EL GOBIERNO JUEGA CON LA SOBERANIA NACIONAL

Si la demagogia ha sido la característica fundamental del régimen de Belisario Betancur en lo interno, su política externa no se queda atrás. A tiempo que realiza uno que otro desplante de pretendida independencia frente al imperialismo norteamericano y posa de no alineado, sus emisarios mendigan en todos los organismos crediticios internacionales (controlados, como se sabe, por el capital financiero estadinense) cuantiosos empréstitos que hipotecan aún más al país y constriñen la ya arruinada economía nacional. Luego de haber apoyado la iniciativa de Reagan para la Cuenca del Caribe, un plan destinado a afianzar la tambaleante dominación del Tío Sam en la zona, Betancur decidió dar el voto de Colombia por Nicaragua para el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Y es precisamente con relación a este último país que el gobierno está mostrando su catadura de estraperlista.

A finales del año pasado, el régimen sandinista de Nicaragua resucitó su absurda reclamación sobre el archipiélago de San Andrés y Providencia y los cayos aledaños, incluyendo dichos territorios insulares dentro de la jurisdicción nicaragüense en una edición reciente del Anuario Estadístico, publicado por una entidad oficial. Tamaña provocación vino a sumarse a la serie de incidentes diplomáticos y declaraciones chovinistas de la junta de Managua que, desde 1980 en adelante y sintiéndose respaldada por Cuba y la URSS, desconoce los hechos históricos y los tratados bilaterales que dan a Colombia soberanía indisputable sobre las islas. No obstante, el país no se enteró del último desafío sino hasta el 22 de enero del año en curso, ya que el gobierno de Betancur guardó silencio al respecto a pesar de la gravedad del asunto. Sólo cuando la prensa informó de la nueva intentona del Estado nicaragüense se pronunció públicamente la Casa de Nariño. Betancur afirmó, como si nada hubiera ocurrido, que su administración no consideraba que los inauditos procedimientos de la nación centroamericana fueran obstáculo alguno para el proceso de Contadora.

En materias tan delicadas como son la soberanía y la integridad territorial del país, el señor Betancur prefirió ocultarles a sus conciudadanos la actitud de Managua con el propósito de que sus tejemanejes de pacifista internacional no se vieran-perjudicados ante la opinión pública. Hasta el propio Alfredo Vázquez Carrizosa, tan complaciente con los abusos del socialimperialismo, no pudo menos que preguntarse «cómo nuestra Cancillería se opone, a través del grupo de Contadora, a una eventual invasión de los Estados Unidos a Nicaragua, mientras ese país insiste en reclamar como suyos territorios colombianos».

A pesar de lo antedicho, el régimen belisarista se apresuró a elogiar como positivo el informe de la Comisión Kissinger sobre Centroamérica, el cual no solamente traza la política a seguir por parte del imperio en la región, sino que descarta de un plumazo a Contadora como posible solución al conflicto. Pero al mismo tiempo, el mentor del «sí se puede» deja circular rumores acerca de la inminente normalización de relaciones con Cuba, cuyo comandante en jefe reconoció no hace mucho que su gobierno había estado brindando respaldo a ciertos grupos terroristas colombianos. Tal ha sido, en síntesis, la conducta de la actual administración en cuestiones internacionales: prenderle una vela a Dios y otra al diablo. Si con ello se pone, en peligro la soberanía del país, qué importa; lo prioritario se reduce a salvaguardar la imagen del cabecilla del Movimiento Nacional.