Mil quinientos trabajadores de la EE.PP. de Bucaramanga, de la Empresa de Acueducto y de las EE.PP. de Santander, que se proponían la derrota del tribunal de arbitramento y el logro de aumentos salariales, efectuaron un vigoroso y unánime cese de actividades, interrumpiendo ocho días los servicios públicos. Desde el 25 de mayo los corredores de la plaza de mercado de Bucaramanga quedaron desiertos, se cortó por entero el abastecimiento de agua y las calles se vieron desbordadas por montañas de basura.
Toma de la catedral
Los bumangueses que madrugaron el 27 de mayo fueron testigos de un cuadro inusitado; antes de salir el sol, un entusiasta desfile recorría, entre gritos y consignas, las principales calles de la ciudad. Un poco más tarde, vieron irrumpir en la catedral de la Sagrada Familia a medio millar de huelguistas que anunciaron su propósito de tomarse pacíficamente el templo. Los trabajadores obtuvieron el inmediato respaldo del cura párroco, quien responsabilizó al gobierno de la situación. Durante los días siguientes, el atrio de la iglesia fue invadido por la población, que espontáneamente acudió a expresar su simpatía con el movimiento. Con un toldo y un fogón rudimentarios, las esposas de los huelguistas improvisaron una cocina colectiva, donde nunca faltaron provisiones.
CTC torpedea paro general
Mientras una operación tachuela anticipaba en la noche del 31 de mayo lo que habría de ser el paro general acordado para el día siguiente por Utrasan, Festra, Festralsa, el Comité Regional de Solidaridad, la ANAPO, el MOIR, el PC y otras organizaciones el alcalde se apresuraba a negociar por separado con cada uno de los tres sindicatos, afiliados a las Centrales que funcionan en el departamento.
Días antes, estas habían acordado levantar el movimiento solo en caso de un arreglo conjunto. Pero Festralsa, cuyos capitanes llevaban ocho días vagando como alma en pena por los pasillos de la Gobernación, en espera de una oportunidad para capitular, quebró el frente unitario. Las presiones directas de López Michelsen sobre los líderes vendeobreros de la CTC produjeron el anhelado efecto. Pese a la traición manifiesta de Festralsa, que dirigentes de Festra pretendieron encubrir, los obreros lograron que el gobierno se comprometiera a levantar las sanciones decretadas contra los sindicatos y a reconocer otras reivindicaciones.
Al tiempo que desenmascaran las componendas de las dos Centrales patronales, los trabajadores de los servicios públicos han hecho mofa de las prohibiciones legales, atreviéndose a levantar las banderas huelguísticas. El cese de actividades de los obreros santandereanos fue una vibrante demostración del espíritu que anima al proletariado y del coraje con que afronta todas las consecuencias en defensa de las libertades democráticas.