Compañeros convencionistas:
Las pasadas elecciones fueron una verdadera prueba para la Unión Nacional de Oposición. Se trataba de la primera batalla de importancia, de un frente de izquierda recién aparecido a la vida política del país, después de un complejo proceso, que no tenemos por qué ocultar, de francas discusiones para poder llegar a acuerdos progresivos que nos permitieran unificar nuestros contingentes y combatir con mayores posibilidades de éxito a los enemigos principales del pueblo y la nación colombiana. Eran unas elecciones en las cuales los partidos Liberal y Conservador, coligados e identificados en lo fundamental, además del Poder y el dinero, tenían la ventaja de que al cabo de dieciséis años de Frente Nacional se presentaban por primera vez aparentemente enfrentados entre sí, lo que les daba una gran capacidad de juego para confundir a las masas, aprovechar al máximo la tradición bipartidista colombiana y reencauchar viejas ilusiones. Creo que pasamos triunfalmente esta prueba y hemos avanzado.
En la condiciones en que nos correspondió actuar, los siete congresistas obtenidos, así como los nueve diputados y los numerosos concejales en casi todos los departamentos, son un resultado satisfactorio. Sobre todo si se tiene en cuenta que con los escasos recursos de que disponíamos, adelantamos una vigorosa campaña en todo el país, agitando las reivindicaciones más sentidas por las masas populares y explicando nuestra plataforma nacional y democrática, todo ello sin hacer una sola concesión de principios, nadando contra la corriente, firmemente basados en el criterio revolucionario de que debemos aprovechar la lucha electoral para denunciar los crímenes del sistema oligárquico, acumular fuerzas y preparar al pueblo para más amplios y profundos combates, pero convencidos, como estamos, de que las elecciones no resolverán jamás el problema del Poder para las clases explotadas. Esta victoria se la debemos ante todo a la acción paciente, constante y anónima de las bases de los partidos que integran la Unión Nacional de Oposición y en especial a la labor infatigable de nuestro candidato Hernando Echeverri Mejía.
Alfonso López llega a la presidencia de la República con tres millones de votos de respaldo, es cierto, pero echó mano de cuanta argucia imaginable, explotó su pasado seudoindependiente de los días del MRL y prometió insistentemente algo que en la actualidad le interesa vivamente a las masas asalariadas y desempleadas: que bajaría el costo de la vida. Así como se engañó calculada y fríamente a una considerable porción de electores, no se hará esperar la protesta tumultuosa de los desengañados, a medida que se vayan conociendo las determinaciones del futuro gobierno. Porque López no sólo no cumplirá sus
promesas demagógicas que de antemano sabe muy bien que no podrá cumplir, sino que llevará a la práctica las otras cosas que propuso durante la campaña, las que prometió en serio, más y mejores privilegios a los monopolios yanquis y a sus lacayos colombianos.
De otra parte, el conservatismo, no obstante haber obtenido un millón y medio de votos menos que el liberalismo, tendrá igual número de ministerios, de gobernaciones y de alcaldías que éste. Sobre esta base participaron en las elecciones las clases dominantes; a sabiendas de que cualquiera que hubiera sido el resultado de las urnas, de todas maneras continuaría la paridad liberal-conservadora en la rama ejecutiva del Poder, por mandato de la Constitución, como también está contemplado en la Constitución que de 1978 en adelante seguirán los llamados «gobiernos nacionales» de idéntico espíritu
frentenacionalista. ¿A qué obedece este peculiar engendro antidemocrático? A que Colombia como neocolonia de los Estados Unidos, no puede ser controlada por el imperialismo sino a través de la alianza de la gran burguesía y los grandes terratenientes, cuya expresión política ha sido la coalición liberalconservadora. Los actos de un gobierno apuntalado por esa coalición, como será el de López, no pueden responder más que a los intereses del imperialismo yanqui y de las clases antinacionales intermediarias. Nada bueno ha recibido nunca el pueblo de esa clase de gobiernos. Por eso es ridícula la táctica, inventada por la ANAPO, de apoyar las medidas «positivas» y combatir las «negativas» del títere de turno.
Frente a los problemas del campo, ya López anunció categóricamente que no propiciará reformas sustanciales a la vieja legislación agraria que mantiene el régimen de explotación terrateniente y excluye a los campesinos de la propiedad de la tierra. La cacareada política de ingresos y salarios quedará reducida a un pacto de caballeros entre el gobierno, los empresarios y las camarillas vendeobreras de la UTC y CTC, orientado a imponerle mayores sacrificios a las clases trabajadoras, así prosiga, como proseguirá, la espiral alcista. En relación a los denominados planes de desarrollo el presidente electo en realidad no ha presentado un fórmula diferente a la defendida con tanta ardentía por el candidato conservador Alvaro Gómez, consistente en brindar todas las facilidades para la penetración en Colombia de los grandes consorcios del capital internacional. Parlamentarios liberales y conservadores están preparando con el patrocinio del próximo mandatario un estatuto de los partidos y una reforma electoral, tendientes ambos proyectos a impedir mediante la coacción el ejercicio de los derechos políticos a los partidos distintos al liberalismo y al conservatismo. De esta laya antinacional y antidemocrática será el resto de
medidas programáticas del gobierno de Alfonso López Michelsen.
