Desde hace más de un año y medio, los integrantes de las Ligas Campesinas de Risaralda y Caldas han venido librando una lucha cotidiana contra los grandes señores de la tierra en ambos departamentos. La organización gremial de los labriegos, independiente de cualquier tutelaje por parte del gobierno, agrupa a varios comités veredales en los corregimientos de Arauca, La Miranda, La María, El 41, Irra, Cuba, Camacho, Varsovia, Agua Salada, Opirama y Cañaveral. Sus miembros han contado con el respaldo incondicional de numerosos sindicatos de la clase obrera en Pereira y Manizales, y hasta la fecha han realizado dos encuentros de delegados, el último de ellos en la bodega de una estación de ferrocarril, con el propósito de coordinar el combate contra la fumigación indiscriminada que llevan a cabo los terratenientes en la zona. El problema consiste en que éstos utilizan a su arbitrio pesticidas, herbicidas y matamalezas que acaban con la fauna, la flora, con los recursos naturales y muchas veces hasta con la vida de los campesinos obreros.
Otro crimen contra el pueblo
Miles de pequeños y medianos propietarios y aparceros que moran en las riberas del río Cauca, desde la Virginia, en Risaralda, hasta La Pintada en los límites de Antioquia y Caldas, trabajan sus cultivos de café o caña de azúcar, de maíz o de árboles frutales en parcelas por lo general muy fértiles, que en algunos casos han sido arrebatadas a los playones del río mediante el esfuerzo tesonero de varias generaciones.
Colindando con estas tierras están las grandes fincas de los latifundistas, en las estribaciones de la cordillera, dedicadas a la ganadería extensiva en interminables potreros sembrados de pará, janeiro, puntero y otros pastos que los hacendados fumigan con matamalezas de fabricación norteamericana, como el anikil 45, el eterno y el ceretox, productos químicos que por su altísimo grado de concentración de ácidos tóxicos fueron prohibidos en los Estados Unidos desde principios de 1979.
En Colombia, sin embargo, donde los monopolios extranjeros son los que dictan la política estatal en este y otros campos, el señor Turbay Ayala y su ministro de Agricultura les han extendido carta blanca a los terratenientes para que apliquen estos pesticidas como les venga en gana, causando estragos entre la población campesina. El anikil 45 que se emplea en el cañón del río Cauca, por ejemplo, es una mezcla venenosa especialmente elaborada para combatir malezas de hoja ancha y por lo tanto no destruye los pastos de los potentados.
Por el contrario, son los cultivos del pequeño y mediano propietario y aparcero de los alrededores los que tienen que sufrir las consecuencias de los ácidos. Los herbicidas se esparcen por el viento y arrasan las cosechas, deforman y degeneran las plantas, momifican los frutos antes de que lleguen a su estado de madurez, contaminan el agua de las quebradas y atentan contra la salud de los labriegos. Entre los jornaleros que trabajan en los grandes hatos hay compañeros con llagas, cólicos, mareos continuos y fuertes dolores de cabeza ocasionados por inhalaciones del producto. La fumigación también afecta gravemente a las mujeres embarazadas. En el corregimiento de Irra han nacido varios niños muertos, y en muchas veredas se comprobaron decenas de casos de malformaciones congénitas, como el labio leporino, en los hijos recen traídos al mundo por madres que recibieron aspersiones directas de anikil.
Los encubridores del delito
Tres ingenieros agrónomos de la Universidad de Palmira que fueron invitados a la región por las Ligas Campesinas de Irra y otros corregimientos, adelantaron sobre el terreno estudios científicos que corroboran ampliamente las denuncias de los agricultores. Las conclusiones del informe, acompañadas con muestras de material vegetal contaminado, se enviaron al ICA y a los Ministerios de Salud y Agricultura sin que ninguno de estos organismos tomara las medidas pertinentes. Algunas semanas más tarde los dueños de los latifundios crearon un flamante Comité Pro-defensa de los Ganaderos del Viejo Caldas, que comenzó a publicar costosos artículos de prensa acusando a los agrónomos de ser “agentes subversivos” y “mitómanos comunistoides” que deberían estar en la cárcel.
