«DESECHAR LAS ILUSIONES DE REFORMISMO Y PERSISTIR EN LA REVOLUCIÓN»

El camarada Víctor Manzur, miembro del Comité Central del Partido Comunista del Perú y director del semanario Patria Roja, visitó recientemente a Colombia para continuar un amplio intercambio de opiniones, iniciado en Lima a principios de este año, con el Comité Ejecutivo Central del MOIR. El compañero estuvo en Bogotá, Medellín, Barranquilla, Cartagena y Socorro, donde participó como orador en la manifestación del 21 de marzo pasado. Víctor Manzur concedió a Tribuna Roja la siguiente entrevista, en la que habló sobre la historia de la revolución peruana y sobre la situación actual de las fuerzas marxista-leninistas en el hermano país.

¿Cuáles son a grandes rasgos las principales etapas en la vida del Partido Comunista del Perú?
La historia de nuestro Partido está íntimamente relacionada con la historia de la clase obrera peruana, que adquiere personalidad propia en los inicios del presente siglo, particularmente entre 1907 y 1916, una década que presenció importantes luchas democráticas por la jornada laboral de ocho horas y por mejores condiciones de vida y de trabajo. Por aquella época predominaba una influencia anarco sindicalista en el movimiento obrero, influencia que sólo vino a romperse varios años después, a finales de 1928, cuando José Carlos Mariátegui funda el Partido Comunista del Perú.

Mariátegui sentó las bases para el futuro desarrollo de una auténtica vanguardia política del proletariado peruano e hizo aportes decisivos para que el marxismo empezara a ser asimilado por los sectores más avanzados del pueblo. Al tiempo que creaba la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), en el mismo año de1928, dotando a los asalariados de una central sindical capaz de combatir exitosamente por sus reivindicaciones económicas, Mariátegui nunca dejó de insistir en la necesidad de encarar la contienda por la destrucción del sistema de explotación que oprime y pauperiza a los obreros, consciente de que ninguna reforma ha sido, es o será suficiente para liberar de sus cadenas a quienes no poseen sino su propia fuerza de trabajo. Con José Carlos Mariátegui el proletariado peruano comienza a recorrer el camino de su verdadera lucha política, con un programa, una estrategia y unos objetivos definidos, y en el país se inicia la etapa de la revolución democrático-popular.

Desafortunadamente, el fallecimiento prematuro del gran pensador y revolucionario, ocurrido en 1930, no le permitió formar el número de cuadros requeridos para proseguir su labor. A su muerte se instauró en la Secretaría General del Partido una tendencia oportunista de “izquierda”, aventurera y dogmática, que pretendía copiar de manera mecánica la experiencia de la Unión Soviética y que condujo al movimiento obrero a serios reveces, particularmente en Lima en el centro del país. Estas orientaciones erróneas se mantuvieron hasta 1939 y abonaron el terreno para que aparatos reformistas como el APRA se apoderaran de la dirección de la lucha de masas y la desviaran de sus objetivos históricos.

Como a muchos otros partidos comunistas de América Latina, el estallido de la Segunda Guerra Mundial trajo consigo consecuencias graves para los revolucionarios del Perú. La táctica correcta elaborada por la III Internacional, que ubicaba el fascismo como blanco central de la lucha del proletariado y llamaba a la formación de Frentes Populares en cada país, suponía como requisito imprescindible que los partidos obreros no renunciaran a su independencia política y a la conducción del combate contra sus propias clases dominantes. Pero la camarilla dirigente del Partido de ese entonces impuso una línea totalmente opuesta, capituladora, que se adelantaba a las tesis de Browder en varios aspectos y que implicaba colocarse de furgón de cola de la oligarquía o convertirse en un apéndice socialdemócrata.

A pesar de los enfrentamientos internos que se libraron contra dichas posiciones de derecha, sobre todo en 1948 y 1957, tuvo que transcurrir bastante tiempo antes de que el Partido retomara el legado histórico del Mariátegui y volviera por los cauces del marxismo-leninismo. Fue necesario que se presentaran la gran insurgencia campesina de finales de la década del cincuenta, que levantó a millares de agricultores peruanos en la pelea por la tierra, y acontecimientos tales como el triunfo de la revolución cubana y la polémica chino-soviética, para que en 1964 nuestra organización pudiera oponerse con éxito a la pandilla revisionista, que se había enquistado en los puestos de mando veinte años atrás, y expulsarla de sus filas. El ejemplo del camarada Mao Tsetung y del Partido Comunista de China, que se atrevieron a destapar toda la podredumbre de la nueva burguesía burocrática que ha usurpado la jefatura del Partido y del Estado en la URSS, significó para nosotros una ayuda de mucha utilidad en este sentido.

Sin embargo, fue solo cinco años más tarde, en la VI Conferencia Nacional de 1969, y después de derrotar lo postulados reaccionarios de quienes negaban el papel dirigente de la clase obrera, cuando el Partido Comunista del Perú dio un salto cualitativo hacia delante y empuñó de una vez por todas las banderas de la revolución en el país. Se inauguró así un nuevo periodo de nuestra historia partidaria, el que estamos viviendo en la actualidad, guiado por el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung.

