FRANCISCO MOSQUERA SANCHEZ

(Apartes de la intervención en el acto conmemorativo del 6o. aniversario de la muerte del camarada Mosquera, el 1o. de agosto, en Medellín)

En Tribuna Roja del 29 de septiembre de 1994 se lee: «El camarada Francisco Mosquera Sánchez nació en Piedecuesta, Santander, el 25 de mayo de 1941. Desde su infancia hasta el día de su muerte dejó impreso el testimonio de su inquebrantable vocación revolucionaria, y sembró a lo largo de su fructífera vida entre sus familiares, sus amigos y sobre todo entre sus copartidarios y discípulos, la simiente de la insumisión, de la lealtad con los desposeídos y de la fe indeclinable en el triunfo de los ideales proletarios que supo encarnar como nadie, hasta el punto de haberse convertido en el más grande marxista-leninista que haya conocido la historia de Colombia».

Hablar de su vida sería una tarea bien larga, y por ello sólo me ocuparé de tres hechos, que estimo de suma importancia. El primero, el rompimiento con el MOEC y la fundación del MOIR. Mosquera, en lo temprano de su vida, entendió que con las concepciones extremoizquierdistas no habría revolución en Colombia; asumió entonces la defensa de los intereses políticos e ideológicos de la clase obrera. Con esa posición de clase y con esa base teórica cimentó el MOIR, y supo enfrentar las diversas etapas de nuestro Partido: la de Unidad y Combate con el revisionismo colombiano, que tan claramente combatió y caracterizó, pero con el cual no vaciló en adelantar tareas conjuntas cuando fue conveniente y propicio hacerlo; y la de Combate y Unidad, con las mismas fuerzas y con el sindicalismo amarillo de las centrales obreras bipartidistas. Más fogueado en la lucha, supo orientar nuestro pequeño contingente en ese tenebroso período, el del túnel, cuando el MOIR tuvo que abandonar vastas regiones para preservar sus fuerzas y salvar las vidas de muchos compañeros.

Sobre la apertura económica

Un segundo hecho de gran importancia en la vida de Mosquera fue que en forma rápida y precisa definió las características del neoliberalismo y las consecuencias que la apertura económica tendría para la industria, el agro, la salud, la educación, el patrimonio público y, en general, para todo el pueblo colombiano. Certeramente habló de esta etapa como la de recolonización de Estados Unidos sobre nuestra nación. Seis años después de su muerte, apreciamos los grandes aciertos de Mosquera en este diagnóstico. La industria se encuentra quebrada o ad portas de quebrarse por la libre importación de mercaderías; el campo languidece en el abandono y el atraso, y su sector empresarial en fuerte retroceso por la libre importación de alimentos; la salud es privatizada; en la educación se promueve la autofinanciación a todo nivel, o sea, se privatiza a marchas aceleradas; las empresas estatales van cayendo una tras otra en manos del capital financiero; y el pueblo, cada día ve más esquilmados sus bolsillos con impuestos indirectos como el Iva, el dos por mil, la sobretasa a la gasolina, y con la eliminación de subsidios, los aumentos de los servicios públicos y la imposición de nuevos gravámenes tipo valorización. Hoy, orientado por el pensamiento de Mosquera, nuestro Partido enfrenta la situación promoviendo la lucha de las masas, acumulando fuerzas y razones para batallas de mayor envergadura, como el mismo Pacho las definió.

Centralismo democrático

El tercer aspecto, de los más importantes en la obra de Mosquera, es su contribución teórica al marxismo-leninismo, su aporte a la caracterización y delimitación del centralismo democrático: «Creo, después de mucho meditarlo, que el aspecto principal de la organización del partido es el centralismo. El Partido puede existir sin democracia, pero no puede existir sin el centralismo. El centralismo puede darse sin democracia, pero la democracia no puede darse sin centralismo». Dio prioridad al centralismo sobre la democracia, y definió los métodos para centralizar: los utilizados por las clases dominantes de «represión, coacción y violencia» y los tres que puede utilizar un partido revolucionario: el de «unanimidad, cuando predomina la confianza» entre los miembros de una organización; el «de los acuerdos», que «presupone que hay divergencias», debiéndose recurrir a pactos que no lesionen los principios y cediendo en los aspectos secundarios, método algunas veces utilizado por el MOIR; y el tercero, decía Pacho, «el de la democracia, el que nosotros preferimos. Por eso somos partidarios del centralismo democrático, de que la minoría se someta a la mayoría. Los comunistas estamos por el método de la democracia: que la mayoría centralice, lo cual es verdadera democracia. Puede haber centralismo sin democracia, pero no democracia sin centralismo. La democracia sin centralismo es una burla. La única manera de hacer valer la democracia es que alguien ejecute la voluntad de la mayoría, de lo contrario es una farsa. Un demócrata que se burle de la voluntad de la mayoría, del centralismo, es un farsante».

