(Manifiesto del Comando Nacional Unitario)
Bogotá, 15 de julio de 2003
Quizás con una amplitud, intensidad y contundencia nunca vistas, los trabajadores, los productores, las organizaciones sociales y el conjunto de la población colombiana venimos enfrentando una ofensiva brutal contra nuestros intereses, derechos y organizaciones. En el agro, la industria y el comercio; en la salud y la educación, en las comunicaciones, los transportes y los servicios públicos domiciliarios, recibimos el despiadado impacto de leyes y decretos de diversa índole que tienen como común denominador incrementar el despojo al pueblo, saquear los recursos de la nación, seguir abatiendo la producción y acabar o debilitar los sindicatos, partidos y diversas colectividades de defensa del pueblo. Es el balance de la docena o más años de aplicación del perverso modelo neoliberal impuesto para beneficio de las multinacionales y del gran capital financiero, y para garantizar el pago de la onerosa deuda externa.
En el último año, cuando amplios sectores se hacían ilusiones con la nueva administración, el gobierno de Uribe, lejos de rectificar el rumbo y prevalido del resultado electoral que lo llevó a la presidencia, ha procedido «sin Dios ni ley» contra la nación y el pueblo. Las llamadas reformas de «segunda generación» -laboral, pensional, tributaria, política y del Estado-, la ley que contiene el Plan Nacional de Desarrollo, la vinculación del país al ALCA o a un tratado bilateral de libre comercio con EU, los golpes contra el ISS y Telecom y la división de Ecopetrol, cumplen compromisos adquiridos en los sucesivos acuerdos con el FMI. Sepulta así cualquier posibilidad de reactivación económica, empobrece aún más la población y deprime el aparato productivo.
Multiplican tarifas e impuestos, incrementan el IVA y permiten el aumento desmedido de los servicios públicos, reducen los salarios y pensiones y graban estas ultimas. Dicen controlar los precios con importaciones masivas de alimentos en defensa de los consumidores, pero no se controlan ni los precios ni la calidad de los insumos agrícolas, mientras se frena el mercado de genéricos. Eliminan el subsidio a la gasolina y aumentan sobretasas y peajes, pero los transportadores son dejados a su propia suerte y los desplazan con transmilenios construidos con dineros oficiales para enriquecer roscas privadas. Los grandes almacenes extranjeros se apoderan del mercado nacional, y los alcaldes bufones les entregan el espacio público quitándoles a los desesperados vendedores estacionarios y ambulantes sus escasas mercaderías. Se ensañan en los débiles, y se doblegan reverentes ante los poderosos. El capital financiero y las transnacionales no tienen límite en su voracidad, los altos funcionarios no escatiman mañas en su afán de favorecerlos expoliando al pueblo.
Y la Seguridad Democrática, otro pilar del andamiaje oficial, no ha traído al país el cese de la violencia generalizada que la nación requiere para unirse y adelantar soberanamente los cambios políticos y las transformaciones económicas y sociales que la gravedad de la hora exigen. En cambio ha recortado las libertades y los derechos con el vano propósito de apagar la resistencia de millones de colombianos que no nos resignamos a la miseria y el atraso ni a la desintegración de la nación ni al baño de sangre ni a la ocupación militar extranjera.
El presidente Uribe, apuntalado por los principales medios masivos de comunicación, pretende que los colombianos aprobemos con el Referendo, aunque disminuido éste en sus pretensiones por el fallo de la Corte Constitucional, un severo complemento al ajuste fiscal con la congelación de salarios y el despido masivo de trabajadores estatales; y también el recorte a la democracia en el ejercicio político y, principalmente, el respaldo plebiscitario a su gestión para afianzar una supuesta legitimidad que le permita continuar su abyecta política.
Para responder a este cúmulo de atropellos, los trabajadores, los productores y el pueblo de Colombia saldremos a sentar nuestra voz de protesta el próximo 12 de agosto con el Paro Cívico Nacional y la Marcha Agropecuaria a Bogotá. En la Plaza de Bolívar de la capital y en las de centenares de ciudades y poblaciones a lo largo y ancho del país, en calles y carreteras, en los barrios y en los caseríos, en fábricas y almacenes, en universidades y colegios, se oirá el vibrante grito de protesta de todos los sectores saqueados, oprimidos y explotados. Nos integraremos al nuevo ascenso de la lucha de masas que se levanta contra la globalización imperialista en América Latina y el mundo.
Decenios de oprobio muestran que los neoliberales y sus agentes criollos no tienen respuestas para las angustias de millones de seres que reclaman pan, trabajo y libertad. Aprovechemos sus dificultades y hagamos que soplen nuevos vientos. Recordemos que detrás de cada conquista, de cada reafirmación de la soberanía, de cada derecho laboral, hay una estela de lucha y sacrificio que los hicieron posibles. Defendamos los que aún quedan, preparémonos para reconquistar los perdidos.
Llamamos a respaldar, apoyar y participar activamente en todas las jornadas y paros de protesta sectoriales, preparatorias del paro cívico, como los del SENA, el ISS, Fecode, la USO, de Barrancabermeja y las valerosas protestas de los vendedores ambulantes y los usuarios de los servicios públicos.