En Piedecuesta explotó la ira popular
El 15 de julio Piedecuesta recibió el día con la noticia de un nuevo atropello del gobierno. El pasaje de allí a Bucaramanga había subido de cinco pesos a seis con cincuenta. En el Parque Santander, que los Piedecuesta llaman Plaza de Los Comuneros, se arremolinó la gente. En menos de un año el pasaje subía un ochenta y cinco por ciento, pues en diciembre de 1975 valía tres con cincuenta.
Al día siguiente la congregación fue mucho más numerosa, la policía dispersó los mítines estudiantiles y disolvió la manifestación de protesta que se iniciaba. A partir de ese momento no habría paz durante dos largas semanas. En asambleas populares los habitantes eligieron un Comité Cívico, determinaron no usar los buces y acordaron realizar una marcha de antorchas el 20 de julio. Ese día más de 4.000 personas recorrieron el pueblo con sus antorchas encendidas.
Se enciende ira popular
En actitud provocativa, las fuerzas policiales lanzaron gases y los manifestantes reaccionaron con furia: desarmaron sus antorchas, esgrimieron sus garrotes y se lanzaron contra la policía al grito de “¡Garroteros a pelar!”.
La violencia reaccionaria desatada contra los manifestantes no condujo a otra cosa distinta a que ellos se sumaran, cada vez más, amplios sectores de la población. Eso ocurrió con los profesores de la Normal y con grandes grupos de trabajadores.
Ante la inutilidad de los esfuerzos del ejército y la policía por controlar la situación, éstos abrieron fuego contra la multitud. La reacción fue contraria: se agigantó el coraje de los luchadores.
Día a día crecía la furia. Cuando los manifestantes se enfrentaban a los antimotines, descubrían sus pechos y les gritaban: “¡Disparen contra el pueblo, cobardes!”.
El gobierno capitula
Ante la firmeza y decisión del pueblo, las autoridades rebajaron el pasaje a cinco pesos con cincuenta. Pero el descontento continuó. El día 24, la policía disparó de nuevo contra el desfile pacífico. Los manifestantes, lejos de dispersarse, coreaban: “López, dos años de robo y engaños!” Muchos, armados de piedras, acompasaron la consigna golpeando una piedra contra otra.
El Doncello:
en la lucha se cosechan triunfos
En pleno corazón de la intendencia del Caquetá, en El Doncello, el pueblo organizó en un Comité Pro–defensa de los intereses del municipio y realizó entre los días 9 y 14 de septiembre un paro cívico que culmino con el compromiso por parte del gobierno, de instalar en la población una planta generadora de luz de 300 kilovatios, y no tomar represalias contra ninguno de los dirigentes ni participantes en el movimiento.
A finales de agosto, los habitantes del El Doncello conformaron, en una asamblea popular, un comité, que contó desde un principio con el apoyo de todos los sectores populares. Los campesinos y las juntas de acción comunal, los maestros y los consejos estudiantiles, y el Sindicato de Oficios Varios, se encontraban allí representados. A ellos se sumaron, posteriormente, los comerciantes, carniceros y transportadores. El Comité se erigió, así, en máxima autoridad, garantizando la participación de todos los sectores y operando siempre sobre la base de la consulta previa a las asambleas populares.
El pueblo se volcó a la calle y bloqueó el puente de acceso sobre el río Anayacito. Durante cinco días la población controló el puente impidiendo el paso del Ejército. Allí se ganó esta batalla contra el “mandato de hambre”, por eso sus pobladores lo rebautizaron: “Puente Boyacá”.
El triunfo de los habitantes de El Doncello es una muestra clara de cómo sólo la unidad del pueblo y su firme decisión de lucha pone a su alcance las justas aspiraciones y derechos que tanto anhelan.
Paro cívico en Sincelejo
En protesta por los pésimos servicios públicos, el pueblo de Sincelejo adelantó el 20 de septiembre un combativo paro cívico. Los sincelejanos se enfrentaron valerosamente a la infantería de Marina, bloqueando las calles una y otra vez. A la izquierda, dirigentes del paro, compañeros Jairo Tapias, Vicente Rodríguez y Angela Herazo.
San Vicente de Chucurí (Santander): invasión por la vivienda
Sesenta familias sin techo, en esta población de la región del Magdalena Medio, invadieron en la madrugada del lunes 30 de agosto, un lote de propiedad del municipio. Firmes y resueltos a conseguir un lugar dónde construir sus viviendas, esas familias se unen estrechamente para alcanzar la victoria.