«EL HIJO DEL EJECUTIVO»

Hay en nuestro país una institución cuyas características no se encuentran en ningún manual de comercio, ni está esbozada en ningún libro de leyes; no tiene personería jurídica, carece de estatutos, no paga impuestos, no la conocen en la Cámara de Comercio y sus miembros gozan de libertad total para enriquecerse a voluntad de su capricho y en perjuicio de los intereses del pueblo. Esta institución extraña y nefanda es conocida con el nombre de “El Hijo del Ejecutivo” y ha sido engendrada, criada y transmitida, con especial solicitud, por una familia dos o tres veces presidencial.

Sus primeras operaciones fueron conocidas por los años en que Alfonso López Pumarejo desempeñaba por segunda vez el puesto de presidente de la República, y conmovieron la opinión pública hasta el punto de colaborar en gran medida al desprestigio del gobierno y a la caída del régimen liberal.

En aquella época, como representante de la Institución de que hablamos, oficiaba el señor Alfonso López Michelsen, sagaz hombre de negocios, quien no desaprovechando la oportunidad de ser Hijo de su Padre, y con la ayuda de éste, se embolsilló, birlándoselos al país, varios millones de pesos. La nación, sorprendida, conoció algunas de las andanzas financieras del joven López Michelsen bajo el mote de “los escándalos de la Handel y la Trilladora Tolima”.

El caso de la Handel

La Handel era una compañía holandesa, poseedora del 60% de las acciones de Bavaria, acciones que se negociaban por todo el mundo. Holanda fue invadida por las tropas de Hitler y, en consecuencia, las acciones de la Handel podían ser confiscadas por el gobierno colombiano, con lo cual la nación pasaría a ser la mayor accionista de Bavaria. En otras palabras, Bavaria, compañía cuya mayor parte de capital estaba en manos extranjeras, habría sido nacionalizada.

Sin embargo, nada de esto ocurrió. Los negocios de ‘El Hijo del Ejecutivo’ estaban de por medio. López Michelsen, que había sido vicepresidente del consorcio Bavaria, y abogado apoderado de la Handel, era ahora negociante de esas acciones, con comisiones que llegaban al 50% y se había comprometido con muchas personas, entre ellas parientes muy allegados, a lograr de su padre, el Presidente, una ley que les permitiera introducir al país esas acciones, compradas a muy bajo precio en el exterior, y negociarlas a estupendos precios en el mercado legal. Así se hizo. El presidente López Michelsen, gracias a un escandaloso tráfico de influencias, obtuvo como premio a sus afanes una respetable ganancia.

Como vemos, la institución “El Hijo del Ejecutivo” funcionó a las mil maravillas en aquella época. Gracias a sus privilegios, la familia se enriqueció con despojos de una guerra y permitió que López Michelsen se lanzara, años después, a la conquista del sillón presidencial, para así poder legar a sus hijos lo que a él le había legado su padre. ¡Hermoso ejemplo de tradición familiar!

Tan apasionante historia, cuyos capítulos próximos ya se están gestando, es sólo posible gracias a “la coincidencia, como decía algún defensor de la Institución, entre el interés público y el privado”. Coincidencia fácil de lograr para el grupo de familias que conforman la clase dominante y para las cuales la patria no trasciende los límites de la bolsa familiar.