Ni las detenciones masivas practicadas por la tropa en la última semana de agosto, ni el allanamiento en las sedes sindicales, ni los decretos de estado de sitio, ni los tribunales de arbitramento, ni la militarización y destrozo de las carpas, pudieron con la osada firmeza de los trabajadores cementeros. Al fin, después de resistir con aplomo 50 días en los puestos de combate, los 2.800 trabajadores conquistaron significativos acuerdos convencionales, incluidos aumentos del 32% en los salarios.
Brutal allanamiento
En la madrugada del 29 de agosto, más de 800 hombres armados asaltaron la casa sindical de Sutimac, en Neira, población cercana a Manizales, donde funciona la fábrica de Cementos Caldas. Según se supo después, fueron llamados por el gerente y actuaron bajo las órdenes de un alto funcionario de la empresa.
Las turbas uniformadas ocuparon el salón principal y se entregaron de inmediato a la destrucción de los enseres de oficina y equipos de sonido. Pisotearon con saña la comida destinada a los 187 huelguistas, y procedieron luego a echar abajo la carpa, levantada desde el 12 de julio como símbolo de la resistencia obrera. Cerca de un centenar de personas presentes a esa hora en la sede sindical, se vieron en cosa de minutos amontonadas en camiones militares que enrumbaron hacia Manizales. Un día permanecieron detenidas en los patios de la Brigada local. Al retornar por la noche a Neira, se integraron con mayor decisión que antes a las tareas cotidianas del movimiento.
El Gerente vestido de militar
“Como a las 3 de la mañana del 30 de agosto, narra Camilo Gutiérrez, dirigente de la Federación de Trabajadores del Tolima (Fedetol) y asesor de Sutimac en Cementos Diamante, vimos llegar varios camiones repletos de soldados, como unos 1.500, traídos de la vecina guarnición de Tolemaida”.
“No les hubiera importado masacrarnos, como a los huelguistas de El Cairo en 1963 – denuncia Gutiérrez – pero nosotros tampoco nos íbamos a someter dócilmente y sin resistencia”. En un gesto de valentía, los obreros y sus esposas se sentaron sobre el pavimento, negándose a cumplir las órdenes del coronel. Entonces la tropa los cogió a culata, sin respetar mujeres ni ancianos. Detuvieron a diez trabajadores, levantaron la carpa y pisotearon las banderas de los sindicatos. “Pero la sorpresa de esa madrugada – concluye el directivo – fue ver al gerente vestido de militar, inspeccionando las instalaciones y dando órdenes a soldados y altos funcionarios de la empresa”.
Alta concentración de la propiedad
Agrupadas en el Instituto Colombiano de Productores de Cemento, 13 empresas se reparten el mercado nacional y de exportación, y fijan a su antojo los precios, que en sólo dos años. 1974 y 1975, aumentaron en un 60%. Forman un solo y poderoso grupo, compartiendo unas con otras la propiedad y dependiendo de los más grandes consorcios financieros del país, ligados, a su vez, al capital imperialista.
Basta sólo un ejemplo. Cementos Argos de Medellín, compañía aparentemente pequeña, con 187 trabajadores, es en realidad un pulpo inversionista. Controla las acciones de una de las mayores fábricas, Cementos El Cairo, y las de Cementos El Caribe, de Barranquilla. Posee, además, gran parte del capital de Cementos del Valle y de Colcarburos, único productor de cemento blanco en Colombia. Cementos Caribe, por su parte, tienen la mayoría de las acciones de Cementos Nare y de Tolcementos. Y Cementos del Valle domina las de Cementos Caldas.
La huelga que acaba de culminar exitosamente, paralizó el 50% de la producción del país, en 7 de las 13 fábricas existentes. Según datos de la Cámara Colombiana de la Construcción (Camacol), el sector dejó de percibir $81 millones diarios. Contrasta esta cifra con los salarios vigentes en la totalidad de las empresas del ramo. El salario mínimo no alcanzaba los $90 antes de los nuevos aumentos.
Trayectoria de lucha
Los obreros de Argos, Nare, Boyacá y Diamante (en Apulo, Bogotá y Bucaramanga), también enfrentaron con arrojo los abusos del ejército y salieron airosos de la dura prueba a que los sometieron las bayonetas y decretos fascistoides del régimen lopista. Se conoció que fueron destituidos los integrantes de la junta subdirectiva de Sutimac en Neira.
En apreciable porcentaje afectados de silicosis, enfermedad que les endurece el tejido de los pulmones, los cementeros testimonian muchas veces con su propia vida el rigor de las condiciones de trabajo. Los patronos, aprovechando la legislación laboral, reclutan día a día más obreros por el sistema de contratistas independientes para evadir las prestaciones sociales. Tan inhumana explotación explica la prolongada trayectoria de lucha de los sindicatos del cemento, fundados la mayoría en los años 40. La huelga reciente constituyó una valiosa experiencia que enriquece los futuros combates del proletariado colombiano.