CRECE RESISTENCIA CONTRA DESMONTE DEL ICBF Y DE SUS PROGRAMAS

Por María Victoria Forero, presidenta de Sintrabienestar

El actual gobierno sigue empeñado en el propósito de arrebatarles al ICBF y al SENA sus recursos, así no tengan origen estatal dado que los empresarios y trabajadores son quienes históricamente han sostenido ambas instituciones. La pretensión de Uribe se hizo aún más evidente cuando incluyó en las reforma laboral y pensional, así como en el Plan Nacional de Desarrollo, una serie de puntos que exoneran a las empresas de pagar los aportes parafiscales.

La lucha de los trabajadores, los usuarios y las comunidades –liderada por Sintrabienestar y acompañada de algunas posturas patrióticas en el seno del Congreso– evitó que la reforma laboral aprobara la mayor parte de los aspectos más lesivos contemplados en el proyecto original, entre ellos trasferirles a las cajas de compensación familiar los recursos y las funciones del SENA y del ICBF.

Empero, la obstinación de Uribe por desmontar el ICBF es insaciable. Como no consiguió salirse del todo con las suyas en la reforma laboral, intentó hacerlo con el Plan Nacional de Desarrollo. El artículo 75 del proyecto inicial incluía una nueva reestructuración del Bienestar Familiar distinta a la sufrida en el mes de enero, la cual menguó la nómina en 652 cargos. Con ánimo descentralista, trasfería además a los municipios los recursos y las funciones de la institución. Asimismo, el artículo 77 ordenaba acreditar a las operadoras del servicio y el artículo 82 encargaba exclusivamente al Ministerio de Protección Social determinar la política para la infancia, reduciendo al ICBF a simple promotor. La lucha sindical y popular logró, una vez más, defender efectivamente los derechos de los trabajadores y de la población en general, dejando por fuera del Plan los mencionados artículos 75 y 77 del proyecto inicial de Plan de Desarrollo.

¿Adónde quieren arrastrar al ICBF?

En celoso ejercicio de su orientación neoliberal, la actual directora del ICBF, Beatriz Londoño, ha llenado de falsas expectativas a los usuarios hablándoles de un incremento en la cobertura de servicios y beneficiarios que, de acuerdo con el denominado “proceso de focalización estratégica”, sería de 10%. Lo anterior se intenta lograr creando las fatídicas “cooperativas de trabajo asociado” para las madres comunitarias, lo que supone la desaparición progresiva de los Hogares Comunitarios para convertirlos en restaurantes y desayunos infantiles, donde se sacrificarían por completo las exiguas condiciones laborales de las madres comunitarias, en radical desmedro de la atención al menor. Es decir, demagógi­camente se pretende atender con menos recursos un mayor número de usuarios, sin importar que ni siquiera las actuales funciones de los trabajadores del ICBF aciertan a cumplirse por las enormes carencias presupuestales.

El marchitamiento será paulatino pero inexorable. En esta poda inmisericorde, seguirán abaratando costos a expensas de la atención a los usuarios y de las garantías laborales de los trabajadores, sobresaliendo en este período la masacre laboral de quienes prestan sus servicios en los Hogares Infantiles. No nos equivocamos al afirmar que si no media la resistencia a la postre se impondrá la privatización de los programas, reduciendo la política del ICBF a subsidiar a los particulares hasta lograr que la atención de la niñez y demás funciones le sean enajenadas por completo al Instituto.

Por fortuna, las diversas organizaciones sindicales relacionadas con el ICBF y sus programas, y un buen número de personalidades de orden nacional y regional, conformaron el Frente por la Salvación del ICBF, que ha protagonizado múltiples movilizaciones en todo el país y ha trabajado con empeño para facilitar la comprensión entre las comunidades, sectores sindicales, académicos, el clero y la ciudadanía en general, sobre el aniquilamiento a que el gobierno viene sometiendo al ICBF. La bandera levantada por este Frente es la de defender el patrimonio público, representado por el ICBF, para evitar así que se le arrebate a la sociedad un recurso vital para los necesitados, quienes constituyen la inmensa mayoría de la depau­perada población.