DOLARIZACIÓN EN AMERICA LATINA, POLÍTICA MONETARIA DEL IMPERIO

Por David Rodríguez

La dolarización de América Latina hace parte de una estrategia orquestada por el gobierno de Estados Unidos, bajo el nombre de Ley para la Estabilidad Monetaria Internacional, conocida como IMSA por su sigla en inglés. Esta expone las supuestas ventajas de adoptar el dólar como moneda: estabilidad monetaria, reducción de la inflación y de las tasas de interés hasta los niveles de EU, mayor crecimiento económico que estimule el ahorro y la inversión, disciplina fiscal, contribución al fortalecimiento del sistema financiero.

La Reserva Federal, el Banco Central gringo busca manejar la moneda de los demás países para facilitar los movimientos especulativos del capital financiero. Con la dolarización plena, el dólar toma las funciones del dinero: unidad de cuenta, medio de cambio y reserva de valor. En consecuencia, desaparece la moneda nacional.

Uno de los objetivos principales de las autoridades monetarias en los países bajo la férula del FMI, se centraba a finales de los ochentas en los programas para reducir la inflación, evitar pérdidas a los especuladores financieros y garantizarles altas rentabilidades. Esta estrategia se consolidó en los años noventas. En el caso de Colombia, la inflación se llevó de tasas por encima de 22% a cifras de un dígito en la actualidad, pero constriñendo la demanda interna, es decir, reduciendo la producción de bienes y servicios para el mercado nacional y deprimiendo el salario de los trabajadores. Estos fenómenos, sumados, disminuyeron el consumo y por tanto los precios no suben, pues no hay quien compre lo que se produce. Ahí está la razón del éxito proclamado por el Banco de la República.

Al finalizar la década de los noventas, el centro de las discusiones se traslada hacia cómo disminuir la ocurrencia cada vez mayor de crisis cambiarias. Tales crisis generan los famosos paquetes de emergencia del FMI, con el fin de garantizar a los señores del capital cubrir sus pérdidas, a costa de la postración de las economías, víctimas de un mayor endeudamiento. En este panorama surge la dolarización para devolverles la confianza a los inversionistas extranjeros.

Esto pone a la economía de un país a depender del sector financiero internacional, pues requiere de la entrada de capitales, del endeudamiento y del superávit de la balanza comercial. La mayoría de los países de América Latina padecen de déficit comercial, por lo que quedarían subordinados a los dos primeros factores, estrictamente controlados por los agiotistas de Wall Street.

Ante un desequilibrio de la balanza de pagos, es decir, que lo que entra por exportaciones y flujos de capital sea menor que lo que sale por pago de importaciones e intereses de la deuda externa, no habrá más remedio que la cesación de pagos y una mayor restricción al consumo interno para impulsar las exportaciones, las cuales como no se puede devaluar se impone como única solución la rebaja directa de los costos de la mano de obra.

El caso ecuatoriano

Ecuador dolarizó su economía en enero de 2000. En el cuadro se observa la evolución económica en el cuatrienio 1998 – 2001, es evidente que las cifras para el último año son aparentemente positivas, al igual que lo eran para el caso de Argentina al inicio de la Ley de Convertibilidad, todo no es más que una historia conocida. Y es el famoso boom consumista, que se presenta por la masiva importación de bienes que entran a competir en condiciones favorables frente a los nacionales, además de la fuerte inyección de inversiones extranjeras aprovechando la estabilidad que ofrece el dólar.

Los datos que muestra el cuadro 1 para 2001 parecen rebatir los argumentos del presente artículo, pero no es así, veamos por qué:

En primer lugar, es necesario valerse de las mismas cifras que presentó el presidente Gustavo Noboa ante el Congreso a principios de este año, en la cual afirmaba que en el 2001 la inversión extranjera aumentó en 55%. Este valor representa 1.370 millones de dólares, recursos canalizados a través de los bancos extranjeros, 80% de los cuales se dirigieron hacia la inversión privada en petróleo (900 millones de dólares), la compra de electrificadoras y las telecomunicaciones. Aquí tenemos uno de los ingredientes de la dolarización y es la entrada de capitales. El crecimiento del PIB está explicado por las inversiones privadas en el sector petrolero y los servicios públicos.

Otra cifra que se muestra como exitosa es la disminución del desempleo, que bajó a 11%. Lo que no se dice es que esto obedeció a la fuerte emigración de fuerza de trabajo hacia Estados Unidos y principalmente a España. Para el 2001 los giros de los ecuatorianos desde el exterior hacia su país representaron 1.415 millones de dólares, es decir, el segundo renglón por entrada de divisas después del petróleo. Y por otro lado está la cifra del subempleo, que se acerca a 66%, es decir, la gente está empleada pero vendiendo cachivaches en las aceras.

