BANCARROTA ECONÓMICA YANQUI: LA CRISIS MONETARIA CAPITALISTA AGUDIZA LA LUCHA CONTRA EL IMPERIALISMO

Dificultades insuperables afronta el imperialismo yanqui. Los Estados Unidos han llegado a un verdadero atolladero. Multitud de problemas convergen a la vez, colocando a la economía norteamericana en una honda crisis de características muy particulares y sin antecedentes en la historia de los Estados Unidos. Las expresiones más sobresalientes de esta crisis son: baja constante de la producción, aumento acelerado del desempleo, estancamiento en el mercado interno, creciente incremento de los precios, balanza comercial desfavorable, enorme déficit presupuestal, pérdida considerable de las reservas de oro, devaluación del dólar, y grandes deudas internas y externas. Como se ve, la actual crisis de los Estados Unidos es a la vez una crisis económica y una crisis financiero-monetaria, y es el resultado natural del desarrollo del capitalismo monopolista norteamericano. La crisis del imperialismo yanqui es también producto de la política de agresión y guerra llevada a cabo desde hace muchos años por los distintos gobiernos de los Estados Unidos contra los pueblos y naciones del mundo.

LA HEGEMONÍA NORTEAMERICANA

Después de la Segunda Guerra Mundial, el imperialismo yanqui expandió su sistema bancario, aumentó considerablemente sus inversiones de capital y acaparó los principales recursos naturales del mundo capitalista. Para garantizar esta expansión y reemplazar a otros países en sus dominios coloniales estableció cerca de 2.700 bases militares y más de millón y medio de soldados en el exterior, desplegó sus flotas de guerra en sitios estratégicos de los océanos y mares del mundo y creó bloques políticos y militares en todos los continentes. Además desató guerras de agresión y conquista como las de Corea en 1950 y Vietnam en 1960.

El principal cambio operado en las fuerzas imperialistas después de la guerra consistió en que Estados Unidos se convirtió en la principal potencia imperialista mundial y los demás países imperialistas quedaron subordinados a ésta.

En 1944, año anterior al fin de la guerra, EE.UU., convocó una conferencia de países capitalistas para crear el Fondo Monetario Internacional bajo su control. En los reglamentos constitutivos del Fondo se estableció que el valor de las monedas de los países miembros se expresaría en términos de oro o del dólar estadinense. Desde entonces el sistema monetario capitalista descansa en la relación dólar-oro, a razón de 35 dólares la onza de oro. Aprovechándose de estos privilegios monetarios y financieros, Estados Unidos se dedicó a emitir dólares sin respaldo e inundó el mundo con ellos, para financiar sus agresiones militares, préstamos y “ayudas” especulativas, acaparamiento de empresas y materias primas de otros países y todas las demás operaciones dirigidas a controlar regiones y continentes.

LOS TIEMPOS HAN CAMBIADO

Los gastos militares en el exterior y las guerras de agresión, la constante decadencia de su economía y los enormes déficits en los pagos internacionales, han causado la salida de gran cantidad de las reservas de oro de Estados Unidos hacia el exterior. A la vez, los países imperialistas de Europa Occidental y el Japón han logrado una gran producción industrial y la primacía en las exportaciones mundiales y en el control de las reservas de oro del mundo capitalista. También han llegado a controlar una gran cantidad de dólares.

En 1949, Estados Unidos tenía en sus arcas más del 73 por ciento de todas las reservas del oro del mundo capitalista. En cambio, a mediados del presente año no alcanzaba a tener un 30 por ciento; la producción industrial representaba en aquel año el 53.4 por ciento del total capitalista, en cambio hoy sólo representa un 40 por ciento del total, y sus exportaciones que alcanzaban algo más del 30 por ciento bajaron en la actualidad a un 15 por ciento del total.

La producción industrial estadinense ha declinado constantemente desde agosto de 1969. A fines de 1970, las empresas funcionaron a un 72 por ciento de su capacidad, el nivel más bajo en los doce años anteriores. Las utilidades netas totales en 1970 declinaron en 7 por ciento con respecto a 1969; y en abril de este año las utilidades del sector no financiero declinaron un 10 por ciento.

Acosados por la frecuente crisis de superproducción, los monopolios han tratado vanamente de buscar una salida mediante la militarización de la economía. A fines militares corresponde el 95 por ciento de la industria de aviación, el 60 por ciento de la construcción de buques y el 40 por ciento de la industria de telecomunicaciones. Los pedidos militares del gobierno de Nixon en 1969 se elevaron a 42.300 millones de dólares, un alza del 59 por ciento con relación a 1965. En 1970 los gastos militares sumaron 80.200 millones de dólares.

