AMENAZAS A LA PAZ MUNDIAL O EL SOFISMA DE LA «DISTENSIÓN»

Después de varios años, de estar haciendo coro a regañadientes y en forma disonante a la “distensión” tan entonada por los dirigentes de la Unión Soviética en los últimos tiempos, los Estados Unidos, por boca de su presidente Ford, ha acabado por declarar que ésta es “sólo una palabra” y que no creen “que sea aplicable”. Mientras tanto en Moscú, ante el XXV Congreso del Partido Comunista de la URSS, el jefe máximo de la camarilla dirigente de dicha organización, Brezhnev, seguía afirmando que había “cambios hacia la distensión y el afianzamiento de la paz”.

Sabiendo que desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial en el mundo no ha habido paz. Una vez derrotado el eje fascista de Berlín –Roma– Tokio, los EE.UU. se apresuraron a establecer en el orbe entero un imperio de dimensiones nunca vistas. Con el pretexto de “combatir el comunismo” como “principal amenaza para la paz”, el imperialismo norteamericano se trazó como estrategia agredir y controlar las naciones y pueblos del planeta y, de hecho, se lanzó a incesantes guerra e intervenciones contrarrevolucionarias en todas las regiones del mundo, acumulando así condiciones para una nueva conflagración mundial.

Sin embargo, desde que Jruschov usurpó la dirección del Partido y el Estado soviéticos, el gobierno de la URSS se dedicó a embellecer la imagen del imperialismo yanqui. Cuando Kennedy afirmaba abiertamente que era necesario el reforzamiento de una “fuerza para toda contingencia” a fin de que EE.UU. pudiese hacer toda clase de guerras, el cabecilla soviético aseguraba que el presidente norteamericano mostraba “solicitud por la preservación de la paz”. Y cuando EE.UU se lanzaba desenfrenadamente a la conquista de colonias de nuevo tipo, Jruschov y sus cohermanos del Kremlin declaraba que la liquidación del colonialismo había entrado en su “fase de coronamiento” y que el movimiento de liberación nacional entraba ya a una “nueva etapa” en la cual la producción económica era la “tarea central” y el “eslabón fundamental en el desarrollo ulterior de la revolución”.

Las dos caras de la política

Doble era el objetivo de los jefes de Moscú: por una parte, congraciarse obsequiosamente con el imperialismo norteamericano y ganarse la confianza de su burguesía monopolista con miras a llegar a un entendimiento para dominar conjuntamente el mundo. Jruschov afirmó: “Nosotros (los EE.UU. y la URSS) somos los países más poderosos del mundo; si nos unimos en nombre de la paz, no habrá ninguna guerra. Entonces, sin algún loco quiere guerra, bastará que le amenacemos con los dedos para que se sosiegue”. Por otra parte, querían amedrentar y adormecer a los pueblos, en particular al Tercer Mundo y Europa, a fin de facilitar su penetración en los países de esas regiones y disputarse con EE.UU. su influencia en ellas. Aquellos santurrones de la paz “advertían” a los pueblos que “toda guerra local”, por muy pequeña que sea puede servir de chispa que encienda la conflagración de una guerra mundial”, la cual podría destruir “nuestra arca de Noé, el globo terráqueo”. Se comprometieron incluso a apagar toda “chispa” dondequiera que se prendiera. He ahí los dos significados de la prédica de Jruschov y sus congéneres. Al imperialismo: ¡Repartámonos el mundo! A los pueblos y naciones oprimidos: ¡No os rebeléis, podéis destruir el mundo!

La sucesión imperialista
Los continuadores de Jruschov, encabezados por Brezhnev, aumentaron el volumen de su cantinela sobre la paz y la distensión, a la par que aceleraron más que nunca la militarización de la economía soviética. Bajo este marco, intensificaron su penetración económica y militar, en Asia, Africa y América Latina. Mientras los EE.UU. eran vapuleados y expulsados de diversas regiones gracias a la lucha resuelta de los pueblos, los dirigentes soviéticos se frotaban las manos, no de alegría por esas victorias, sino por la posibilidad que les abría de llenar los vacíos dejados por el imperialismo norteamericano. Y al tiempo que éste se veía obligado a descuidar algunos flacos, la URSS redoblaba su control militar y económico de Europa oriental y se lanzaba a conquistar esferas de influencias en los cinco continentes.

