Las manifestaciones y disturbios de los días 16 y 17 de abril en la capital de Estados Unidos fueron la continuación de las que se presentaron a finales del año pasado en Seattle. En las más recientes, los ataques se orientaron contra el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, y en las de diciembre el objetivo fue la Organización Mundial del Comercio. Tres nombres distintos al servicio del imperio de las transnacionales. “Cucarachas del mismo calabazo”, diría un campesino costeño.
Es que los dos organismos multilaterales de crédito, el FMI y el BM, y el ente que rige los destinos del comercio mundial, la OMC, son desenmascarados cada vez más por los pueblos del mundo como instrumentos fundamentales para aplicar la política imperialista de globalización que arrasa con la economía de decenas de países y aumenta el desempleo y la miseria de las masas al barrer con las fronteras nacionales e imponer la libertad de mercados. Tal es la situación que incluso Paul Krugman, quien hasta hace poco tiempo fuera uno de los más importantes teóricos y defensores de esa política, aparece ahora haciendo declaraciones contra esos organismos. En su libro Hacia una gran recesión (página ) dice: “ Si a alguien le gusta el Fondo Monetario Internacional es una mala señal porque este es un prestamista de última instancia, a donde se va en busca de dinero cuando los gobiernos tienen problemas. Y los prestamistas de última instancia practican un amor doloroso”.
Contra ese “amor doloroso” se vienen ampliando las luchas populares en distintas regiones del planeta. En América Latina es difícil encontrar un país donde no se hayan dado masivas expresiones de rechazo contra las políticas agenciadas por las tres instituciones. Ecuador y Bolivia, Brasil y Costa Rica son ejemplos claros de la ira popular contra las políticas imperialistas. Y entre esas protestas crecientes, las ocurridas en la capital del imperio son de especial importancia “porque contribuyeron a aumentar la conciencia en el público sobre el papel del FMI y el BM”, porque “los acontecimientos demostraron que el periodo de dulce indiferencia de la opinión pública hacia las actividades del FMI y del Banco Mundial terminó”, y porque la mayor represión en Washington muestra claramente que “el país más democrático del mundo” no vacila en utilizar la violencia, así sea en sus mismas calles, si sus intereses son amenazados.