Desde noviembre del año pasado el Teatro Libre de Bogotá está presentando su montaje de El Rey Lear, de William Shakespeare, que constituye una de las realizaciones más notables en la historia del arte dramático en Colombia. Dirigidos por Ricardo Camacho y Germán Moure, los 22 actores del grupo y 5 músicos del conjunto “Son del Pueblo” acometieron, desde mediados de 1978, la ardua tarea de llevar a escena esta célebre tragedia del poeta de Straford, poniendo todo su empeño y sus capacidades en cada uno de los detalles, desde la traducción realizada por Jorge Plata, Alberto Salom y Esteban Navajas, hasta la utilería. Vincularon a Enrique Grau, reconocido artista plástico, como diseñador de la escenografía y el vestuario; encomendaron la confección de las telas a Marlene Hoffman; contaron con la colaboración del compositor Eduardo Carrizosa y del director Mauricio Rodríguez en la parte musical, y con la de Jorge Enrique Viloria en la coordinación de las escenas de combate, conformando un verdadero equipo profesional de trabajo cuya exitosa labor artística ha sido ampliamente reconocida.
Como la presentación de El Rey Lear, del TLB fue todo un acontecimiento cultural en Bogotá y sus realizadores han recibido toda clase de elogios, Tribuna Roja quiso conocer las opiniones de los compañeros del grupo sobre el particular:
“Un paso más de cualificación”
Este montaje ha significado, según lo declaran todos los que en él participaron, un perfeccionamiento de sus capacidades escénicas, un aprendizaje desde el punto de vista de la dramaturgia y la elaboración de personajes, y un estímulo a su labor de investigación y conocimiento de la historia. Tal elevación del nivel artístico y cultural, agregan, tiene como fin la consolidación del propósito que anima al grupo desde su fundación, hace siete años, construir un arte que recoja fiel y hermosamente la impetuosa lucha del pueblo colombiano por labrar su propio destino, y ser un digno destacamento de la nueva cultura.
No obstante este empeño, que ha caracterizado toda la trayectoria del Teatro Libre, los voceros oficiosos de la reacción en el campo del arte se han apresurado a proclamar, con mal disimulada alegría, que el montaje de EL Rey Lear significa una ruptura del grupo con lo que llaman “teatro panfletario”, y que “Shakespeare sí es arte”. Otros comentaristas se han atrevido a señalar que en las obras que recogen la vida de las masas populares de nuestro país y exaltan sus gestas históricas, ha prevalecido “una concepción maniqueísta de la política sobre las posibilidades pluridimensionales del arte”, y otras aseveraciones del mismo tenor. ¿Existe en verdad un tal cambio de rumbo?. Los propios integrantes del TLB contestan a esa pregunta.
Germán Moure, codirector del Lear, es enfático en su respuesta: “Nunca hemos hecho arte de panfleto, eso es una calumnia. Lo que hemos hecho es teatro realista, de manera que este montaje no significa una ruptura de ninguna especie, sino un paso más en el camino de nuestro estilo”. Los actores Héctor Bayona y Humberto Dorado, miembros del TLB desde 1973, lo secundan y se muestran orgullosos de que de las 16 obras que han llevado a escena 13 han sido escritas por dramaturgos del grupo, tratan sobre las luchas populares en nuestro país y han sido presentadas en giras nacionales “durante las cuales, dice Bayona, nos vinculamos con las gentes del pueblo”. “Lo que sucede, agrega Dorado, es que después de la experiencia del montaje de esta obra clásica nuestras creaciones serán mejores, más ricas y más efectivas en cuanto al objetivo de hacer un arte que ayude a despertar, unir y educar a las amplias mayorías”.
“El pueblo se merece lo mejor”
Los integrantes del grupo concuerdan unánimemente en este aspecto. Jorge Plata, quien encarna a Lear en la tragedia de Shakespeare, manifiesta: “Este trabajo nos ayudó a manejar mucho mejor las herramientas del quehacer teatral, y creo que ahora podremos lograr representar en forma más compleja y viva los personajes sacados de la vida de las masas, labor ésta de la mayor importancia para la dramaturgia nacional”. La actriz Livia Ester Jiménez explica que “en esta obra aprendimos la importancia de estudiar y reflexionar sobre los ademanes, características, gestos y costumbres de gentes del pasado. Anteriormente quizá nos limitábamos a la observación inmediata de los caracteres populares; ahora, uniendo el contacto con las masas y esta dimensión de estudio y trabajo de los personajes, seguramente produciremos caracterizaciones mejor logradas en nuestras propias obras”.