A medida que se agrava la crisis las contradicciones de clase en los Estados Unidos se han agudizado. Se han movilizado en grandes luchas los obreros, estudiantes, negros, indios y demás sectores del pueblo norteamericano. Desde 1968 se vienen realizando grandes huelgas en los renglones básicos de la producción y del transporte. En 1969 los obreros declararon más de 5.000 huelgas y los negros lucharon en más de 170 ciudades contra el régimen fascista. A principios de 1970 cerca de 120 tribus indígenas participaron en luchas por la tierra y por los derechos democráticos en todo el país. Cuando Estados Unidos invadió Camboya, los estudiantes de 760 universidades fueron a la huelga para repudiar la agresión. En el presente año los obreros y el resto del pueblo han realizado grandes huelgas y manifestaciones.

MEDIDAS DE NIXON

En un afán desesperado por salir del pantano, el gobierno de Nixon adoptó el 15 de agosto pasado medidas de emergencia buscando el objetivo de proteger la economía estadinense de la fuerte competencia del Japón y demás países imperialistas de Europa, y aliviar la prolongada y profunda crisis que ha sumido al país en el caos. Suspendió la convertibilidad del dólar en oro, lo que significa el abandono del patrón oro; estableció un impuesto del 10 por ciento a las importaciones; congeló los salarios a los trabajadores del país, y exigió a sus rivales comerciales que revaluaran sus monedas. En esta forma el gobierno de Nixon pretende reducir el déficit de la balanza de pagos, evitar la salida del oro del país, proteger el mercado interior de la competencia de mercancías procedentes de los otros países imperialistas, especialmente de Alemania Occidental y Japón, y aumentar las exportaciones norteamericanas. Dichas medidas paralizan el comercio internacional y significan la bancarrota del actual sistema monetario capitalista. Se ha desatado una crisis financiera y comercial a nivel internacional.

Los monopolios dominantes yanquis quieren trasladar sus dificultades y los efectos de su propia crisis a los otros países imperialistas y a los países coloniales. Pero todo será en vano. La economía norteamericana está enferma de muerte. Las medidas de Nixon no lograrán resolver las contradicciones inherentes al capitalismo. Por el contrario, ellas agudizarán la crisis del sistema imperialista y terminarán estimulando el espíritu revolucionario de los pueblos del mundo que se levantan contra su más odiado enemigo: el imperialismo yanqui.

AMÉRICA LATINA CON LA PEOR PARTE

América Latina es una zona de dominio de Estados Unidos, sometida a su sistema financiero y a su control político y militar. Además de saquear sus recursos naturales y de oprimir y explotar a las masas populares, Estados Unidos impone a Latinoamérica relaciones comerciales desiguales, préstamos onerosos y el mantenimiento de sus reservas monetarias en dólares.

A los perjuicios tradicionales, derivados de su dominio y explotación, se suma el impuesto del 10 por ciento con que el gobierno de Nixon gravó las importaciones. Según cálculos oficiales, a causa de este impuesto, América Latina perderá algo más de 1.000 millones de dólares anuales en el valor de sus exportaciones a Estados Unidos. Los gobiernos títeres de estos países han sido sorprendidos por los golpes de su amo y no les ha valido las lamentaciones ni las protestas para conseguir trato especial.

Las dificultades de Estados Unidos las alivia forzando ajustes en los tipos de cambio de las monedas de estos países, obligándolos a devaluar, con lo cual el dólar aumenta su poder adquisitivo en estas zonas de dominio y disminuye el de las monedas dependientes. América Latina tiene que seguir usando el dólar y absorbiendo su pérdida de valor.

SITUACIÓN EXCELENTE PARA LA REVOLUCIÓN

Una grave crisis está sacudiendo el sistema capitalista e imperialista mundial. Los países imperialistas han entrado en un febril regateo y pugnan por sacar ventajas de la actual crisis financiera y monetaria; entre estos países se ha agudizado la competencia comercial y la lucha por los mercados.

También se están agudizando rápidamente las contradicciones entre el imperialismo y las naciones oprimidas en general, y entre Estados Unidos y América Latina en particular. La situación internacional es excelente para la revolución de liberación nacional. La crisis imperialista que sume a los pueblos oprimidos de Asia, Africa y América Latina en la miseria y represión violenta, sólo se solucionará con la derrota del imperialismo yanqui y el triunfo de la revolución.

La clase obrera y las amplias masas populares de los Estados Unidos, víctimas de la extremada explotación, de la carga de impuestos y del peso de los gastos militares, han entrado en una etapa de amplias luchas revolucionarias. Este gran desarrollo de la lucha de clases en el seno del imperialismo yanqui contra la política fascista interna y de agresión y conquista en el exterior, constituye un valioso aporte al desarrollo y la victoria de la revolución mundial proletaria. El pueblo estadinense desplegará aún más sus luchas, elevará a un nuevo nivel su conciencia política y conquistará grandes victorias.

El imperialismo yanqui saldrá maltrecho y derrotado; en cambio, los pueblos del mundo, orientados por el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung, saldrán victoriosos y fortalecidos. El enemigo se descompone con cada día que pasa, mientras que para los pueblos las cosas mejoran diariamente.