Jruschov y compañía se empeñaban en convencer a los pueblos de que el arreglo de todo problema en el mundo dependía del acuerdo de las dos superpotencias, de que sólo la “emulación pacífica” y la conciliación entre las naciones y pueblos oprimidos y sus opresores constituían el curalotodo de los males de la humanidad. Con ello, los jerarcas de Moscú buscaban aflojar la voluntad de lucha de los pueblos sojuzgados y paralizar los movimientos de liberación nacional, a fin de emprender su penetración política, económica y militar en diversas regiones a nombre del socialismo, el internacionalismo y la paz. Para la ejecución de este siniestro plan imperialista se consideró que Jruschov no era lo suficientemente drástico y eficaz. Correspondió entonces Brezhnev y al “nuevo” equipo sucederlo en la realización de esas ambiciones expansionistas.

La “paz” armada

La “emulación pacífica entre EE.UU y la URSS se reduce, como paradoja de los imperialismos, a la acumulación desbocada de toda clase de armamentos desde los llamados convencionales hasta los nucleares. La URSS se ha esforzado en sobrepasar militarmente a los EE.UU y para ello ha colocado al 60% de sus empresas industriales al servicio de sus objetivos militares. En medio de la furiosa carrera armamentista entre los dos “colosos” se puede notar el aumento vertiginoso de su pie de fuerza militar: mientras los EE.UU. alcanza tener 3 millones de miembros, la URSS cuenta con 4.2 millones.

Es pues evidente que toda platica acerca de “la paz, la amistad y la distensión” no es más que un manido pretexto con el que las dos superpotencias tratan en vano de atarse recíprocamente de pies y manos, a la vez que intentan someter a los pueblos del mundo a su voluntad hegemónica. Esta táctica ya la utilizó Hitler, quién también hablaba de “paz” y “relajamiento” antes de lanzar su zarpazo nazi contra otras naciones de Europa y contra la, en ese entonces, revolucionaria y gran amiga de los pueblos, Unión Soviética dirigida por Stalin. Brezhnev habla hoy profusamente de “distensión” mientras realiza intensos preparativos bélicos, tal como Hitler en el pasado.

Mostrándose las garras

Pero pasemos a la afirmación de Brezhnev que es en Europa en donde se notan mejor los efectos de la “distensión”. Europa ha sido siempre la presa codiciada y la arena de contienda de las potencias imperialistas debido a su importancia económica y política. Allí, las superpotencias han establecido dos bloques militares, el de la OTAN bajo tutela norteamericana y del Pacto de Varsovia encabezado por la Unión Soviética, con los cuales se muestran constantemente sus garras y dientes.

A causa de su agresión a los países del sudeste asiático, el imperialismo yanqui se vio obligado a sacar ingentes fuerzas y armamentos de Europa y el Mediterráneo, dejando así un resquicio en el flaco meridional europeo, el cual se fue anchando a medida que sumaba agresiones en otras partes del mundo. Aprovechando esta situación, propia de la voracidad imperialista, la URSS intensifico su penetración en Europa Meridional, acrecentó su maniobra en el Mediterráneo y en el Atlántico Central y multiplico sus actividades militares en los mares europeos. Simultáneamente, aumentó en forma considerable sus fuerzas y armamentos en Europa Oriental. Su plan a la vista es envolver a Europa de norte a sur, y al tiempo convertirse en potencial cancerbero del Mediterráneo metiendo mano en el suministro de petróleo a este continente.

