EL PUEBLO PALESTINO RESISTE LA AGRESIÓN FASCISTA DE ISRAEL

Francisco Valderrama Mutis

Yasser Arafat, confinado desde marzo de 2001 en la Mukata, casa de gobierno de la Autoridad Nacional Palestina, en Ramala, representa la voluntad de resistencia y el alma del pueblo palestino. Todos los esfuerzos de la alianza Sharon-Estados Unidos se han orientado a quebrantar su voluntad y obligarlo a ceder el poder, obtenido mediante elección popular en 1996, a otro dirigente que se someta a los dictámenes de los agresores, base fundamental del plan de paz llamado «Hoja de Ruta». Estas exigencias son, según lo expresado por Colin Powell el 22 de septiembre pasado, las siguientes: 1. Que el gobierno elegido sea independiente de las «maquinaciones» de Arafat; 2. Que tenga el control absoluto de todas las fuerzas palestinas de seguridad; y 3. Que se comprometa a acabar con el «terrorismo». Fue lo que intentaron con el gobierno fallido de Mahmoud Abbas, rechazado multitudinariamente por su propio pueblo.

Ensoberbecidos por la rápida victoria obtenida en Irak, norteamericanos e israelíes han centuplicado sus esfuerzos por doblegar al pueblo palestino y a Arafat. Lo someten a una guerra desigual en la cual han «legalizado» la destrucción de casas (calculadas hasta ahora en trece mil); los asesinatos selectivos con bombas y misiles, que generalmente producen bajas inocentes entre la población; la destrucción de campamentos de refugiados como el de Jenin, demolido piedra a piedra, y la construcción de un muro, conocido como el muro del apartheid, de ocho metros de altura, que además de separar a Israel de Palestina, permite que poco a poco le roben además el 25% de la tierra, que representa el 80% de los terrenos más fértiles, y el 65% de los recursos hidrológicos. Es la continuación de la masacre de Sabra y Chatila, hecha a todo un país, ante los ojos del mundo, que mediante la falsificación de los medios de prensa no ve la gloriosa resistencia de todo un pueblo en estos tres años de la Segunda Intifada, sino solamente los fugaces resplandores de los ataques suicidas, provocados a plena conciencia por el gobierno fascista de Sharon.

La tercera potencia militar y nuclear del mundo aherroja a la nación palestina y le exige a su gobierno, al cual tiene sometido al aislamiento por la fuerza, que acabe con un problema que ellos mismos han creado y que se han demostrado incapaces de contener. La infamia del proceder de Sharon y Estados Unidos es tal que en las filas de los pilotos y el ejército israelí crece una corriente de objetores de conciencia que se niegan a pelear en los territorios palestinos y a participar en los asesinatos a sangre fría, y entre los ciudadanos israelíes aumenta la presencia de militantes de la coexistencia pacífica entre las dos naciones, que se movilizan para servir de escudos humanos con el fin de evitar que Sharon atente contra la vida de Yasser Arafat.

El ataque a Siria, respaldado por Washington, como respuesta al atentado suicida de Haifa, no es más que una argucia para culpar a otros de los demonios que ellos mismos han engendrado y para servirle a la estrategia norteamericana de remover por la fuerza militar o por la vía de las «reformas» impulsadas por sus cipayos neoliberales, a los gobiernos árabes que no se someten servilmente a sus demandas.

En medio de esta situación, Yasser Arafat representa para los pueblos del mundo un ejemplo de constancia revolucionaria en la resistencia a la agresión sionista y de manejo político de una situación extremadamente compleja. Para el pueblo palestino y para su presidente, nuestra solidaridad militante.