EL RETORNO DE HONG KONG A CHINA: DERROTA DEL COLONIALISMO

Edgar Piñeros

Con el regreso de Hong Kong a su patria se pone fin a más de 150 años de humillaciones y ocupación colonialista inglesa.

Gran Bretaña declaró la guerra a China en 1839 con la finalidad de implantar allí la venta de sus productos, incluido el opio. Con el pacto de Nanjing, de 1842, Hong Kong fue convertido en «posesión perpetua de Inglaterra», se impusieron contribuciones al pueblo chino y ventajas aduaneras a la metrópoli. Al año siguiente, el «pacto» estableció la extraterritorialidad de su gobierno en el puerto chino.

En 1857 China fue nuevamente constreñida a firmar los pactos de Tientsin, con los cuales Inglaterra, Rusia, Francia y Estados Unidos obtienen la apertura comercial de los puertos marítimos y ríos navegables. Las utilidades que le proporcionaban el té y las sedes, únicos productos del imperio oriental, sólo alcanzaban para pagar el opio que entonces monopolizaba Gran Bretaña y era introducido de contrabando. Hong Kong, además, fue centro del tráfico de culíes, la mano de obra barata que era llevada a trabajar a otros continentes. China era todavía un país gobernado por un déspota feudal y languidecía en medio del atraso.

Los levantamientos populares y el saqueo colonialista contribuyeron a la caída del régimen imperial. Engels escribió que «no pasarán muchos años hasta que presenciemos la agonía del imperio más viejo del mundo y el despuntar del día de una nueva era para toda Asia.»

A finales del siglo China era apetecida como objetivo de la burguesía mundial dentro de su plan para la repartición del mundo. Derrotado por Japón en 1895, el país sufre el asedio de Rusia, Alemania y Francia, que se disputan partes de su territorio, lo cual es aprovechado por los británicos para forzarla a suscribir el Tratado Especial de Extensión de Límites, en 1898. El instrumento le permite a Inglaterra tomar en «arriendo», por 99 años, un área de 1.055 kilómetros. De este modo, la Perla del Oriente fue convertida en paraíso de las trasnacionales que tenían allí mercado libre para explotar al trabajador y libertad absoluta para sus operaciones financieras.

Pero en Asia los movimientos de liberación nacional se levantan por oleadas. China luchó resueltamente por la liberación de su territorio, por lo cual la Corona inglesa tuvo que enfrentar numerosas rebeliones. Al triunfar la revolución popular en 1949, con el Partido Comunista Chino a la cabeza, «la nación, parada sobre sus propios pies», como lo dijera Mao, inicia una serie de negociaciones con el Reino Unido hasta obtener la Declaración Conjunta con Gran Bretaña, del 26 de octubre de 1984, en la cual China reafirma su voluntad de ejercer su soberanía desde el 1º. de julio de 1997, para «salvaguardar la unidad nacional y la integridad territorial».

El acuerdo preparó el regreso de la colonia a la soberanía china. Pudo más la decisión inquebrantable del pueblo chino, que acaba de dar una lección imperecedera a las naciones que sufren la opresión imperialista.