Y en cuanto a la falsa creencia de que Alfonso será menos represivo y sanguinario que sus antecesores, vale la pena hacer la siguiente consideración ¿Qué va a pasar cuando los obreros acosados por el hambre exijan aumentos de sus salarios y hagan uso del legítimo derecho de la huelga, o cuando los campesinos invadan los grandes latifundios en procura de un pedazo de tierra para trabajarlo, o cuando
los estudiantes se subleven en defensa de sus derechos y de una cultura nacional y científica al servicio de las masas populares, o cuando el pueblo se levante contra el saqueo imperialista, contra el alza continua del costo de la vida, contra la inseguridad social, ¿qué va pasar?, preguntamos, ¿cuál será la orden del presidente liberal a los aparatos represivos del régimen?, ¿qué intereses se van a proteger?, ¿a quién se va a encarcelar y a reprimir, a los explotadores o a los explotados, a los opresores o a los oprimidos?.
Por experiencia sabemos que estos conflictos de clase, de los cuales en última instancia depende el desarrollo de la sociedad colombiana, no se podrán congelar, y que, latentes como se hallan en toda la actividad política del país, a cada paso estallarán con mayor furia y más definidos perfiles. Y también por experiencia sabemos que el Estado oligárquico golpeará cada vez más violentamente los justos reclamos
de las masas, para eso fue creado y esa será su función. hasta que lo destruya el pueblo. La lucha de clases en pleno auge hará saltar en pedazos todas las ilusiones sobre el nuevo gobierno, colocará a cada cual en su sitio y demostrará que el resultado electoral no fue más que uno de los tantos aspectos contradictorios de la multifacética sociedad colombiana.
De tal manera, el gobierno que se inaugurará el 7 de agosto será una nueva edición de los cuatro regímenes anteriores del Frente Nacional. 0 como dijo Alberto Lleras en un reciente editorial de «El Tiempo»: «Casi, casi nos atreveríamos a decir que el carismático, doctor López Michelsen logró persuadir a los colombianos de hacer una nueva prueba». Una nueva oportunidad. Eso es lo que siempre han pedido los podridos partidos dominantes a la hora de rendir cuentas, cada vez que se les cumple el plazo
del tránsito de una administración a la siguiente. Y si el pueblo no ha podido sacar buen provecho de los fracasos, de las crisis, de las frustraciones que han dejado, unos tras otros, todos los gobiernos antinacionales y antipopulares, ha sido por la falta de una corriente política capaz de aprovechar las dificultades de nuestros enemigos y de movilizar contra ellos ampliamente a las masas explotadas y apaleadas. En la misión de darle forma a esa nueva corriente política en Colombia, que abarque a las inmensas mayorías nacionales y aísle a la reacción, los partidos revolucionarios nos hemos quedado en muchas ocasiones cortos. Sin embargo, la descomposición de la sociedad colombiana se acelera, los acontecimientos marchan en una dirección propicia y, comprobada la ineficacia de la ANAPO, a los ojos del pueblo, hoy por hoy, ha venido quedando claro que la UNO, aunque débil aún, es la fuerza política más consecuentemente opuesta al régimen burgués-terrateniente proimperialista. Así que, nosotros también podemos afirmar, a manera de autocrítica si se quiere, que a la izquierda revolucionaria de Colombia, y en particular a la
Unión Nacional de Oposición, se le presenta ahora una. gran oportunidad para encauzar el creciente descontento, los deseos de lucha, la rebeldía innata del pueblo colombiano y encarnar la esperada, la verdadera, la única alternativa revolucionaria que requiere Colombia. Nuestra obligación es ponernos al frente de tan tremenda responsabilidad histórica.
Pero para lograr nuestros objetivos es indispensable perseverar en una línea correcta.Debemos seguir respaldando y profundizando el programa mínimo de nueve puntos de la Unión Nacional de Oposición, por la liberación nacional del yugo del imperialismo yanqui y por la revolución.
Debemos apoyar incondicionalmente las luchas de las masas populares por sus reivindicaciones inmediatas y futuras, y en especial concentrar esfuerzos en la tarea que la unidad del movimiento sindical independiente, basándonos en la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia.
Debemos adelantar una acción parlamentaria revolucionaria en el Congreso, en asambleas y concejos, combinándola con las acciones de las masas.
Debemos combatir el sectarismo dentro y fuera de nuestras filas para poder avanzar en la organización de la UNO a todos los niveles, aplicando una política de «puertas abiertas» que permita acercar a todas las fuerzas susceptibles de engrosar a la postre el Frente Unico Antimperialista.
Debemos respaldar activamente al proletariado internacional, a los países socialistas y a las naciones oprimidas que en todo el mundo luchan contra la intervención y agresión imperialistas y por la paz
mundial.
Continuemos sin desmayo la lucha por un Estado colombiano de obreros, campesinos y demás clases revolucionarias, que construya una, patria próspera, soberana y libre de toda sojuzgación externa.