En segundo lugar, las importaciones crecieron 46% entre 2000 y 2001. Aquí se configura el segundo ingrediente de la dolarización y es el déficit de la balanza comercial de 4.5% del PIB, con el agravante de que los bienes importados desplazan la producción nacional. Simplemente es vivir al debe. Y los ingresos por exportaciones son destinados en mayor medida al pago de los intereses de la deuda externa, como se aprecia en el cuadro.

En tercer lugar, en el caso del salario y la inflación pasa lo mismo que en Colombia. Allá el salario real empezó el 2001 en 105 dólares, al finalizar el año se ubicaba en 92 dólares, lo que significa aproximadamente 211 mil pesos colombianos. La pregunta es: ¿qué se puede pagar con esa ínfima cantidad de dinero? Si tenemos en cuenta que el déficit de la canasta familiar frente al ingreso de los hogares se incrementó en 12% al pasar de 67 a 75 dólares. Con el agravante de que diez millones de ecuatorianos de los doce de población total, viven en la pobreza absoluta, por tanto, el descenso de la inflación se da por ausencia de capacidad de compra de la población. Por último, viendo la cifra de crecimiento del salario real (11.7%), no se compensa en ninguna forma la caída de 21.9% en los tres años anteriores.

Es evidente que uno de los objetivos centrales que lleva tras de sí la dolarización es facilitar las condiciones para que Estados Unidos se apodere de los mercados internos de los países, especialmente los latinoamericanos. Al decir de los sabios del FMI, la dolarización facilita la instauración del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), y de paso arrasar los mercados nacionales, subordinando procesos de integración como el Mercosur.

Esto en otras palabras significa que si, por ejemplo, tomamos el caso de Argentina, en los actuales momentos los socios comerciales son en su orden: 35% Estados Unidos; 30% Brasil; 20% Europa y 15% otros países, cifras que significan la lucha planteada entre la Unión Europea y Estados Unidos por el control del Mercosur. La dolarización golpea las demás economías desarrolladas representadas en monedas como el euro y el yen, ya que garantiza a los norteamericanos tener un control imperial sobre los aparatos productivos de exportación de los países latinoamericanos, al no permitir su diversificación hacia otros mercados distintos.

En el mundo se perfila la competencia por el dominio del mercado mundial de capitales y las políticas que lo rigen entre lo que hace la Reserva Federal gringa y el Banco Central Europeo. Por tanto, la dolarización es la punta de lanza de la política monetaria imperialista de Estados Unidos en los países latinoamericanos y su imposición les facilita a los organismos financieros internacionales la implantación de los enfoques unilaterales y homogéneos que promueven.

Con estas maniobras, se obliga a los países a suscribir cláusulas de condicionalidad para desembolsar el préstamo de los recursos, lo que afecta directamente el aparato productivo e institucional de un país. Así, lo que inicialmente es la pérdida de la soberanía monetaria, que lleva implícita la decisión de la dolarización total, se traduce finalmente en la pérdida de la soberanía política y el sometimiento aún mayor del país.

La dolarización trae como consecuencia un hecho muy grave y es el privilegio que se le otorga a la economía financiera sobre la economía real, al no sustentar el crecimiento de un país en su mercado interno, llevando al estrangulamiento de la agricultura, la industria y la población en general. Se persigue orientar las políticas fiscal y monetaria, a garantizar el pago efectivo de la deuda externa y a complementar la desregulación financiera neoliberal, otorgando posibilidades ilimitadas de participación extranjera, especialmente norteamericana, y eliminando los obstáculos que originan las monedas nacionales, que representan una de las posibilidades reales de ejercer la soberanía.

En economías dolarizadas cada vez más dependientes del flujo de divisas, con un aparato exportador postrado y con un déficit fiscal creciente, las divisas se van o simplemente no entran cuando se presenta una caída de las exportaciones. La cantidad de dinero en la economía disminuye, se incrementa el costo del crédito y se contrae la demanda interna, porque no hay posibilidad de inyectarle liquidez a la economía.

Ante la situación ruinosa de las finanzas públicas, el instrumento del gasto gubernamental se anula, ya que los recursos fiscales tienen que servir como garantes del sistema financiero, y los recursos para salud, educación, son desviados hacia la constitución de reservas para atender las afugias de la banca. La política fiscal, que supuestamente está en manos del Estado, queda así maniatada.

La arremetida globalizadora obliga a los pueblos a responder a la agresión y liderar la resistencia civil que salvaguarde la soberanía de sus naciones.