¿Qué actitud asumió el Partido Comunista del Perú ante el golpe militar de Juan Velasco Alvarado en 1968?
Los doce años de dictadura militar que se iniciaron en 1968 fueron un tramo muy valioso de nuestra actividad revolucionaria. La inmensa mayoría de los cuadros eran jóvenes sin experiencia, aislados tanto dentro como fuera del país, y las promesas reformistas del nuevo gobierno habían logrado confundir a numerosos sectores del pueblo y contaban con el apoyo directo o indirecto de todos los partidos políticos. El revisionismo, con el respaldo de la Unión Soviética y de Fidel Castro, se convirtió en uno de los principales defensores de este régimen, cuya reforma agraria y demás medidas demagógicas sólo perseguían dos cosas en el fondo: una, desviar la lucha del campesinado por su legítimo derecho a poseer la tierra y, otra, ampliar hasta cierto punto el mercado de consumo interno, con miras a que el capital extranjero acumulara mayores ganancias.

Con Juan Velasco Alvarado, además, empezó sobre terreno firme la penetración socialimperialista en el Perú, a través del multimillonario negocio de la venta de armas. A principios de los años setentas el ejército peruano adquirió 250 tanques rusos modelo T-54, y en 1977 se realizó una transacción similar que involucraba 30 helicópteros y 36 aviones Mig, sin tener en cuenta los convenios de asistencia que incluían el envío de asesores técnicos y la programación de cursos de adiestramiento en Cuba o en la URSS.

En nuestro país se presentaba entonces la siguiente situación: mientras las tropas reprimían las huelgas y las protestas populares con armamento suministrado por el Kremlin, el embajador del gobierno cubano en Lima, el señor Núñez Borja, era uno de los propagandistas más efectivos con que contaba la dictadura militar.

El Partido planteó “desechar las ilusiones del reformismo y persistir en la revolución”, consigna central que orientó nuestro quehacer político desde 1968. Las condiciones difíciles en que nos hallábamos nos obligaron a profundizar en el estudio de la realidad nacional y a elevar el nivel ideológico de la militancia. Como resultado de todo lo anterior, el Partido Comunista del Perú no sólo combatió en forma permanente contra el despotismo castrense, sino que también supo deslindar campos con las corrientes liberales y revisionistas dedicadas a batir incienso ante los gobernantes de turno. Nuestro Partido fue la única organización de izquierda que impulsó la lucha de las masas y que basándose en los principios defendió, reivindicó y desarrolló el camino independiente del proletariado. Gracias a ello, hoy somos un destacamento con alguna vigencia en el país, con raigambre entre las clases oprimidas y con amplia participación en todos los combates del pueblo.

¿Qué representa el actual gobierno de Fernando Belaúnde y cual es la situación de la izquierda peruana en este momento?
Belaúnde, el candidato que resultó “elegido” en los comicios de mayo de 1980, es el continuador de la dictadura de la gran burguesía industrial y financiera, apéndice del imperialismo norteamericano. Su política se ha traducido en un proceso de pauperización cada vez más agudo, que abarca a la clase obrera, a los campesinos pobres y a los pequeños y medianos empresarios, de relativa solvencia económica. El Fondo Monetario Internacional ha impuesto una devaluación constante de la moneda peruana, la deuda externa asciende a 13 mil millones de dólares. La inflación ha llegado hasta el 11 por ciento en algunos meses, y hay una pérdida abrumadora de la capacidad adquisitiva de los salarios, que hoy equivalen apenas a la quinta parte de su valor de 1973.

Lo anterior explica que nuevos sectores sociales, como es el caso de los médicos, los ingenieros y los trabajadores del Estado, se hayan vinculado estrechamente a las batallas populares de los últimos años, y que las organizaciones proletarias más consecuentes hayan adquirido una influencia significativa en todos los estratos de la población. En las elecciones parlamentarias y presidenciales de mayo de 1980, el Partido Comunista del Perú participó a través de una alianza conocida como Unión de Izquierda Revolucionaria (UNIR), que sacó el mayor número de votos entre todos los grupos adversarios del régimen. Más tarde, en los comicios municipales de noviembre del año pasado, nuestro Partido contribuyó a formar un frente llamado Izquierda Unida, del que hizo parte casi toda la oposición, incluidos los revisionistas, y que desplazó al APRA como segunda fuerza electoral en el país. Los tres puntos principales del programa de Izquierda Unida eran y siguen siendo la lucha por el bienestar del pueblo, por la defensa y ampliación de las libertades públicas y sindicales y por la soberanía e independencia nacional, lo que presupone el no alineamiento de la coalición con ninguna de las dos superpotencias. El revisionismo criollo, minoritario y aislado, tuvo que ceder ante este ultimo principio, indispensable para construir un verdadero frente revolucionario en las circunstancias de hoy.

Finalmente, ¿Qué piensan ustedes acerca de la actual situación internacional?

El Partido Comunista del Perú comparte la teoría científica del camarada Mao Tsetung sobre los tres mundos, por lo tanto considera que la actual situación internacional se caracteriza por el enfrentamiento cada día más enconado entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, que se disputan el control del orbe, de sus mercados y materias primas con alarmante agresividad. Al mismo tiempo, creemos que el imperialismo norteamericano ha entrado en un proceso de franca decadencia y que los nuevos zares del Kremlin, acosados por crecientes dificultades internas, se han vuelto el principal peligro para la paz mundial.

Ante la agudización de la lucha de clases en el plano internacional, nuestro Partido ha venido combatiendo contra los criterios estrechos de lo que en el Perú llamamos el “cholocomunismo”, una tendencia reaccionaria que trata de justificar el carácter burgués de sus postulados nacionalistas con el pretexto de que existen “centros de poder ideológico” que “encasillan” a las organizaciones de izquierda. Nosotros pensamos que la suerte del proletariado mundial, ligada indisolublemente a la suerte de la República Popular China y su Partido Comunista, no puede ser ajena a los revolucionarios peruanos.