Jorge Enrique Robledo
Con respecto a la propuesta tributaria del Gobierno, lo primero que hay que decir es que de los 1,7 billones de pesos que aspira a recaudar la administración con su propuesta, el 87%, casi la totalidad del impuesto, corre por cuenta del IVA. Además, van a abrir una nueva etapa en la historia tributaria del país, que es empezar a grabar las pensiones, y van a hacerlo con el pretexto de gravar las más altas. Pero ojo, colombianos, que la historia de los tributos en Colombia es la historia de abrir el boquete para los impuestos regresivos con cualquier subterfugio y después terminar aplicándoselos a todo el mundo. Lo que se va iniciar es la etapa de gravar las pensiones, cosa que nadie nunca antes se había atrevido a hacer.
Recordemos cómo el IVA empezó con una tasa muy baja y con una base gravable pequeña, llegándoles no a todos los productos sino apenas a unos cuantos. ¡Y vean cómo vamos! La historia de las reformas tributarias posteriores es la de ampliar la base y aumentar la tasa al punto que ya sólo quedarían sin gravarse, de acuerdo con la nueva propuesta, la educación, los servicios públicos y los gastos básicos de salud, lo que anuncia que la próxima reforma tributaria, me imagino que la de 2006, estará encaminada a gravarlos.
El impuesto que recae sobre las pensiones, así por ahora sea sobre las superiores a dos millones de pesos, es por definición un impuesto sobre el trabajo y no sobre el capital. Es la otra discusión que debe hacerse.
Al mismo tiempo, la reforma tributaria propone disminuir de 36% a 32% el impuesto de renta, que es el que básicamente pagan los monopolios y las trasnacionales; pero si tenemos en cuenta la sobretasa vigente, la disminución sería en realidad de 38.5% a 32%. Entonces, con una mano se les aumentan los impuestos a los más pobres y a las capas medias, y con la otra se les disminuyen los impuestos a los monopolios y a las trasnacionales. Pero además, hace unas semanas, al día siguiente de haber anunciado el presidente Uribe Vélez esta nueva andanada de impuestos regresivos, el periódico Portafolio informó que el gobierno había acordado con el Fondo Monetario Internacional eliminar el impuesto de remesas que pagan las petroleras extranjeras que invierten en Colombia. Nuevamente queda demostrado que el corazón grande es para los monopolios y las trasnacionales y la mano dura para los trabajadores colombianos, los jubilados, los pobres y las capas medias.
Aquí se hace mucha alharaca con los impuestos que supuestamente pagan los Grandes Contribuyentes, como llama el Estado a los monopolios y a las trasnacionales. Pero es bueno que se sepa que los Grandes Contribuyentes se llaman así no porque paguen muchos impuestos de su propio peculio, sino porque recaudan mucho IVA y mucha retención en la fuente, gravámenes que se les cobran a los pobres y a las capas medias. Porque la verdadera contribución de los Grandes Contribuyentes –contando a las empresas del Estado, que convendría clasificar por separado–, propietarios de 80% del capital empresarial del país, apenas llega a menos de 11% del total del recaudo. El gobierno hace ruido con el impuesto de renta que pagan los monopolios y las trasnacionales, pero se olvida de que, por trucos semánticos, la DIAN incluye en renta las retenciones en la fuente cobradas a los asalariados. Y estas retenciones no son renta, porque no es lo mismo gravar el capital que gravar los salarios. Son las astucias de la estructura tributaria colombiana, montada para caer sobre el pueblo y para no cobrarles impuestos a los monopolios y a las trasnacionales, o cobrarles muy pocos, como lo pretendió el recientemente hundido proyecto, presentado por la administración Uribe Vélez, que buscaba congelarles los impuestos a los nuevos inversionistas, monopolios y trasnacionales que aspiren a trabajar en el país, proyecto que muy seguramente se terminará aprobando con el TLC que se va a firmar con Estados Unidos.
Esta es la realidad de la estructura tributaria, montada sobre los impuestos de los colombianos más pobres, que son los que pagan el IVA. Y como cosa novedosa, este gobierno, que dice ser de tan alta sensibilidad social, pretende extender el IVA a la carne, a la leche y al huevo, y aumentar el impuesto al calzado y a la ropa. Va a haber incluso impuestos para los indigentes.
Cuando hace años discutíamos sobre los impuestos cafeteros, también impuestos indirectos como el IVA y por esencia regresivos, el padre del doctor Fernando Londoño Hoyos, el doctor Fernando Londoño Londoño, pronunció una frase que no se me olvida. ¿Cómo definía él los impuestos indirectos? Los llamó «¡inicuos y detestables!» Y al preguntarle el porqué, explicó: «Caen con la misma fuerza sobre quien no tiene nada y sobre quien tiene mucho».
