Mensaje enviado, desde San Juan, a los patriotas de América Latina y a los hombres libres de todo el mundo por el dramaturgo puertorriqueño Roberto Ramos-Perea
Durante más de sesenta años, la Marina de Estados Unidos ha bombardeado con sus prácticas militares la pequeña isla de Vieques, parte integral del archipiélago de Puerto Rico. La isla, habitada por una comunidad de nueve mil puertorriqueños, padece hoy altísimos niveles de cáncer, afecciones pulmonares y cardíacas y está privada del derecho a la pesca, al libre tránsito por su tierras y al pleno ejercicio de su vida civil por estas prácticas en las que se utiliza toda clase de armamentos sofisticados, como el uranio reducido.
Durante medio siglo, la resistencia de nuestro pueblo a estos bombardeos ha costado vidas y haciendas. Hace dos años, un avión de práctica de la Marina dejó caer una de sus bombas sobre un puesto de observación donde trabajaban viequenses civiles, asesinando al guardia civil puertorriqueño David Sanes e hiriendo a otros. Este asesinato coronó una larga lista de muertos y heridos, que la Marina de Estados Unidos ha dejado desde que invadió y usurpó los terrenos de Vieques, Puerto Rico, en la década de los cuarentas.
Desde el día de la muerte de Sanes, cientos de puertorriqueños ejercen el derecho a la desobediencia civil y penetran a los campos de tiro para poner sus cuerpos como escudo y proteger este espacio de nuestro territorio, ultrajado y violado.
Desde 1999 se mantuvieron campamentos de desobediencia civil en estos terrenos, pero el 4 de mayo, hordas de marshalls del Departamento de Justicia arrestaron a los desobedientes civiles. La respuesta no se hizo esperar. Después del cambio de gobierno, en noviembre de 2000, se iniciaron procesos legales para paralizar los ejercicios.
En las pasadas semanas, cuando la Marina volvió a anunciar la reanudación de sus prácticas y el gobierno de Puerto Rico se declaró impotente en sus estrategias legales, los desobedientes civiles han ocupado de nuevo las tierras que nos pertenecen, penetrando en la noche en los terrenos de prácticas para impedir que éstas continúen.
Sin embargo, la Marina, para aumentar su baldón ante el mundo, ha procedido contra ellos a balazos, con gases, detenciones violentas y registros y encarcelamientos inhumanos. Más de doscientos desobedientes han sido arrestados en los últimos días. Estos actos de represión y ultraje son el ejemplo que da al mundo una Marina salvaje, violadora de nuestra dignidad de pueblo; sus intereses de seguridad nacional y la preparación de sus soldados son mucho más importantes que la vida de nuestra gente, a la sazón también ciudadanos norteamericanos.
El 26 de abril, la Marina de Estados Unidos disparó sus bombas en el campo de tiro, con cientos de personas civiles en medio de la línea de fuego, en claro menosprecio por la vida humana.
Los arrestados han sido llevados a la prisión federal de Guaynabo, sin fianza muchos, y otros con altísimas fianzas por delitos menores como si fueran criminales y asesinos. En el momento en que escribo este mensaje, no sabemos del paradero de los arrestados, ni del estado en que se encuentran.
Los desobedientes civiles siguen entrando al terreno de tiro en las noches, docenas de ellos, hasta que Estados Unidos se vea obligado arrestar y perseguir a todo nuestro pueblo, que por primera vez en su historia ha logrado un consenso absoluto al rechazo de la presencia de la Marina de Estados Unidos en la pequeña pero brillante tierra nuestra. Este problema, secuela de nuestro inagotable problema colonial, no tendrá suficiente eco en la conciencia libre del mundo si no lo gritamos a voz en cuello, buscando el respaldo de la comunidad americana y europea que nos hermana.
Se encuentran arrestados artistas, intelectuales, senadores del pueblo de Puerto Rico de todos los partidos, artistas extranjeros como James Olmos y ambientalistas de Estados Unidos y el mundo. Ya son más de doscientos los arrestados, mañana pueden llegar a cuatrocientos; pasado mañana nos arrestarán a todos por el solo delito de exigirles que se larguen de aquí.
Hermano del mundo, riega la voz; que se avergüencen una vez más de su gigante y omnipotente hipocresía. Envía mensajes, haz pública esta noticia, ofrece conferencias en solidaridad con Puerto Rico.
«Mujer 1: Pero si ellos no lloran al morir, tampoco nosotras. ¡Mujeres de Vieques, en esta tierra no se llora! Aquí se lucha y se desangra; si cae uno, diez se levantan. Si las bombas nos matan un hijo, quince más les habremos de parir. En esta tierra no se llora… y si sale una lágrima porque ya no se pueda más… que el agua de esa lágrima alimente una planta nueva, que humedezca la flor de nuestro campo, que cure una herida de batalla… lágrimas, solo para vivir.
«Las viequenses: Que en esta Tierra no se llora, se lucha.»