El 19 el de noviembre de 2002, en la Comisión V del Senado, por citación de los senadores Benjamín Cuello, Gerardo Jumí y Carlos Clavijo, se hizo un debate al gobierno sobre su política frente a los cultivos de coca y amapola. Los siguientes son los aspectos principales de la posición que fijó el senador Robledo:
No puede hablarse de este doloroso desastre social sin relacionarlo con la abrumadora crisis del sector agropecuario, cuya pérdida de un millón de hectáreas de cultivos lícitos en la última década es una de sus más claras manifestaciones. Antes que un asunto penal estamos frente a un drama social, que cubre cada vez más zonas del país y que no va a tener solución en la medida en que se profundice la crisis rural.
El problema principal no está en la producción sino en el consumo; el negocio en grande lo hacen los países desarrollados, como lo demuestran algunas cifras que hablan de que en Estados Unidos las ventas al menudeo de cocaína equivalen a US$ 30 mil millones, de los cuales a Colombia ingresan entre dos y tres mil millones, mientras a los campesinos, colonos o indígenas, llamados raspachines, les llega sólo 1% de esta cifra.
Y el otro negocio, el del lavado de los activos, es hecho también principalmente por la banca norteamericana. Sin embargo, los gringos le imponen al mundo una política no contra el consumo sino contra la producción. Política totalmente contraria a nuestro interés nacional, y que conlleva actos aberrantes como hacer llover veneno sobre los campesinos, sus aguas, sus cultivos, sus vacas; y que ordena cubrir el país de mercenarios, que desde luego lo que hacen es defender los intereses estadounidenses en nuestro propio suelo.
El Plan Colombia, la estrategia con la que supuestamente se apunta a erradicar los cultivos de plantas narcóticas, le exige a Colombia retirarse de la producción de bienes en los que «no es competitiva», como el maíz, la cebada, el sorgo, el trigo, y dedicarse a los llamados cultivos tropicales. Pues bien, lo que están haciendo los raspachines del Caquetá, es sembrando coca, el producto tropical por excelencia, lo cual seguirá sucediendo si se mantiene la política de destruir la producción agropecuaria lícita, como lo anuncian, entre otros hechos, una reforma tributaria que le pone entre 5% y 8% de IVA a prácticamente todas las actividades del campo, y el celo manifestado por el gobierno en conducir a Colombia a ingresar al ALCA.
La política antidrogas es contraria al interés nacional de Colombia y conduce inexorablemente a que surjan más y más raspachines; el problema real que tenemos es la dominación de los gringos que consumen, hacen el negocio, lavan la plata, se lucran del comercio de armas y de precursores químicos y nos imponen el Plan Colombia. Mientras que lo único que se le ocurre al gobierno es fumigar, fumigar y fumigar.