Por Martín Muñoz
Los trabajadores agrupados en Sintagal y Sintraindega, que hace seis años se atrevieron a romper el control cultural y político que sobre ellos hacía recaer la embotelladora de Coca-Cola, Panamco Colombia, han registrado importantes avances en materia convencional y en el prestigio y consolidación de sus organismos sindicales. Pese a que poco después de la exitosa fundación de Sintraindega –por primera vez se aclimató la existencia de un sindicato en Bogotá— tuvieron que soportar más de 150 despidos para quedar en el límite de poder ejercer la negociación colectiva, hoy han reconstruido su base social, surtiéndola con los trabajadores reintegrados, más las afiliaciones logradas con el esfuerzo inmancable de atender los muchos problemas con los que Panamco pretende ahogar cotidianamente a quienes le sirven.
La fusión de las plantas de Panamco del centro del país, operada después del desalojo de algunos inversionistas nacionales, como las de Bogotá, Medellín, Cali, Pereira, Villavicencio y Girardot, trajo consigo la difícil tarea de agrupar en un solo cuerpo las convenciones existentes. Lo anterior también entrañó atender un conglomerado de tres mil asalariados, aunque tan sólo 1.800 de ellos, aproximadamente, estén bajo contrato directo y al resto le hayan impuesto las modalidades de la flexibilización aperturista, como la temporalidad, regímenes de contratistas, cooperativas, contratos a término fijo, recurrentes oleadas de despidos, etc.
Para hacer un tanto más complejas las circunstancias sindicales, en estas plantas conviven más de seis organizaciones, lo cual presupone una cuidadosa política de unidad de acción cuando de enfrentar a la compañía se trata, dadas las divergencias aparecidas en el manejo de los asuntos obreros.
En octubre pasado se firmó una nueva convención colectiva, sobre todo para los trabajadores de Bogotá y para la población sindicalizada en general, que aún es minoritaria. Los puntos que no hicieron parte del cuerpo único convencional fueron objeto de una tutela instaurada por el presidente de Sintigal, José María Barrero, resultando favorable a los intereses de los trabajadores. Sin embargo, un notable juez, también entutelado, terminó exonerando a la compañía del incidente de desacato.
La conducta asumida por Sintraindega y Sintigal se ha basado siempre en señalar a los verdaderos causantes de la crisis nacional y de las aflicciones de los trabajadores –al imperialismo norteamericano y a la burguesía vendepatria—, y en establecer una táctica acertada, dentro de la cual aparece la porfía en la defensa de los principios del proletariado y en dejar a un lado los aspectos que nada tienen que ver con la defensa de los derechos e intereses de los trabajadores y el logro de su mejorestar.
Sintigal alimenta la expectativa de convertirse en un sindicato de industria fuerte nacionalmente, para lo cual ha iniciado contactos con varias organizaciones existentes en el país.