Declaración emitida por el Comité Ejecutivo Central del MOIR, el 20 de febrero de 1976, con motivo de la llegada a Colombia del Secretario de Estado de los Estados Unidos, Henry Kissinger.
La llegada a Bogotá del Secretario de Estado de los Estados Unidos, Henry Kissinger, anunciada para el próximo domingo 22 de febrero, es ciertamente un acontecimiento deplorable para Colombia. Jamás fue grato para la nación y el pueblo colombiano el arribo a nuestro país de los principales personeros del imperialismo norteamericano. Siempre que ha sucedido por uno u otro motivo, en esta o aquella ocasión, las visitas de altos funcionarios del gobierno estadinense o de hombres de negocios de la potencia del Norte, las masas trabajadores, el estudiantado y el resto de sectores patrióticos y democráticos han exteriorizado vehementemente su repudio e indignación por la presencia de quienes personifican la política de saqueo y opresión sobre las inmensas mayorías nacionales.
En las actuales condiciones la venida de Kissinger es mucho más irritante y afrentosa ya que coincide con la delicada situación económica por las que atraviesa la nación entera y cuyas calamitosas consecuencias recaen aplastantemente sobre los obreros, los campesinos, los pequeños y medianos productores y comerciantes. Colombia no conocía una época como la que está viviendo en la cual el desempleo, el encarecimiento del costo de la vida, la hambruna generalizada de las capas más pobres de la población, de la descomposición social y la inseguridad de todos los ordenes hubieran llegado a extremos tan intolerables,. Todos estos males asoladores tienen una causa fundamental: el yugo y la explotación del imperialismo norteamericano. El régimen lopista con su línea antinacional y antipopular de mayores concesiones y privilegios a los monopolios extranjeros y a sus intermediarios colombianos no ha hecho más que agravar las cosas. Debido a ello, después de 18 meses de ejercicio gubernamental, López Michelsen afronta un complicado momento, ante la escalada de la lucha popular que va desde los paros cívicos de pequeñas y grandes ciudades hasta las huelgas de obreros y empleados que aquí y allá estallan sin cesar. Kissinger será recibido por el puño cerrado de los combatientes colombianos que no sólo defienden sus reivindicaciones económicas y democráticas sino que aspiran fervorosamente a independizar el país de la sojuzgación de los estados Unidos para construir una patria plenamente soberana, autónoma, democrática, popular y próspera.
La gira que el Secretario de Estado estadinense realiza por Latinoamérica viene antecedida a su vez de una serie de descalabros de la política preconizada por Washington. El imperialismo norteamericano que salió vigoroso y pujante de la segunda guerra mundial ha entrado en un periodo de notoria decadencia, como resultado, por una parte, del auge del movimiento de la liberación nacional de Asia, Africa y América Latina y de la revolución mundial, y por la otra, de la recuperación de los países imperialistas de Europa y del Japón y de la preponderancia de los socialimperialistas soviéticos que le han venido compitiendo y debilitando su influencian en los cinco continentes. Tales circunstancias hacen que los estados Unidos vuelvan la mirada con mayor codicia sobre Latinoamérica a la que han considerado como su patio trasero. El viaje de Kissinger por varios países del Hemisferio busca arreglar cargas y trazar directivas precisas a los gobiernos títeres. Por eso los pronósticos sobre el “nuevo dialogo” de que ahora habla el más destacado componedor de la política exterior de los Estados Unidos no son más que la mampara para ocultar las verdaderas intenciones de filibustero del imperialismo norteamericano. Las promesas de “ayuda” económica se convertirán en más grilletes en los tobillos de los pueblos latinoamericanos. Y las hipócritas palabras de “vigorizar nuestros lazos hemisféricos” sólo conmueven a la oligarquía vendepatria. Las clases dominantes colombianas en su afán por justificar los fracasos cosechados en el campo económico por sus gobiernos acuñó la frase de que los fiascos en los intentos por desarrollar la producción, controlar el alto costo de la vida, sanear, el déficit fiscal, se deben a la “inflación importada”. Con esta explicación se quiere indicar que a los mandatarios se les escapa de sus manos el manejo de factores que dependen exclusivamente del exterior. Pero para semejantes irregularidades cabe únicamente como solución el rompimiento de la dependencia externa. Y neocolonias de todo el peso de sus crisis, redoblando la explotación sobre los países subdesarrollados y oprimidos. En este sentido el hambre del pueblo colombiano es “importada”, como son “importados” el atraso, el desempleo, la miseria. Para grandes dolencias grandes remedios; sólo la liberación nacional resolverá de raíz los múltiples problemas de Colombia. Esta es la salida revolucionaria proclamada por la clase obrera y demás fuerzas populares. Mediante sus luchas los colombianos se le harán saber al indeseado huésped, como se lo advirtieron al mismo señor Kissinger los estudiantes de Caracas, a quien sacaron cual perro apaleado de tierras venezolanas.