EL REFERENDO URIBISTA, UNA TRAMPA CONTRA EL PUEBLO

Intervención televisada del senador de Unidad Cívica y Agraria-MOIR, Jorge Enrique Robledo, en la que llama a la abstención activa.

Jorge Enrique Robledo

Aprovechando su fugaz popularidad, y en un gran esfuerzo por mantenerla, el presidente Uribe se empeña en su antidemocrático y empobrecedor referendo.

Pero tiene un gran problema: para que sea válido, sumados todos los tipos de votos, debe poder arriar a las urnas a más de seis millones de electores. Si no fuere así, el doctor Uribe y su grupito de bien pagos promotores del sí en el referendo verán frustrados sus propósitos.

Por ello, el gobierno acude a artimañas que buscan empujar a las gentes a votar. Se hace presentar en los medios de comunicación como el campeón de la lucha contra la corrupción y la politiquería, y blande el referendo como poderosa arma contra tales vicios. Sin embargo, rápido se puede descubrir que su espada es de cartón.

La primera pregunta del referendo, utilizada para resaltar su supuesta lucha contra la corrupción, nos lleva a descubrir la falsedad de su alegato. En efecto, después de señalar que no podrá contratar con el Estado, ni ser elegido, ni designado como servidor público quien sea condenado por la comisión de delitos que afecten al patrimonio estatal, le da la salida a cada corrupto, cuando dice: «Salvo que asuma con cargo a su patrimonio el valor del daño». Entonces, si se embolsilló lo suficiente y le alcanza para pagar, no tendrá problemas. Es el clásico caso de «robe ahora y pague después», que confirma que en Colombia la ley es un perro bravo que sólo muerde a los de ruana.

Y por esta primera pregunta se puede saber cómo es el resto del referendo. A la crítica de lo larga y difícil que es su lectura, el ministro Londoño Hoyos ha contestado con cinismo que es para votarlo y no para leerlo. Porque quien lo lea con detenimiento y seriedad tendrá que concluir que allí no hay nada contra la politiquería y la corrupción, sino que, por el contrario, las cohonesta.

Por ejemplo, todo el texto del referendo induce a pensar a los colombianos que la única corrupción está en el Congreso de la República, con lo que pretenden ocultar las grandes corruptelas de las trasnacionales, y que el centro de los fraudes en el Estado reposa en el poder Ejecutivo, que se llama así porque es el que ejecuta el gasto público, es decir, el que firma los cheques. Aunque les duela a los pillos de cuello blanco y a los ingenuos, en cada gran acto de corrupción siempre están presentes el capital extranjero y un presidente, un ministro, un gobernador o un alcalde, a quienes de ninguna manera persigue el referendo.

También dicen que el referendo combate la politiquería, como si no fuera obvio que lo respaldan varios de los más grandes politiqueros del país, incluidos entre ellos algunos de los ex ministros y ex presidentes que dejaron huella en la historia nacional por manipuladores y corruptos, quienes, con todo descaro, arremeten en contra de la rebeldía abstencionista de las nuevas corrientes liberales.

Las preguntas del referendo se pueden clasificar en dos tipos: carnada y anzuelo. Y sabemos cómo funcionan el anzuelo y la carnada. El pez nada en el agua, ve algún objeto que lo atrae y va y lo muerde, momento en el que descubre que detrás de la carnada hay un acero filoso, que lo convierte en pescado. Entonces, unas preguntas atraen a los incautos y otras se encargan de pescarlos.

¿Cuáles son las preguntas carnada? Como es obvio, las atractivas, las que parecen buenas, las que dan ganas de votar, porque parecen combatir la politiquería y la corrupción y, además, en su demagogia, también las que hablan de favorecer la salud y la educación, como si no fuera evidente el desprecio del uribismo por esos sectores. Y en sus astucias para cazar colombianos despistados, incluyen en el cuestionario temas que ya son normas legales, como la eliminación de los auxilios parlamentarios y las suplencias, la pérdida de la investidura, el umbral y la cifra repartidora.

