TOMA DE TIERRAS EN PUERTO BOYACÁ

En la vereda El Tigre del municipio de Puerto Boyacá, a orillas del río Magdalena, 45 familias campesinas invadieron el viernes 2 de septiembre un latifundio abandonado de más de 250 fanegadas. La finca “La Perla”, propiedad de una casta de grandes terratenientes con miles de hectáreas improductivas diseminadas por toda la región, se convirtió en un hormiguero de trabajadores del campo que se adjudicaban de común acuerdo las parcelas y levantaban sus humildes viviendas con estacas, tablones de madera y techos de madera y techos de palma.

Sin pedirle permiso a nadie, y mucho menos a sus tradicionales opresores, hostilizados a diario por la fuerza pública, pero resueltos a triunfar sobre todos los obstáculos, los campesinos reivindicaban que la tierra pasara a ser de los que la trabajan.

El mismo viernes por la tarde se presentó un piquete de la policía con orden de desalojarlos, pero la resistencia de los hombres, las mujeres y los niños impidió que los propósitos del régimen se perpetraran. En la mañana siguiente llegó un destacamento del ejército que, después de golpear brutalmente a los invasores, quemó sus escasos haberes, y, amenazándolos de muerte, consiguió expulsarlos a golpes de culata y encarcelar a sus dirigentes.

Como respuesta a los atropellos de la soldadesca, en la madrugada del domingo 4 de septiembre los compañeros iniciaron una marcha que recorrió varias veredas y terminó por concentrarse al medio día en la plaza central de Puerto Boyacá. Allí se realizó una inmensa manifestación, con el apoyo solidario de todos los sectores populares.

Ante las amenazas de la represión, los agricultores de El Tigre se instalaron con sus mujeres y sus hijos dentro de la iglesia, donde permanecieron varios días en señal de protesta. Han pasado para siempre los tiempos en que los oprimidos se dejaban atropellar impunemente “Recibimos la solidaridad de todo el pueblo, en alimentos, ropas, drogas y lo más importante; recibimos la presencia continua de miles de personas que nos alentaban permanentemente a proseguir la lucha”, relata un campesino “y así será –termina diciendo- aunque no cueste la vida”.