20 trabajadores de la planta de Colcarburos de Zipaquirá han quedado inválidos, con sus brazos y manos inutilizados por la acción del cloruro de vinilo, empleado como materia prima en la elaboración de plásticos.
Este elemento, usado sin ninguna medida de seguridad, produce la “osteoporosis”, enfermedad que resquebraja los huesos haciéndolos tan débiles que pueden fracturarse con el más mínimo movimiento.
Aunque se sabe con certeza cual es la causa del mal, la empresa ni siquiera ha dispuesto las mínimas medidas de protección. “Simplemente no están interesados – dijo Augusto Orjuela, directivo del sindicato-. La vida de los 400 trabajadores no cabe dentro de los cálculos financieros de Colcarburos ni es contabilizable como utilidad en los balances semestrales”.
Por esta razón en la planta se vive un clima de tensión y angustia. Es la agonía de horas con la dolorosa perspectiva de la incapacidad para laborar. A la desidia patronal añade la actitud criminal del ICSS, cuyos directivos, como buenos mercaderes de la salud, se rehúsan a clasificar la osteoporosis como enfermedad profesional, para así ahorrarse las pensiones e indemnizaciones correspondientes. Allí, contra este mal, el único tratamiento que se prescribe es un simple menjurje. El sindicato exigió en el pliego que se cumplieran las disposiciones internacionales sobre seguridad industrial suscritas por el gobierno colombiano. Ante la negativa de Colcarburos y el silencio cómplice del Ministerio de Trabajo, se lanzó la huelga el 26 de julio. Con manifestaciones públicas los obreros celebraron en Nare y Zipaquirá, el 1º. de noviembre, los cien días del movimiento.
Avance convencional
Colombiana de Carburos y Derivados (Colcarburos), empresa química fundada por Cementos Argos, paga diariamente entre $84.oo y $90.oo. mientras que las utilidades ascendieron en 1976 casi a $70 millones, los sueldos, incluidos los de los ejecutivos, apenas llegaron a $13 millones.
Cuando hace unos meses el sindicato movilizó sus efectivos para exigir la instalación de un restaurante, la empresa contestó a la legítima aspiración con el despido de numerosos activistas. Como los trabajadores insistieron en la mesa de negociaciones, los representantes patronales lanzaron un desafío abierto: “Aquí no habrá casino aunque la huelga dure un año”.
Los obreros saben que el acuerdo convencional firmado en la primera semana de noviembre representa un nuevo punto de partida en la lucha por sus más sentidas reivindicaciones.