Cualquier sistema tributario elementalmente democrático tiene que estar inspirado por una lógica muy simple: deben pagar mucho los que tienen mucho, menos los que tienen un poco menos y nada los que nada tienen. Es que caerle como buitres con impuestos al arroz y a los plátanos que comen los 13 millones de indigentes de Colombia, gravándolos con IVA, es el colmo de la crueldad, diría yo. Lo mismo cabe para la gente del salario mínimo o del medio salario mínimo, o para los 30 millones de pobres. Es a estos a quienes persigue la reforma tributaria con el único propósito de favorecer a los monopolios y a las trasnacionales. Denle las vueltas que le den, ¡esa es la realidad de la estructura tributaria nacional y es lo que especialmente este Gobierno viene profundizando! Viene un alud de impuestos sobre el pueblo, pero al mismo tiempo ya se anunció que no se eliminarán las muchas exenciones de que goza el gran capital, que es el que está exceptuado y que tiene enormes deducciones y ventajas tributarias.
Pienso que este es el eje del debate. Porque últimamente los neoliberales nos han salido con el cuento de que lo que hace que un impuesto sea progresivo es que se gaste en los pobres. No. Lo que hace progresiva una estructura tributaria no es que el impuesto lo paguen los pobres y que una partecita se gaste en ellos mismos, sino que los impuestos los paguen los que más tienen y se gasten en los que menos tienen.
Porque coger a los indigentes y sacarles diez pesos de un bolsillo para echárselos en el otro, si es que de verdad se los echan, por supuesto que no resiste análisis. Todas estas son las nuevas ondas de la concepción neoliberal. Decía George Soros, uno los grandes especuladores financieros del mundo, resumiendo el fenómeno, que en esta etapa de la historia los impuestos tienden a pasar del capital a los ciudadanos. Pero salvan al gran capital, los monopolios y las trasnacionales, porque incluso a los pequeños y medianos capitales los siguen sacrificando con tasas que, si existiera la proporcionalidad, debieran ser menores a la renta que se les cobra a los monopolios y a las trasnacionales. Porque la proporcionalidad y la progresividad también debieran ser características del impuesto de renta, tal como ocurría antes de iniciarse la reforma neoliberal, cuando los gobiernos igualaron los impuestos de los monopolios y las trasnacionales con los de la sociedades limitadas, con lo cual hicieron el truco político de que cuando en Colombia se habla de subir el impuesto de renta, se sienten amenazados un buen número de pequeños y medianos capitalistas, a quienes convirtieron en escuderos de los intereses de los monopolios y las trasnacionales.
Y una última consideración, probablemente más importante a la hora de resolver los problemas nacionales. El déficit fiscal no se debe a que en Colombia se gaste mucho. Eso no es cierto. Pregúntenle a la mitad de los colombianos que carecen del derecho a la salud si es que sobra salud en Colombia, o al millón y medio de colombianos que no tienen vivienda si es que el Estado hace muchas viviendas. Es una curiosa manera de ver las cosas eso de afirmar que el gasto público es muy alto. Aquí lo que sucede es que el recaudo termina siendo bajo, no tanto porque las tasas sean bajas, sino porque al ser destruida con la apertura la economía nacional, la industria, el agro, solo quedaron vivos los monopolios y las trasnacionales y a ellos no se les cobran impuestos. Es por eso que vivimos en una crisis fiscal permanente. La única solución es montar una estructura tributaria progresiva, en el sentido democrático e histórico de lo progresivo. ¡No vengan los neoliberales a inventarnos teorías peregrinas para negar la progresividad que debe tener la estructura tributaria en un país como el nuestro!
La solución clave es que desarrollemos un agro y una industria y una economía prósperas, que permitan con tasas bajas aumentar los recaudos, tal como sucede en los países más industrializados del planeta. El TLC, por el contrario, va a profundizar la estructura tributaria regresiva y acabará agravando la situación, porque al sobrevenir una total y manifiesta destrucción del aparato productivo nacional, vendrán nuevas reformas tributarias que, en la lógica neoliberal, caerán con IVA sobre todo el mundo; con retención en salario sobre los asalariados; con golpes cada vez mayores a los pensionados; con golpes a los pequeños y medianos capitalistas, donde pueden caber casos como el impuesto al patrimonio; y con seguirles bajando los impuestos a los monopolios y a las trasnacionales, los únicos ricos que de verdad tiene esta sociedad, y sobre quienes debería recaer la mayor carga tributaria, porque son los que más tienen.