¿Cuáles son las preguntas anzuelo? Las que de verdad busca el gobierno aprobar, tienen que ver con lo económico y lo político. Como se sabe, las económicas congelan los sueldos y las pensiones, monstruosidad que meten con la falacia de que esa plata se la van a dar a los desempleados. ¡Mentira! Esos billones de pesos que se ahorrarán golpeando a los asalariados y a los pensionados son para pagar deuda externa, que es el compromiso contraído con el Fondo Monetario Internacional, organismo que está detrás del referendo.

Y ocultan que empobrecer a asalariados y pensionados reduciéndoles los ingresos también empobrece de carambola a todo el pueblo, porque si miles y miles compran menos, la industria, el agro y el comercio venderán menos, lo que también generará menores empleos y bajas en los salarios, o sea que aumentará el empobrecimiento generalizado. Una de las ideas más funestas que le ha impuesto a Colombia el Fondo Monetario Internacional es afirmar que el país saldrá adelante si se sigue hundiendo en la miseria a los pobres y a las capas medias, que es en lo que llevamos trece años. Y mientras más se arruina a las gentes del común, más ganan las multinacionales, el capital financiero y la oligarquía colombiana.

¿Y en lo político cuáles son las preguntas anzuelo? Las que introducen el umbral, la cifra repartidora y la reducción del número de congresistas. Si se aprueba el referendo, un partido necesitará alrededor de 250 mil votos para elegir un senador, lo que hará que a los representantes de los sectores minoritarios y de oposición —como es mi caso, que actúo en representación del MOIR— nos será prácticamente imposible regresar al Congreso.

Es obvio que si se vuelve más difícil ser elegido, ¿quiénes saldrán del Congreso? ¿los voceros de los monopolios, los agentes de la Embajada norteamericana, las fichas del capital financiero? No. Perderán sus cupos los representantes de los campesinos y los trabajadores, los empresarios no monopolistas, los indígenas y los desempleados.

Pero lo más peligroso del referendo es que le da más fuerza a Uribe, quien, si lo gana, intensificará su ya reconocido autoritarismo y podrá imponer en los próximos años lo que se le antoje, como en su primer año de gobierno. Y ya sabemos de sobra qué es lo que le gusta imponer: congelación de salarios, alza de tarifas de servicios públicos, privatización de la educación, cierre de hospitales, despido masivo de trabajadores como ocurrirá con la eliminación de las Contralorías, aumento del IVA y su aplicación a productos de consumo popular, privatización de empresas básicas de la economía nacional como Ecopetrol, Telecom y el Seguro Social, golpes a la democracia, sometimiento al Fondo Monetario Internacional y al gobierno de Washington, incluido el ingreso de Colombia al ALCA o a un acuerdo bilateral con Estados Unidos, la más grande amenaza a nuestra nación desde que nos independizamos del yugo español. En fin, más hambre, pobreza, desempleo, impuestos y quiebras de empresas, empeorando lo ocurrido con Gaviria, Samper y Pastrana, así la demagogia del gobierno afirme lo contrario.

El referendo lo auspician la Presidencia de la República; la oligarquía; los grandes medios de comunicación; la Embajada Norteamericana; y todos aquellos que en Colombia, ocultos tras cualquier fachada, ejercen como voceros de los intereses extranjeros. Y lo rechazamos los que nos oponemos a esta nueva emboscada en contra del progreso, el trabajo, la producción urbana y rural, la educación y la salud de la nación colombianos.

Colombianos: debemos engrosar la Gran Coalición por la Abstención Activa y agitar la consigna de no votar el 25 de octubre; pues incluso los votos blancos o por el No contribuyen a que se completen los más de seis millones que se requieren para que el referendo sea válido.

El referendo no es un instrumento de la democracia sino del apuntalamiento de un gobierno autoritario y embaucador, opuesto a los sectores populares y al servicio de los intereses extranjeros. Por ello, no debemos votar el referendo.