Por Jorge Enrique Robledo Castillo
Luego de exportar café por más de 150 años, el Comité Nacional de Cafeteros está a punto de autorizar la importación de un millón de sacos de café semitostado, al decir de Mario Gómez Estrada, uno de sus miembros (La Patria, 7 de marzo de 2000). Dejando traslucir que esas importaciones amenazan con convertirse en permanentes, el mismo Gómez Estrada señala que para que no fueran necesarias en el futuro, la producción interna debería llevarse a 20 millones de sacos, cifra que señala como “indeseable”.
Aunque el tema “no se debe satanizar”, como pide Gómez Estrada, tampoco se puede aceptar que con ese pretexto se presente como una decisión rutinaria y de menor cuantía que no merece la enorme censura con que debe ser rechazada.
Digan lo que digan, importar café a Colombia significa que la producción nacional más las reservas acumuladas no son capaces de responder por el consumo interno más las exportaciones. Y que se va hacer una sustitución del trabajo nacional por el extranjero, con el agravante de que ello sucede con el producto que ha sido insignia de Colombia ante el mundo y dentro de la conocida política neoliberal de reemplazar por importaciones lo que los colombianos, por causa de las políticas oficiales, no están produciendo. Sin que interesen las necedades que expresan para justificarse, lo cierto es que el gobierno de Pastrana y las autoridades cafeteras han decidido que los colombianos tomen café hecho con granos brasileños o africanos.
Como lo ha venido señalando Unidad Cafetera Nacional por más de un lustro, el rompimiento del Pacto del Café y las políticas neoliberales de “sálvese quien pueda” vienen destruyendo la base cafetera del país. Así lo ilustra el hecho de que entre 1992 y 1999 la cosecha nacional haya pasado de casi 18 millones de sacos a un poco más de nueve millones y que hayan desaparecido 6 millones de sacos de las reservas nacionales. Y así lo muestran los bajos precios internos, el envejecimiento de los cafetales, los menores abonamientos, los procesos judiciales contra los caficultores que no han podido pagar sus deudas y el notorio cierre de los créditos a la inmensa mayoría de los productores, además del dramático empobrecimiento de tantas familias. Y así lo demuestra, sin discusión posible, que Colombia esté por convertirse en importador de café, hecho tan escandaloso que parece mentira y que inclusive pone en ridículo ante el mundo a las autoridades colombianas.
La importación no es, entonces, un hecho fortuito sino una “solución” –así, entre comillas—al problema de la crisis cafetera. Y es la misma “solución” que las políticas neoliberales impuestas por el Fondo Monetario Internacional y el gobierno norteamericano le han dado a la crisis del resto del agro colombiano. No es casual que las importaciones hayan pasado de 700 mil a 7 millones de toneladas entre 1990 y 1998.
Unidad Cafetera insiste en repudiar la política anticafetera del gobierno de Andrés Pastrana y nuevamente emplaza a la cúpula de la Federación de Cafeteros, empezando por Jorge Cárdenas Gutiérrez, a que repudie las importaciones de café. Asimismo, ratifica la decisión de su X Asamblea Nacional de Dirigentes de realizar un Paro Nacional Cafetero en contra de la importaciones de café y por la condonación de las deudas bancarias de los caficultores.