UN LUSTRO DE LA INVACIÓN RUSA A AFGANISTÁN

Más de un millón de muertos, tres millones de refugiados, decenas de miles de lisiados e incontables aldeas y campos de cultivo en ruinas compendian el sacrificio que ha tenido que pagar Afganistán a lo largo del lustro que, en diciembre próximo, cumplirá la brutal agresión soviética, perpetrada en los últimos días de 1979 y que se constituyó en el primer ataque armado directo de la URSS contra un país del Tercer Mundo.

El Kremlin mantiene en Afganistán algo más de 150.000 soldados (casi el doble del ejército colombiano), los cuales disponen de un formidable respaldo en materia de vehículos blindados, aviones de combate y helicópteros artillados que realizan periódicas incursiones no sólo contra los contingentes de guerrilleros, sino también contra todo tipo de objetivos civiles a fin de sembrar el terror entre la población y reducir el apoyo que ésta brinda a los insurgentes. Los soviéticos, al igual que hace una década los yanquis en Indochina, han venido empleando a fondo armas químicas de diversas clases, incluidos los gases venenosos y el napalm, así como bombas de fragmentación, explosivos de fósforo y minas antipersonales. El mundo ha visto con horror los testimonios gráficos del salvajismo puesto en práctica por los socialimperialistas en Afganistán: aldeas destruidas, parcelas incendiadas, hombres, mujeres y niños con sus miembros despedazados a causa de bombas y minas, o con sus cuerpos quemados por la acción de dispositivos químicos, en fin, toda la devastación material y humana que provocan a diario los invasores pero que los medios propagandísticos de Rusia y sus satélites se empeñan en negar.

Los soviéticos se han visto forzados a asumir por completo las operaciones militares debido a dos factores, el derrumbe del ejército del régimen títere de Karmal y el continuado incremento de los destacamentos rebeldes. En efecto, de aproximadamente cien mil hombres con que contaban las fuerzas armadas afganas al comienzo de la intervención rusa, en la actualidad no alcanzan a sumar 25.000, debido más que todo a las deserciones masivas que se presentan en sus filas. De otro lado, las unidades guerrilleras, que a comienzos de 1980 disponían de unos cuantos miles de combatientes, hoy sobrepasan con creces los 100.000 y algunos observadores creen que se acercan a los 200.000. Esto sin contar con el irrestricto apoyo que les da la población civil de todos los estratos sociales del país, lo que convierte la lucha de resistencia en una auténtica guerra popular de liberación nacional.

Y, como una nueva edición de la experiencia norteamericana en Viet Nam, las tropas rusas han sido presa de la desmoralización y la indisciplina propias de un ejército ocupacionista que tiene que vérselas con-todo un pueblo decidido a entregar hasta el último de sus hijos por la libertad. De acuerdo con informes de varios periodistas extranjeros, más de dos centenares de soldados soviéticos se han pasado a las guerrillas afganas con sus armas y algunos de ellos han ofrecido declaraciones que confirman las atrocidades denunciadas por organismos como las Naciones Unidas, el Tribunal Permanente de los Pueblos sobre Afganistán y los comités de solidaridad con la resistencia afgana que funcionan en Asia, Europa y Estados Unidos.

Ante los progresos de los insurgentes, el comando militar de la URSS está empezando a cambiar su táctica. En vez de las costosas e inciertas operaciones basadas en el uso de tanques e infantería, los invasores recurren con mayor frecuencia a los ataques aéreos. «Parece como si quisieran reducir el país a escombros», explica un líder guerrillero al referirse a los últimos bombardeos de la aviación soviética. Sin embargo, los rusos solamente ejercen un control más o menos sólido en unas pocas ciudades, principalmente en la capital, Kabul. En el resto de la agreste geografía afgana, los rebeldes son dueños de la situación, hasta el punto de que ya han logrado establecer numerosas zonas liberadas, con gobierno propio, escuelas, puestos de salud y cierta organización económica.

Se calcula que el Kremlin gasta dos millones de dólares diarios en su aventura de conquista en Afganistán, en la cual han muerto entre ocho y doce mil efectivos rusos. Empero, ni las millonadas, ni los mortíferos armamentos, ni el hecho de contar con el ejército más poderoso de la Tierra, le han permitido a Moscú hallar una solución a su favor en el conflicto. Por el contrario, se encuentra empantanada en una contienda imposible de ganar y que la desgasta política y económicamente. De su lado, los guerrilleros, no obstante la inferioridad bélica y el escaso respaldo logístico que reciben del exterior, siguen resistiendo con heroísmo y sosteniéndose con sus propias fuerzas. Su lucha puede ser prolongada. Los Estados Unidos guerrearon en Viet Nam durante una década, en condiciones más complejas y con la opinión mundial y doméstica en contra de la intervención. La URSS, en un país vecino y más débil de lo que fuera Viet Nam y sin tener que hacer frente internamente a un movimiento opuesto a la guerra, es muy posible que persevere con mayor insistencia en su propósito expansionista. Pero en la práctica, Afganistán se está convirtiendo, paradójicamente, en el Viet Nam de la Unión Soviética, en el atolladero del cual ésta no podrá salirse sino aceptando la derrota.
Campaña de solidaridad en Colombia
Como parte de sus deberes internacionalistas y de su infatigable tarea tendiente a desenmascarar la naturaleza imperialista de la Unión Soviética, el MOIR está iniciando la organización de una amplia campaña de solidaridad con la resistencia del pueblo afgano, la cual se desarrollará a escala nacional durante los meses de noviembre y diciembre del presente año. Con la colaboración del Centro de Estudios del Trabajo, Cedetrabajo, y de numerosas personalidades, se montará una exposición fotográfica ambulante que recorrerá las principales ciudades colombianas: En dichas fotos -testimonios captados por el periodista Angelo Pitoni, dirigente del movimiento de solidaridad con el pueblo afgano en Italia- se ponen de manifiesto diversos aspectos de la guerra de liberación, de la vida cotidiana del pueblo y de los combatientes, así como de las terribles consecuencias de las operaciones genocidas llevadas a cabo por la soldadesca rusa. Junto con la exposición fotográfica se presentarán varias películas realizadas por periodistas europeos en el terreno de los acontecimientos y que contribuyen a dar un cuadro más completo de la situación político-militar en Afganistán. Un equipo de conferencistas se movilizará por diversos puntos del país ofreciendo charlas sobre la crisis afgana en los cinco años anteriores y pronto será publicado un folleto que resumen la información más importante en torno al problema. Asimismo, a finales de noviembre arribarán varios dirigentes de la resistencia afgana, quienes llevarán a cabo una gira nacional explicando los puntos de vista de sus organizaciones y dando testimonio vivo de la contienda de su pueblo. Por último, se dará a conocer una declaración amplia de condena de la invasión soviética y de respaldo a los combatientes afganos y se clausurará la campaña con un acto público en Bogotá.

El MOIR hace desde ahora un llamado a su militancia y a la opinión pública colombiana en general para que empecemos a preparar la conmemoración de los cinco años de la agresión de la URSS contra Afganistán, de modo que la campaña de solidaridad sirva para denunciar al socialimperialismo soviético y alertar sobre los peligros que entraña su política de expansión en los cinco continentes.