. Un ejemplo reciente lo dieron 165 mil mineros del carbón que en 1978 realizaron una huelga de varios meses, paralizando la producción y el transporte d este mineral en todo el país. Los braceros de los puertos, los asalariados agrícolas de California, la Unión de Trabajadores Agrícolas de Texas y otras organizaciones similares también han emprendido valerosas protestas.

En cuanto a las fuerzas políticas de izquierda hay que señalar, en primer término, por orden de antigüedad, al Partido Comunista pro-soviético de los Estados Unidos, una agrupación que en sus orígenes sostuvo batallas revolucionarias pero que se disolvió lánguidamente, en 1944, bajo el embate liberal y reformista de Earl Browder.

Sus restos padecieron las consecuencias de la persecución oficial de la “caza de brujas” durante la época del macartismo, y hacia 1960 sólo había unos pocos militantes que por lo general operaban clandestinamente en frentes amplios, o camuflados dentro de las filas del Partido Demócrata. Hoy en día el revisionismo es una colectividad hipotecada a la política del Kremlin y con muy poca audiencia ante la clase obrera, y cuya principal actividad de prensa consiste en repetir los despachos de la agencia Tass sobre el desarme y la distensión.

Desde mediados de la década del sesenta, sin embargo, y bajo la influencia de la polémica chino-soviética, en Norteamérica surgieron numerosos grupos de orientación marxista-leninista. El más importante de ellos fue el Progressive Labor Party (Partido Progresista del Trabajo), fundado en 1965, que combatió con bastante éxito por imprimirles un rumbo revolucionario a las manifestaciones estudiantiles contra la guerra de Indochina, durante los gobiernos de Jonson y de Nixon. El PLP fue el primer destacamento en romper con las tesis revisionistas de la Unión Soviética, en clarificar el problema de la participación en elecciones y en crear una corriente maoísta en los Estados Unidos, que llegó a tener varios miles de militantes. Por errores de infantilismo de izquierda, en 1969 se escindió en varias tendencias, muchas de las cuales conformaron después el núcleo inicial de las tres principales organizaciones que se reclaman marxistas–leninistas en la actualidad: el Partido Comunista (ML), el Cuartel General Revolucionario de los Trabajadores y la Liga de Lucha Revolucionaria.

¿Cómo interpretan ustedes el fracaso electoral de Carter y la victoria de Reagan?
En los Estados Unidos la política internacional desempeña un papel definitivo en las campañas presidenciales, y existe allá una especie de tradición nacional que casi siempre reelige a los primeros mandatarios cuando el país se encuentra en crisis en el exterior. En las elecciones pasadas las cosas sucedieron al contrario por primera vez desde 1932, y el triunfo del lado de los republicanos.
Es apenas natural que ciertas consideraciones internas, como la inflación y el desempleo, hayan contribuido a la derrota fulminante de Carter en la mayoría de los Estados de la Unión. Pero lo que inclinó la balanza a favor de Ronald Reagan fueron los errores y vacilaciones de su antecesor en el manejo de la situación mundial. Durante el cuatrienio de los Derechos Humanos la Unión Soviética consolidó sus esferas de influencia en el Sureste Asiático, invadió Afganistán, sentó sus reales en América Central y reafirmó sus puestos de dominación en el Caribe, Angola, Etiopía, Yemen del Sur y Medio Oriente, al tiempo que cercó de alambras la frontera con Polonia.

En estas condiciones no es extraño que un hombre como Reagan representara mejor los intereses, los anhelos y las aspiraciones revanchistas de los monopolios yanquis, que terminan llevándolo a la Casa Blanca para que afilara de nuevo las espuelas del águila imperial.

Su programa de gobierno pretende restablecer los viejos privilegios y prerrogativas de que gozaban los Estados Unidos en el mundo de la última post-guerra, para ello se propone aumentar el presupuesto militar en un 67% durante los próximos 6 años, disminuir los gastos de asistencia pública y aprobar una reducción de impuestos que beneficia ante todo a las grandes corporaciones y al capital financiero. Sobra decir que ninguna de estas medidas podrá detener la decadencia del imperialismo norteamericano, ni las luchas de liberación nacional en Asia, África y América Latina.

¿Cuál es la realidad sobre las minorías nacionales, y en qué consiste el problema de los trabajadores indocumentados?
Incluidos los negros, dueños de tradición de lucha propia en muchas regiones del país, en los Estados Unidos hay decenas de millones de inmigrantes que provienen de todas partes del mundo, especialmente de Latinoamérica, y que subsisten en condiciones infrahumanas de vida, realizando trabajos mal remunerados que los obreros norteamericanos se niegan a hacer. Ya desde los años veinte México se convirtió en la fuente principal de mano de obra barata para empresas agroindustriales del sureste de los Estados Unidos. Luego llegaron oleadas de puertorriqueños, cubanos, dominicanos, haitianos, colombianos y de otras naciones del Continente. Algunos entran de manera legal, con sus papeles en regla, pero miles atraviesan la frontera sin permiso de las autoridades, acosados por la necesidad de ganarse el pan a cualquier precio.

Hay que señalar que el trabajo de estas personas, legal o ilegal, beneficia enormemente a la economía norteamericana, que no tiene que gastar ni un solo centavo para levantar y preparar a estos. “obreros cautivos”, a quienes por lo demás tampoco retribuye con ningún tipo de prestaciones sociales. Es la misma estructura económica del capitalismo monopolista la que crea estos fenómenos de desempleo y obliga a los pueblos a emigrar en masa. Los trabajadores nativos de los Estados Unidos, al igual que sus hermanos de clase provenientes de todos los países del mundo, son las víctimas de este sistema, aunque también serán sus sepultureros.