La revista Alternativa fue víctima en la madrugada del pasado 11 de noviembre de un atentado dinamitero que produjo cuantiosos daños materiales. Si no se presentaron perdidas humanas que lamentar se debió a que, momentos antes de hacer explosión lo que parece fue una bomba de tiempo de alto poder, el personal de redacción había abandonado el edificio. El incidente conlleva enorme gravedad, inútil de ignorar. Por más que los criminales hayan obrado clandestinamente y a altas horas de la noche, a nadie se le oculta que el golpe terrorista tiene la exprofesa y única finalidad de buscar acallar una tribuna de información y análisis que no comulga con el régimen. La acción intimidatoria coincide con la solicitud insistentemente formulada por mandos militares, gacetilleros de las grandes rotativas y caballeros del alto mundo de los negocios y de la politiquería bipartidista tradicional, sobre la imperiosa necesidad de cerrar el semanario.
Alternativa es una publicación independiente que ha marchado en un visible proceso de superación, creciendo en audiencia y simpatía dentro de sectores revolucionarios y populares, de cuyo apoyo espontáneo proviene su exclusiva fuente de sostenimiento. Esto de por sí es una intolerable impertinencia, que no soportan de buen gusto aquellos que desde las columnas de la gran prensa han estado por siempre acostumbrados a fabricar y manejar a su antojo a la opinión pública. Por eso en Colombia, cada que de cuando en cuando surge una publicación independiente, los poderes establecidos le declaran una guerra sin cuartel hasta silenciarla. Pero es que además Alternativa se ha distinguido por sus justas y valerosas denuncias de las podredumbres del sistema, sin perdonar a los monopolios imperialistas que desvalijan al país, ni a los usureros de las gigantescas corporaciones financieras, ni a la clase terrateniente que vive de la explotación de los campesinos y de los favores del Estado, ni a los encumbrados funcionarios del gobierno que se enriquecen a costa del fisco. Hasta un sector fundamental del régimen, intocable y consentido, como el de las Fuerzas Armadas, ha sido dometido a una acertada crítica implacable. Echar tierra a todas estas acusaciones de chanchullos, peculados y tráfico de influencias es lo que se pretende conseguir con el atentado a la revista. Sus autores medran a la sombra de los organismos oficiales. Y sabemos que nada en serio se hará para impedir la implantación de la violencia como un procedimiento que dirima los conflictos ideológicos y políticos entre las grandes mayorías nacionales y la minoría que traiciona los intereses del pueblo y de la patria.
En una situación de honda crisis por la que atraviesa la sociedad colombiana, en donde por todas partes se comprueba la descomposición del sistema, cuando cada vez son más las voces revolucionarias que se escuchan y las vacas saradas que gobiernan el país no tienen una sola solución efectiva a los males de la nación, entonces los alardes democrateros del “mandato claro” ceden el paso a los métodos de excepción como la represión oficial, el Estado de Sitio y el terror blanco. El clima político de persecución y atemorización creado por las disposiciones del binomio López Michelsen-Cornelio Reyes le dan alas y fundamento a las actividades delictivas de las organizaciones facistoides.
Pero las fuerzas populares y revolucionarias no agacharán la cabeza. Las masas esclavizadas que no tienen más que perder que sus cadenas, han aprendido a conocer quiénes son sus amigos y quiénes sus enemigos. La clase obrera, junto al campesinado, al estudiantado y demás fuerzas patrióticas, cuyas luchas han tenido eco en las páginas de Alternativa, le harán llegar su cálido respaldo. Y el pueblo entero seguirá combatiendo por implantar en la práctica el derecho de libertad de expresión, reunión, organización y demás garantías democráticas.
EL MOVIMIENTO OBRERO INDEPENDIENTE Y REVOLUCIONARIO (MOIR) que viene contribuyendo a estas batallas y ante la provocación a que se ha querido someter a Alternativa, le expresa a los compañeros de su Comité Editorial y demás camaradas de labores, la solidaridad incondicional. Cualquier amenaza contra aquella por parte de la reacción la entenderemos como una amenaza directa contra nuestros intereses políticos y revolucionarios. En la hora actual se impone a las corrientes revolucionarias la obligación de aunar esfuerzos y cerrar filas hasta lograr conformar un poderoso frente único de liberación nacional que a la larga saque triunfantes las reivindicaciones del pueblo y la nación colombiana.
Los reaccionarios se creen con derecho a incendiar aldeas enteras, pero a la gente sencilla le prohiben prender una lámpara, como reza un proverbio chino. Alternativa debe continuar con su importante tarea, en la seguridad de que no será apagada fácilmente por las fuerzas oscurantistas, ya que cuenta con el respaldo sincero de los partidarios de la verdad y del progreso.
MOVIMIENTO OBRERO INDEPENDIENTE Y REVOLUCIONARIO (MOIR)
Comité Ejecutivo Central-
Bogotá, noviembre 12 de 1975