De la misma manera Esteban Navajas, autor de La agonía del difunto, sin duda la más destacada obra revolucionaria del repertorio del Teatro Libre, relieva las enseñanzas que le dejó el contacto con Shakespeare en cuanto a la utilización del lenguaje y el manejo de la trama, entre otros aspectos. Y Bruno Díaz, miembro del “Son del Pueblo”, cuenta que en su trabajo al lado de los actores, el conjunto se vio obligado a profundizar en el estudio de la música y a aprender el manejo de instrumentos que antes no dominaba. “El pueblo se merece lo mejor, concluye, y por lo tanto la música que cante sus luchas y su vida debe ser de la mejor calidad posible”.
Aprender del pasado para que sirva al presente
Por su parte Ricardo Camacho, director general del TLB, ratifica lo manifestado por actores, músicos y dramaturgos acerca de la cualificación cultural y artística que con este trabajo se buscó, y declara: “Tuvimos diversas dificultades para el montaje; en primer lugar, las traducciones existentes de la obra usaban el español empolvado y retórico, y tuvimos que recuperar el espíritu del original, su alternación entre el verso y la prosa y la fuerza de su lenguaje, bello pero también directo y accesible al público. En segundo término, los problemas propios del grupo, fruto de las condiciones en que se desenvuelve nuestro teatro, sin tradición ni secuelas de formación. Aquí se aprende haciendo, y de ahí se derivan los desniveles que se pueden ver en la actuación, pero la participación en el montaje y el mismo desarrollo de éste a lo largo de las fundaciones procura subsanarlos. A ello hay que agregar la poca desenvoltura de la mayoría de las actrices, lo cual motivó que vinculáramos a las siete compañeras del TLB para sólo 3 papeles femeninos. A medida que la pieza se presente, con seguridad adquirirán mejor nivel.
Respecto de los comentarios de la prensa de la oligarquía sobre un pretendido abandono del “teatro político”, Camacho expresa: “Por supuesto que en relación con el teatro que nosotros hemos hecho y seguiremos haciendo, nacional y popular, Shakespeare es un autor al que debemos asimilar críticamente. Si bien sus obras dramáticas reflejan de manera genial las condiciones de la Inglaterra de su época, mostrando la corrupción y decadencia de la aristocracia feudal, y recogen las aspiraciones de la burguesía de entonces, también es cierto que él fue un cantor de la Corte, consentido de la reina Isabel y del rey Jacobo I, quienes le pagaban para que los divirtiera. Era una expresión de su época, si se quiere auténtica e inigualable, pero precisamente por ello limitada históricamente. Por lo tanto, la visión de Shakespeare sobre la sociedad resulta, en nuestros días, radicalmente diferente de la que tienen los sectores revolucionarios”.
El director del Teatro Libre, pone de presente refiriéndose en concreto a la obra: “En el caso específico de El Rey Lear es necesario aclarar algunos aspectos. Shakespeare vivió la época de los monarcas absolutos, y esta tragedia ocurre mucho antes, en tiempos de la gestación de la monarquía inglesa, cuando los reyes aún no tenían un poder unificado y precisamente luchaban por lograrlo. Sin embargo, Lear no tipifica esta tendencia centralizadora, sino que está colocado a contrapelo de la historia, pues decide repartir sus dominios, lo que se constituye en fuente de sus desgracias. Por otra parte, esta pieza exalta valores francamente regresivos; por ejemplo, respecto de la justicia de los poderosos o de las “bondades” del servilismo, expuestos desde el punto de vista de las clases dominantes y opuestos a las concepciones revolucionarias de las masas. De manera que, para nosotros, la enseñanza de Shakespeare proviene de sus aportes al arte dramático y en consecuencia montamos el ‘Lear’ tal y como fue concebido, sin tratar de aprovechar elementos como la visión de la lucha por el Poder o de la disolución de la familia feudal para hacer referencias ‘de actualidad’”.
Finalmente, Camacho precisó los objetivos de los camaradas del frente cultural respecto del montaje de El Rey Lear y también de su trabajo futuro: “Buscamos dar a conocer a Shakespeare, como motivo de elevación cultural para los sectores avanzados del pueblo y de superación de nuestro propio nivel, con el fin de aprender de los artistas del pasado y seguir poniendo nuestras capacidades al servicio de lo nuevo”.