Pero los funcionarios oficiales conocen de sobra la gravedad del problema y están enterados de que los pesticidas que utilizan los terratenientes en la zona contienen ácidos mortíferos; saben que monopolios norteamericanos con la Dow Chemical, una de las principales empresas petroquímicas de los Estados Unidos, han sido condenadas penalmente en varias naciones del Tercer Mundo por vender matamalezas venenosos a sabiendas de que destruyen la vida humana. Lo que sucede en Risaralda y Caldas, al igual que en muchos otros departamentos del país, es que los propietarios de las haciendas ganaderas se confabulan con el gobierno y las compañías imperialistas para obligar a los campesinos a emigrar a otras regiones o a ceder sus parcelas a precios irrisorios. Como señala el informe de la Universidad de Palmira, “de lo que se trata es de una forma soterrada de expulsar a los labriegos de la tierra que trabajan”.
“Si quieren pelea, aquí la encuentran”
Ante la lucha desplegada desde 1978 por las Ligas Campesinas de Risaralda y Caldas, y una vez que las autoridades norteamericanas habían vetado el uso de estos pesticidas en el interior de las fronteras yanquis, el Ministerio de Agricultura colombiano tuvo que expedir un decreto que prohibía la utilización de anikil 45 y demás substancias similares en el país. No obstante, los terratenientes continuaron fumigando con los mismos productos letales en el cañón del río Cauca, y para ello se valieron de su numeroso séquito de capataces, inspectores de policía, alcaldes, gobernadores y demás sicarios a su servicio.
En agosto y septiembre de 1979 fueron militarizadas las veredas de Cuba y La María, en los municipios de Neira y Anserma, respectivamente. Con el mayor cinismo, los soldados se alojaban y se alimentaban en los predios de los latifundistas. Las viviendas de los agricultores humildes eran allanadas casi todos los días, con cualquier pretexto, y a sus dirigentes se les acusaba de tráfico ilegal de armas, de pertenecer a supuestos grupos guerrilleros o de estar cultivando marihuana. Mario Giraldo, presidente de la Liga de Campesinos Pobres de La María y uno de los líderes agrarios más influyentes del departamento de Caldas, estuvo detenido durante tres días en las barracas de una finca ganadera. Daniel y Otoniel Rueda, Josefina Cardona y muchos otros compañeros conocieron las mazmorras del Batallón Ayacucho en Manizales y de la VIII Brigada en Armenia.
Pero la represión desembozada del gobierno no ha sido capaz de amedrentar a los labriegos. Al principio, estos recorrían los hatos de los hacendados impulsando la constitución de comités de lucha entre los aparceros y trabajadores agrícolas. Posteriormente promovieron combativas movilizaciones de protesta en diferentes municipios y se ganaron el apoyo de vastos sectores populares. Hoy en día han logrado construir organizaciones de los oprimidos del campo en muchas veredas y corregimientos, y están decidios a defender sus siembras y a no dejarse expulsar de sus parcelas por ningún motivo.
En el Segundo Encuentro de Ligas Campesinas de Risaralda y Caldas, realizado el 4 de marzo de 1979 en el corregimiento de Arauca, Mario Giraldo denunció a los regímenes de la oligarquía liberal-conservadora como responsables directos del envenenamiento que sufren los agricultores en la zona, y señaló que el ICA y los Ministerios de Salud y Agricultura son entidades arrodilladas frente a los monopolios norteamericanos y sus intermediarios criollos. El compañero concluyó su intervención con las siguientes palabras: “El problema de la fumigación destructora de nuestros cultivos es apenas una de las formas de opresión con que pretenden subyugarnos los latifundistas. A nosotros no nos queda otro camino que el de organizarnos y combatir en defensa de nuestra libertad, de nuestra tierra y de nuestros derechos. Sabemos que la brega será prolongada y difícil, pero estamos seguros de que el triunfo corresponderá tarde o temprano a los campesinos desheredados de Colombia. De modo que si los terratenientes quieren pelea, aquí la encuentran”.