Fue un jueves ardiente cuando las mujeres de Indupalma abandonaron su sitio en la carpa de huelga y emprendieron la marcha hacia el puesto militar, con la firme intención de liberar a los dirigentes obreros detenidos. Cuando un capitán anunció que estos serían trasladados en avioneta a Bucaramanga, la respuesta fue altanera: “La avioneta no la dejamos despegar porque nos echamos todos boca abajo en la pista”.
El 16 de agosto estalló la huelga de los trabajadores de contratistas. A los dos días fue detenida la delegación de Utrasan, encabezada por Isaías Tristancho Gómez. También encarcelaron a Luis Antonio Valdés, presidente del Sindicato Nacional de la Palma Africana. Seguramente la reacción pensó que el movimiento cercado, acéfalo y hambreado desembocaría rápidamente en una desbandada inevitable.
La causa de los trabajadores de contratistas despertó la más viva simpatía entre las gentes de la región. Por la carretera que va de la Palma a San Alberto y hasta la casa de Lucho Valdés, convertida en un toldo más del campamento huelguista, desfilaron infinidad de colonos llevando provisiones. Hubo uno que regaló una hectárea de yuca, otro un marrano, e incluso fuimos testigos del alboroto que se formó un domingo cuando se presentó un campesino con una res. De todas partes del país arribaron también delegaciones de sindicatos y organizaciones políticas revolucionarias a brindar su respaldo. Por otra parte, en San Alberto, ante la creciente presión popular eran puestos en libertad los líderes sindicales.
Contra viento y marea
A la gigantesca plantación de palma africana, que consta de 22.000 hectáreas, han venido a trabajar gentes de todos los departamentos. Allí padecen la explotación desaforada por parte de los capitales nacionales y extranjeros, como Grasco, el Grupo Grancolombiano, el Banco Francés e Italiano y el BID.
Las operaciones productivas se desarrollan fundamentalmente en dos frentes: la planta industrial y el campo de cultivo. 500 hombres procesan el fruto – una pepa de color rojizo – y extraen mediante un proceso altamente tecnificado 120 toneladas diarias de aceite de cocina y 80 de “palmiste”, materia prima empleada en cosméticos, jabones, insecticidas, abonos y algunos lubricantes. No se desperdicia ni la fibra del corozo. Con ella alimentan a 25.000 reces mantenidas en los predios de la plantación. En la actualidad, los obreros de la planta se agrupan en un sindicato de base, al que le ha tocado luchar contra viento y marea por su existencia.
Los trabajadores de campo
Entre hombres, mujeres y niños, realizan sus labores del campo; el cultivo, la recolección y el acarreo de fruto. Hacinados en diez campamentos, durmiendo sobre camas de palo, sometidos a las enfermedades, 2.500 personas se entregan a jornadas de 12 y más horas, para arrancar al destajo un salario que a duras penas alcanza para sobrevivir. Para ellos no existen prestaciones sociales. Además, como son trabajadores enganchados por el sistema de contratistas, la ley les impide afiliarse al sindicato de base. “Sólo falta que nos mochen la oreja y nos marquen con el herrete como al ganado.
Cansados de tantas vejaciones, estos camaradas decidieron organizar hace cinco meses su propio sindicato Nacional de Industria de la Palma Africana. El Ministerio de Trabajo negó la personería jurídica y fueron despedidos 80 fundadores de la agremiación. Sin embargo, los obreros arremetieron con mayor empeño y el 18 de julio declararon la huelga.
¡Atrás el régimen de contratistas!
La noche del lunes 12 de septiembre, Lucho Valdés y los demás compañeros que atendieron las negociaciones en Bogotá, pudieron regresar con el parte de victoria a las plantaciones del Cesar. Se había obtenido la abolición de los intermediarios en el contrato de trabajo. Ahora los trabajadores de campo podrán integrar con sus compañeros de industria una organización más amplia y poderosa que se apresta para nuevos y victoriosos combates.
Entre las otras conquistas que obtuvo la huelga vale destacar el reintegro con pago retroactivo de salarios y prestaciones para los obreros despedidos hace cinco meses, y la ampliación de la convención vigente que ahora cobijará los intereses de la totalidad de los asalariados. Pero es indudable que la conquista más importante del movimiento ha sido la eliminación del régimen de contratistas, abriendo así una brecha en esta modalidad de explotación que los monopolios norteamericanos pretenden implantar en nuestro país.
Apoyo de un viejo camarada
El domingo 21 de agosto, en medio de efusivos abrazos, los trabajadores recibieron la visita de Víctor Moreno, un antiguo y querido combatiente. En 1971 había comandado la naciente organización sindical que combatió con denuedo a los amos imperialistas. Fue en ese año cuando la clase obrera de Indupalma levantó en alto las banderas de lucha contra el ignominioso régimen de contratistas. Sin embargo, después de la heroica huelga, la empresa, valiéndose del asesinato de su propio jefe de Personal, mandó a detener la junta directiva del sindicato. Sin ser llamados a juicio, Víctor y cuatro compañeros directivos fueron paseados durante 52 meses por las cárceles del país. Finalmente, y a pesar de las millonadas invertidas por la empresa en sobornos y abogados, en la ciudad de Pasto se celebró la tan escamoteada audiencia y los obreros recobraron su libertad.
Cuando Víctor Moreno presentó el apoyo de la dirección nacional del MOIR, en la carpa estallaron los aplausos y muchos exclamaron: “Carajo, ¡éste es el mismo compañero del 71, él no ha cambiado, sigue siendo el mismo!”.