En Europa han concentrado los soviéticos las tres cuartas partes de sus fuerzas militares y sus armas ofensivas más modernas. No es pues gratuitamente que Brezhnev ha declarado que “en todo el frente de confrontación global”, la URSS se halla en una posición “históricamente ofensiva, capaz de ‘lanzar una real y extensa ofensiva general’ respaldada por ‘poderío militar”, ha agregado, para mayor claridad en sus designios, que las fuerzas armadas soviéticas deben estar preparadas para “emprender una ofensiva táctica, con armas nucleares o sin ellas”. Y Grechko, ministro de defensa soviética, llamo a “perfeccionar la disposición de las fuerzas armadas de combate”.
Pero los Estados Unidos, aunque han quedado en una difícil situación después de su derrota en el sudeste asiático, no han dejado de observar los movimientos soviéticos y se declaran dispuestos a reforzar y reajustar su estrategia mundial. Se han empeñado en apuntalar sus fuerzas en Europa y sus bases militares en el Mediterráneo. De 200 aviones de guerra han pasado a 850, han trasladado 6 de sus 8 batallones de misiles “lance” a Europa Central, han destinado a Europa muchos de sus submarinos Poseidón así como su nuevo y gigantesco portaaviones, el Nimitz. Además, trasladarán al frente la infantería de marina que tienen en el Pacífico.

Cuando las dos superpotencias toman estas disposiciones de combate precisamente en Europa, ¿puede alguien creerle a Brezhnev su sofisma de “distensión?”

El negocio de la “ayuda”
La disputa soviético–norteamericana por dominar el mundo no termina en lo anterior. En Asia, Africa y América Latina, unas veces, en nombre del socialismo y el internacionalismo, “apoyan” política, económica y militarmente algunos movimientos para inmiscuirse en los asuntos internos en determinados países, tal como ocurrió con Pakistán en 1973 y como repitieron más desembozadamente hace poco en Angola. Otras veces, bajo el manto de “no inmiscuirse en los asuntos internos” y practicar la “coexistencia pacífica” apoyan a las fuerzas reaccionarias y vendepatria, como fue el caso de Camboya cuando conocieron a las fuerzas revolucionarias. En el Medio Oriente recurren a todo para mantener allí una situación de “ni guerra, ni paz” que les permita, al igual que los EE.UU, mercadear sus armas, ejercer chantaje militar y político, dividir al movimiento árabe, debilitar la lucha del pueblo palestino y controlar la región. De ahí sus contactos secretos con Israel. “Con sello gano yo, con cara pierdes tú”, así se resume la política soviética en el Medio Oriente.

La URSS, como se ve, se comporta en forma idéntica a los Estados Unidos, sólo que en nombre del socialismo y el internacionalismo que en su boca no son más que palabras vacías. Primero intenta la división del movimiento de liberación nacional y la infiltración y subversión de gobiernos. Si esto no funciona, viene la ocupación militar como en Checoslovaquia en 1968, la intervención armada como en Pakistán y Angola, las agresiones fronterizas como en la isla china de Chenpao en 1969, etc. Y en último recurso será la guerra.

Vana ambición hegemónica

La contienda URSS–EE.UU por la hegemonía en el mundo alcanza todos los rincones del planeta. Desde el Japón, en el Pacífico, por cuyos estrechos rodean a razón de 300ª 400 buques soviéticos de guerra por año, pasando por la India y el océano indico en donde permanecen 19 buques y submarinos de guerra soviéticos, hasta llegar a Angola donde la URSS ya cuenta con una base naval, y el Mediterráneo y el Atlántico Central donde la flota soviética ya sobrepasa a la Sexta Flota norteamericana.
Casi con las mismas palabras con que lo expresaría un cabecilla del imperialismo yanqui, Grechko se jactaba hace poco de que los navíos de guerra soviéticos “han navegado más allá de las aguas costeras y los mates interiores, entrando en los vastos océanos del mundo”. Esta es la cacareada “tendencia irreversible hacia la distensión” en boca de los soviéticos ellos tensionan y los demás deben aflojar.

Los viejos zares quisieron implantar un imperio alrededor de la Rusia autárquica y tenebrosa de antaño. Hoy, los gobernantes soviéticos, aprendices de zar, desean realizar con apetito más voraz lo que aquellos no pudieron. Mas como todos aquellos que han tratado de imponer su hegemonía en el mundo, también estos serán barridos por el torrente, este sí irreversible, de la revolución de los pueblos, del afán de independencias de los países, de las ansias de liberación de las naciones.