Este breve resumen de las tesis de Mosquera sobre el centralismo democrático, desarrolladas en Lecciones de la táctica y de la lucha interna, recoge las ideas que nos permitieron, sin ceder un ápice, darle la lucha a la fracción derechista que quiso cambiar el rumbo de nuestro Partido, pretendiendo arrebatarles la dirección a las mayorías mosqueristas en el Comité Ejecutivo Central del MOIR, fracción que terminó fuera de nuestro Partido, acolitando las políticas de los representantes del bipartidismo. Haber profundizado sobre el centralismo democrático fue uno de los más grandes logros de Mosquera.

Interés por la ciencia

No puedo pasar este homenaje a Mosquera sin referirme a una de sus facetas como ser humano. Como marxista, defendía al obrero y al pueblo raso y tenía un vivísimo interés por la ciencia. Largas horas pasaba estudiando temas tan complejos como el big bang en astronomía; o química, biología y genética para entender la doble espiral helicoidal del ADN; se capacitaba en las nuevas tecnologías de los computadores y trataba de comprender lo que significa la radiación monocromática del rayo laser. Pacho Mosquera, siguiendo a los grandes pensadores de la humanidad, como Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao, estudiaba la ciencia en sus fronteras, en lo más avanzado del conocimiento humano. Y asombraba el derroche de conocimientos ciertos que poseía sobre muchas materias. Comprendía, discutía y profundizaba sobre el origen del universo; opinaba acerca de la explicación genética del crecimiento desmedido de las células, basado en desfases del ADN. Y así, otros temas. Desgraciadamente, sobre muchos de ellos la vida no le dio tiempo de escribir. Esto fue conocido por una veintena de militantes que pudieron asistir a los famosos Ateneos de Cali y Medellín, y sus avanzadas disertaciones sobre astronomía, medicina, ingeniería genética, biología, botánica, matemáticas, química, física y, en últimas, sobre la dialéctica de la naturaleza.

Cómo hubiera recibido alborozado Francisco Mosquera las noticias sobre los dieciséis planetas en otros sistemas solares lejanos, descubiertos desde su muerte, y con ello, él lo sabía, el aumento de la posibilidad de vida fuera de la Tierra. Vida no necesariamente inteligente, vida primitiva, a nivel bacterial o viral. Mosquera creía en la universalidad de las leyes de la ciencia y la posible existencia de otras formas de vida. Era un lector ferviente de Carl Sagan, y anhelaba que se descubriera la vida en otros sistemas, golpe mortal a las concepciones idealistas.

Cómo hubiera gozado Francisco Mosquera con la clonación de la oveja Dolly y el desciframiento del código genético en el programa del genoma humano. Orgulloso de sus concepciones hubiera dicho que estos descubrimientos le abren la posibilidad a la raza humana para poblar otros planetas al clonar, crear o programar bacterias o virus terrestres que soporten las altas temperaturas y presiones y las venenosas atmósferas, y sembrarlas en esos ambientes hostiles, para paulatinamente, en procesos de muchos años, millones talvez, cambiar las condiciones atmosféricas y hacerlas ricas en oxígeno, necesario para el hombre.

Muere nuestro querido jefe un lunes 1° de agosto de 1994. Hoy, los aquí asistentes y cientos de militantes de otras regiones del país, conmemoramos combativamente su temprana muerte, porque combativamente seguimos en el rumbo por él trazado.

Y el mejor homenaje que le podemos rendir es que el jueves 3 de agosto vamos a dar una pelea nacional en su nombre. El Paro Nacional de Protesta contra la política económica, social y laboral del gobierno de Andrés Pastrana, impuesta por el FMI, contra el Plan Colombia, y contra el infame acuerdo bipartidista que, a cambio de la no revocatoria de los mandatos, impulsa en el Congreso las regresivas reformas laboral, tributaria, al régimen de pensiones y a las transferencias a los entes territoriales.

En Tribuna Roja del 29 de septiembre de 1994, leemos: «Pacho nos aportó un nuevo estilo y una nueva forma en la lucha contra el revisionismo; nos inculcó la teoría desarrollada por Mao Tsetung en lo referente a las revoluciones democráticas del Tercer Mundo; enseñó al proletariado de Colombia principios básicos para la construcción del partido obrero que habrá de transformar nuestra realidad; asombró con sus decisiones tácticas probadamente acertadas gracias a su instinto de clase, a su clarividencia y a su rigor teórico. Trabajó en los campos de la filosofía, la historia, las ciencias naturales, el arte, generando cada vez nuevas dudas, encontrando facetas inimaginadas, resolviendo problemas que sólo un auténtico discípulo de Marx podría haber afrontado con tal consagración y honestidad. Fue un hombre universal, el más grande que nos haya sido dado conocer».

¡Gloria eterna al camarada Francisco Mosquera!